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«Venezuela a veces te obliga a crecer de golpe»: cuando los más jóvenes son quienes mantienen a su familia

LA HUMANIDAD · 30 ENERO, 2022 15:06

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Albany Andara Meza | @AlbanyAndara


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QUÉ CHÉVERE
QUÉ INDIGNANTE
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QUÉ CHIMBO

Las dos veces que María Fernanda pensó en suicidarse la idea de que nadie más mantendría a su familia la hizo desistir. La primera ocasión fue a los 20 años, cuando por llegar tarde fue despedida de la tienda departamental en la que trabajaba; tras reprobar una serie de 10 exámenes seguidos en la universidad y simultáneamente haber escuchado a su mamá llorar por haber sido diagnosticada con cáncer.

Era 20 de mayo de 2019 y tenía una soga lista para ello en su cuarto, dentro de la pequeña casa donde habita en Buena Vista, Petare, al este de Caracas. Sin embargo, se arrepintió al reflexionar que sus padres y el abuelo no contaban con dinero para enterrarla: sabía que tendrían que pedir prestado por eso.

Después de todo aquello, renunció al tercer año de la carrera de Idiomas Modernos y se dedicó a buscar un empleo a tiempo completo.

«Desde finales de 2018 yo soy la encargada de mi casa. Sin mi sueldo, no comemos; si me enfermo y no puedo trabajar, no comemos…Mi papá tiene 67 años y está jubilado; era abogado antes. Mi mamá tiene cáncer de seno; no es con metástasis, pero está asustada y vive repitiendo que se va a morir. La única que trabaja soy yo», narró la joven a Efecto Cocuyo.

Posteriormente consiguió un empleo modesto en un local de teléfonos celulares y también ofreció clases de inglés a cualquiera que se le atravesara, en enero de 2020. Con suerte lograba llegar a final de mes con lo equivalente en bolívares a 150 dólares mensuales, en medio de una hiperinflación que ese año alcanzó 2.959,8 %, según cifras del Banco Central de Venezuela (BCV). No podía pagar ni una sola quimioterapia para su madre; entonces llegó la pandemia, el 13 de marzo de 2020, y con ella otra vez el desempleo.

Una noche de abril de ese año pensó que su vida era poco más que un chiste malo e intentó tragarse un vaso de jugo con veneno para ratas, luego de ver que la muerte parecía rápida en un programa que vio en Internet.

No pudo hacerlo porque volvió a recordar que si no era ella la que laboraba su mamá, papá y abuelo no tendrían como sostenerse. Encontró trabajo remoto en junio luego de una exhausta búsqueda; se trataba de una serie de traducciones que debió enviar a una empresa en México; entonces decidió invertir parte del dinero que ganó en un psicólogo que no tardó en diagnosticarle depresión.

«Me dijo que estaba presionada, y es verdad; sentía una culpa grandísima cada vez que pensaba en morir, porque me decía ‘no puedo ser tan egoísta’. Estoy trabajando en eso; ahorita solo doy clases y hago traducciones para el exterior y la situación económica ha mejorado bastante. Gano casi 500 dólares y algo hacemos en la casa con eso; descubrir el trabajo freelance fue un alivio», contó María Fernanda.

Sostenes familiares a la fuerza

En Venezuela conviven un aproximado de 28 millones de habitantes. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Juventud (Enjuve) 2021, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), hay 6 millones 817 mil personas que tienen entre 15 y 29 años; de ellas, un millón de jóvenes (15 %) están al frente del hogar donde residen. El fenómeno preocupa a los expertos mientras se estima que 880 mil hombres y mujeres menores a los 24 años no continuaron su formación académica entre 2015 y 2021.

Además, las secuelas psicológicas de hacerse cargo de una familia completa a muy temprana edad son cada vez más visibles en aquellos que nacieron entre 1993 y 1997.

“Estamos poniendo a jóvenes veinteañeros asumiendo roles que tendrían a los 30 o 35 años, de una manera abrupta y sin ninguna preparación. Es una presión adicional a todo el estrés que produce el modelo sociopolítico de Venezuela. Esto fácilmente deja secuelas como ansiedad o depresión”, explicó Leonardo Herrera, especialista inscrito en el programa de psicólogos voluntarios de la Federación de Psicólogos de Venezuela.

Un fenómeno de la crisis

«El rendimiento del salario cada vez es menor. La participación de los adultos en el sostenimiento del hogar, aunque trabajen y tengan varias fuentes de empleo, cada vez es más insuficiente. Eso está provocando que los jóvenes tengan que sumar su fuerza laboral para incorporar otro ingreso a la casa», indicó Alexander Campos, sociólogo, profesor de la Universidad Central y director del Centro de Investigaciones Populares.

Para diciembre de 2021, la canasta básica de alimentos en Venezuela costaba 431,72 dólares, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas). Desde mayo del mismo año el salario mínimo del venezolano se ubica en 10 bolívares o 2 dólares al cambio.

Una de las más largas recesiones económicas en la historia nacional comenzó en 2013, producto de la caída de los precios del petróleo y las restricciones del control de cambio de la moneda, además de otros motivos relacionados a la corrupción y ataques a la propiedad privada. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2021, publicada por la Ucab, informa que «a partir de 2018 la proporción de población económicamente inactiva (PEI) comienza a crecer por la reducción de la demanda de empleo y la destrucción de oportunidades económicas».

Actualmente, 50 % de la población en Venezuela está económicamente inactiva, de acuerdo con datos de la Encovi. De ese porcentaje, 31,1 % son jubilados cuya pensión equivale a 1,5 dólares. En los núcleos familiares, varios jóvenes han tenido que asumir la mayor carga del hogar, frente a la imposibilidad de las personas mayores de encontrar empleo o proveer ingresos.

