Caracas. Julio Fernández no se equivocó hace ocho meses cuando pensó que irse a Estados Unidos cambiaría su vida. El día de su cita, en julio de 2024, para ingresar de forma legal al país fue detenido y desde entonces estuvo preso hasta el domingo, 16 de marzo, cuando fue enviado al Centro de Reclusión para Terroristas (Cecot) de El Salvador, condenado “por ser venezolano y tener un tatuaje”.

Julio pensó que el fin de semana pasado terminaba su pesadilla en norteamérica, luego de ocho meses detenido en al menos tres centros de reclusión distintos en los que nunca entendió por qué estaba preso.

La promesa de que sería deportado a Venezuela terminó en un viaje a Centroamérica para pagar una condena que no existe, que nadie sabe en qué consiste y a qué se debe.

Su esposa, Asdrid Carolina, y su hijastro mayor, a quien le admitieron su ingreso a EE. UU., se quedaron esperándolo llenos de dudas sobre su nuevo destino, su estado de salud y la forma de ayudarlo, al igual que las familias de los otros 236 venezolanos deportados a El Salvador.

“El sábado en la mañana me dijo que lo mandaron a cambiar de ropa y que ya se iba a Venezuela. Estaba bastante triste porque no quería dejarme a mi sola ni a mi hijo, pero me dijo que ya, que se acabó la pesadilla y que si no le dieron el permiso de entrada, pues ni modo, que debía irse en ese vuelo y hasta ese día tuve noticias de él”.

contó Asdrid a Crónica Uno

Por sus tatuajes

Tras vivir seis años en Perú, donde trabajaba como mototaxista, Julio decidió irse con su familia a Estados Unidos y atravesaron la selva del Darién para llegar a México, donde estuvieron otros cuatro meses a la espera de la cita para ingresar a Norteamérica, donde ya sus hermanos habían sido admitidos. 

Desde el día de su detención todo fue muy confuso. Asdrid aseguró que jamás tuvieron clara la razón de la aprehensión y que siempre pensaron que se trataría de algo temporal, hasta que admitieran su ingreso también.   

“Mis cuñados dijeron que, al entregarse, ellos pasaron como tres días detenidos y después los soltaron y pensamos que con Julio iba a ser igual (…) Pero después me llamó diciendo que estaba en un centro de detención en Arizona y ahí le hicieron una entrevista de miedo creíble que arrojó resultado positivo”, dijo Asdrid. 

Explicó que se trataba de una entrevista en la que lo catalogaron como alguien peligroso y atribuye el hecho a los tatuajes de un reloj y un lobo que Julio tiene en uno de sus brazos y que se había hecho años atrás en Perú.

El engaño

En los contactos de Asdrid con Julio, él se mostraba confundido sobre el proceso al que lo sometían, insistía en que no entendía nada porque todo se lo decían en inglés y que cuando le preguntaba a su abogada sobre el caso no respondía sus interrogantes. 

Los meses pasaron y tras la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EE. UU., a Julio lo treasladaron a una correccional y lo uniformaron con ropa que lo identificaba como alguien “peligroso”.

“El ese día me llamó muy preocupado, llorando, diciéndome que no entendía y que lo ayudara, que hiciera algo. Que él no entendía a la gente allá porque todos hablaban inglés y no entendía por qué seguía ahí”, relató.

Estaba previsto que el 17 de abril se efectuara una audiencia para revisar el caso de Julio, pero la semana del 11 de marzo Julio fue trasladado a una prisión en Texas, en la que le informaron que sería deportado a Venezuela. 

El último contacto con su esposa fue el sábado en la mañana, cuando dijo que estaba por salir a Caracas, pero nunca llegó. 

“Yo lo buscaba en el localizador de detenidos de ICE (Migración) y siempre aparecía dónde estaba. Cuando estuvo en Arizona, en Texas, yo podía verlo en el sistema, pero el sábado en la tarde, cuando comencé a buscarlos en ese localizador de detenidos, ya desapareció del sistema, dice que no está aquí en Estados Unidos”. 

Un aragüeño que no es del tren

Julio y Asdrid tienen más de 10 años juntos. Se conocieron en Maracay, estado Aragua, de donde son ambos y de donde también salió la banda criminal del Tren de Aragua de la que acusan a Julio y a otros venezolanos de ser parte.  

Julio, de 35 años de edad, se encargó de los tres hijos de Asdrid desde entonces y se convirtieron en una familia. Juntos vivieron casi seis años en Perú, donde él trabajó duro y también jugaba fútbol con un equipo local. 

La xenofobia los hizo tomar la decisión de irse a Estados Unidos, pero su decisión coincidió con una época de transición y cambios en la nación norteamericana.

El gobierno de EE. UU., con Trump a la cabeza, inició una “cacería” contra migrantes venezolanos con especial énfasis en quienes tienen tatuajes de rosas, coronas, relojes o leones, como contó Astrid. 

Estas políticas de deportación de inmigrantes venezolanos presuntamente involucrados con el Tren de Aragua empeoraron con la activación de la Ley de Enemigos Extranjeros y la salida de venezolanos que terminaron en El Salvador se concretó pese a que un juez federal bloqueó temporalmente la facultad del gobierno de Trump, de aplicar esta ley. 

Julio jamás pensó que él podría ser considerado un delincuente. Sus antecedentes penales, avalados por el Ministerio de Interior venezolano, están limpios y su familia asegura que es un buen hombre, trabajador y honesto. 

“Yo lo que pido es que investiguen, que investiguen y que busquen los antecedentes penales de mi esposo (…) Ya ver una lista no me importa porque estoy segura de que mi esposo está ahí (en El Salvador). Que los investiguen y que los criminales paguen, pero que los inocentes estén tranquilos y con sus familias”.

Pidió su esposa

Hasta la tarde del jueves, 20 de marzo, ni Estados Unidos ni El Salvador han hecho pública la lista de personas deportadas que fueron enviadas al Cecot. 

Este jueves arribó a Caracas un avión de Conviasa, proveniente de México, con 311 migrantes venezolanos.

El ministro de Interior, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, indicó que “al menos un millón de venezolanos” han sido repatriados con el Programa Vuelta a la Patria desde el año 2018. 

En declaraciones a los medios desde el aeropuerto, Cabello dijo que hay un grupo de abogados que trabajan el caso de venezolanos llevados a El Salvador para lograr su liberación. 

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