A través de la organización civil Impaktemos, 10 mujeres indígenas del municipio Mara han logrado dignificar su vida como pilares de la sociedad y su familia, a la par que colaboran con la causa de SenosAyuda.
Maracaibo. Otilia Fonseca, de 48 años, es la cuarta de once hermanos que nacieron en la comunidad Kasanay del municipio Mara del estado Zulia, donde la mayoría de sus habitantes pertenecen a la etnia Wayuu.
A pesar de la histórica vulnerabilidad que ha marcado esta comunidad, Otilia logró llegar al quinto año de bachillerato y luego se casó para formar su propia familia.
“Nosotros somos guajiros, aquí nacimos, nos criamos y todavía somos”, es lo primero que dice antes de acomodar a Leonelvis, su hijo de 27 años, que lleva en una silla de ruedas reclinable debido a su condición.
El 2 de noviembre de 1997 nació Leonelvis y su vida cambió para siempre. “Mi parto se adelantó, tenía seis meses de gestación cuando se me presentaron los dolores. Mandé a llamar a mi tía y cuando llegué al hospital había perdido el líquido amniótico”.
Los médicos no le dieron esperanza de vida al bebé. “Mi hijo no tenía uñas, no tenía encías, era tan pequeño que cabía en una caja de zapatos. A raíz de eso tuvo muchas complicaciones, sufrió varios paros respiratorios, mi hijo se iba a morir”, cuenta mientras se le quiebra la voz.
Un milagro
“Ya, mi amor, no lloréis que vos sois una bendición”, dice tratando de consolar a su hijo que escucha su relato. “Él es un milagro”, asegura.
La familia de Otilia y de su esposo, que trabajaba distribuyendo frutas por el país, fue fundamental en aquellos meses de oscuridad.
“Finalmente me lo dieron, era un niño perfecto. Seguía siendo muy pequeño y bajo de peso así que lo remitieron a varios especialistas, fuimos hasta al Ortopédico Infantil de Caracas y fue diagnosticado con hipoxia cerebral y luxación de caderas.
A partir de ahí los esposos se dedicaron a darle calidad de vida, tenía sus controles mensuales con los especialistas y todo parecía marchar bien. Pero cuando el niño cumplió dos años, mataron a su papá para atracarlo cuando salía de un supermercado en Ciudad Ojeda.
“Todo cambió, me tocó seguir sola”, suelta Otilia mientras aprieta la mano de su hijo.

Resiliencia
La apacible Otilia se transformó en una mujer luchadora, comenzó a hacer tortas, quesillos y pasapalos que vende en su comunidad. Luego aprendió a hacer decoraciones para fiestas, su prioridad era darle lo mejor a su hijo, pero confiesa que la agudización de la crisis económica del país le puso la vara muy alta.
“Leo tiene 17 años que no va a consulta, al menos antes aquí había transporte, ahora en este país no hay nada, ya no me alcanza para hacerle exámenes, mucho menos para pagar una consulta con un cardiólogo o neurólogo”, lamenta la madre.
Los pocos trabajos de repostería que le salen a Otilia la ayudan a darle solo una alimentación básica a su hijo, pero él requiere de una dieta específica, pañales, medicinas, entre otras cosas.
Como si nunca le hubieran preguntado, a Otilia le sorprende responder cuál es su sueño. Se frota las manos sudorosas, se ríe y llora al mismo tiempo y luego de un silencio nervioso suelta: “No tengo uno, tengo una larga lista de sueños, pero el primerito es que mi Leo esté siempre bien, que no me falte dinero para darle sus cosas, después vienen los míos”, susurra.
Una parte de ese sueño comenzó en 2024 cuando el proyecto de tejer pulseras en alianza con Impaktemos y Senos Ayuda le permitió tener más de un año de ingresos fijos. Pero además, aprendió a administrar su dinero y pensar en el futuro con empoderamiento y valor.
Una pulsera para la vida
La asociación civil sin fines de lucro Impaktemos trabaja desde hace 28 años en la formación de mujeres de la comunidad Kasanay y sus alrededores. La meta es impulsar los impactos positivos en el núcleo familiar y en la sociedad, convencidos de que la educación es el medio para convertir a las mujeres en generadoras de cambio y superación personal.
Ahora Otilia también lo entiende así y agradece el acompañamiento de Impaktemos en la comunidad, se siente agradecida de ser parte de las mujeres que han dignificado su vida, su trabajo y su cultura. Entendió que tejer es un arte que se lleva en el ADN indígena y podía abrirle paso a oportunidades de profunda transformación personal.
Mary Gámez, enlace de Impaktemos en Maracaibo, explicó que a partir de la alianza con su par Senos Ayuda, han logrado que una decena de mujeres se reencontraran con sus raíces wayuu tejiendo pulseras para la vida.
“Cuando trabajan en lo que saben hacer se empoderan, encuentran su propio valor humano, material y espiritual. Gracias a ese trabajo han podido sacar adelante a sus familias, porque no tienen la capacidad de salir a trabajar a la calle, viven muy lejos, tienen a los niños pequeños y algunas los tienen enfermos, entonces este proyecto de trabajar desde su hogar las dignificó, no solo económicamente, sino como mujeres”, detalló Gámez.
La idea es que estas 10 mujeres wayuu de Kasanay y El Palo que han participado en los proyectos, continúen trabajando por su cuenta con la variedad de artículos que saben hacer.
“Ahorita son brazaletes, pero ellas saben tejer bolsos, hamacas, chinchorros, tapetes, sombreros, saben hacer maravillas. La fuerza de ellas es el nivel de empoderamiento que tienen, y que nosotros, a través de este puente que hemos ido construyendo, podamos ayudarlas con el capital, enseñanza, la alfabetización y los modos de trabajo dignos”, refirió.

El valor de las alianzas
El primer proyecto fue tejer 3000 pulseras para el Día del Amor y la Amistad en 2023 y en 2024 tejieron otras 3000 más que estarán a la venta este febrero de 2025.
Sobre la alianza con Senos Ayuda, Gámez señaló: “Las mujeres wayuu están muy contentas de saber que a través de su trabajo pueden ayudar a mujeres que están enfrentando el cáncer de mama, eso las ilusionó mucho”.
Impaktemos se encarga de proveer los materiales y las mujeres reciben un pago digno por su mano de obra. Luego el dinero recolectado de la venta de las pulseras se emplea en la cadena de proyectos sociales en otros lugares de Venezuela.
Para Otilia el proyecto es una bendición que le ha permitido entender su valor, dignificar su trabajo y le ha dado herramientas con las que sueña seguir hasta lograr una vida más amable para ella y los suyos.
“Yo le agradezco mucho a Impaktemos, porque ellos han llegado aquí a compartir, pero también a enseñarnos que todo tiene su valor, son bendiciones”, concluye Otilia.
Lea también:
Las casitas de libros llegan a Guayana para fomentar la lectura