Juventud venezolana se reduce con menos oportunidades educativas y laborales, revela estudio Enjuve 2021

Marco Mancilla, tesista de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, tiene 24 años y trabaja como asistente de marketing para una farmacéutica. Asegura que dedica el 60 % de su salario para mantener a su mamá, quien es profesora jubilada, y también a su hermano menor.

“Yo cubro los gastos básicos del hogar. Por mes serían aproximadamente 500 dólares; gasto más de la mitad de lo que percibo mensualmente, pero me he organizado para poco a poco ir ahorrando, no todo lo que quisiera, pero es algo”, narró Mancilla.

Aseguró que ha dejado de hacer actividades tanto a nivel personal como profesional, debido a que es quien mantiene a su familia.

“Viajar, rumbear, hacer deportes…eso extraño. Aunque esto último no requiere tanto dinero sino tiempo; sin embargo, no puedo invertir ese tiempo en cosas que me gusten, más que todo por el trabajo. A nivel profesional hubiese querido hacer más cursos”, dijo Marco.

La Enjuve señaló que el 47,1 % de los jóvenes consideran que el mayor problema a enfrentar en el país es el económico, que se traduce en el alto costo de la vida. 

“La inserción en el campo laboral es cada vez más temprana. Hoy son más los que trabajan solamente o los que trabajan y estudian a la vez, que los que solo estudian en la universidad. Lamentablemente, vemos con preocupación, que la remuneración que logran los primeros va casi en su totalidad para mantener a la familia. Casi no se usa para gastos personales”, apuntó el sociólogo Campos.

Saltarse etapas

Alfredo Moneo se graduó en la Universidad Santa María en 2020 en Contaduría. Desde 2022 está a cargo de su hermano y su abuela, mientras su mamá vive en Estados Unidos.

Con 25 años, Moneo trabaja como especialista de reclutamiento (recursos humanos) para una empresa extranjera, de forma remota.

“Mi mamá no nos manda dinero, solo produce para sostenerse ella; entonces soy yo el que asumió aquí. En mi casa es un poco diferente, porque hay una señora muy mayor y pago una enfermera y un seguro médico. Además, contando la comida para tres personas y una mascota, diría que gasto entre 600 y 700 dólares mensuales solo para mi casa. Eso es un 70 % de lo que gano”, contó a Efecto Cocuyo.

El empleo remoto se ha vuelto cada vez más común, especialmente con la expansión del COVID-19. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el “experimento de teletrabajo masivo más extenso de la historia” ocurrió durante la pandemia. En Venezuela, algunos jóvenes lo prefieren por la posibilidad de ganar mayores sueldos laborando para compañías del exterior, en distintas áreas.

A los 17 años, Alfredo se imaginaba que a los 25 estaría viviendo en otro país, realizando un posgrado. Sin embargo, después de su graduación se obligó a cambiar los objetivos.

“Obviamente es difícil lidiar con esto a temprana edad. Digamos que me salté esta etapa de independizarme, de vivir solo y pasé directamente a ser cabeza de familia. Es algo brusco, pero al final es manejable para mí; sé que para otros es más complicado”, comentó Moneo.

Sus planes a largo plazo están contemplados en un período de ocho a nueve años. Mientras tanto trabaja 10 horas al día desde casa.

“Creo que es muy injusto cómo Venezuela a veces te obliga a crecer de golpe, sobre todo para personas que están en situaciones mucho más difíciles que la mía. No diría que es la mayoría de mi generación, pero es un porcentaje mucho más grande del que debería ser”, puntualizó.

Secuelas psicológicas

Para Alexander Campos, los jóvenes venezolanos centrados en sostener un hogar en un país que no ofrece créditos ni posibilidades para costear casas o vehículos propios, terminan por cambiar su visión del futuro.

“Implica por lo menos un cambio en las expectativas de lo que hasta ahora teníamos. Hasta ahora teníamos una generación de jóvenes centrados en los estudios porque era el principal motor de ascenso social y de desarrollo personal. Ahora es evidente que las expectativas de los jóvenes se dirigen hacia la migración o a un campo laboral diferente al planeado, lo que puede llegar a ser frustrante”, explicó.

El psicólogo Leonardo Herrera explica que la presión por ser cabeza de familia a una edad temprana, en un país en crisis económica, traerá consecuencias a largo plazo.

“Vamos a ver un aumento de los vicios (de cualquier tipo) y de patologías como la depresión. Esto último es lo más frecuente en adultos jóvenes que van a mi consultorio. Algunos terminan pensando en emigrar como un escape”, explicó.

Según Amnistía Internacional, al menos 5,7 millones de personas han salido del país hasta la fecha. La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela RV4 insiste en que la cifra supera los 6 millones. De acuerdo con la Encovi, la mitad de los que se han ido tienen entre 15 y 29 años de edad.

 

LA HUMANIDAD · 11 DICIEMBRE, 2022

«Venezuela a veces te obliga a crecer de golpe»: cuando los más jóvenes son quienes mantienen a su familia

Texto por Albany Andara Meza | @AlbanyAndara

Las dos veces que María Fernanda pensó en suicidarse la idea de que nadie más mantendría a su familia la hizo desistir. La primera ocasión fue a los 20 años, cuando por llegar tarde fue despedida de la tienda departamental en la que trabajaba; tras reprobar una serie de 10 exámenes seguidos en la universidad y simultáneamente haber escuchado a su mamá llorar por haber sido diagnosticada con cáncer.

Era 20 de mayo de 2019 y tenía una soga lista para ello en su cuarto, dentro de la pequeña casa donde habita en Buena Vista, Petare, al este de Caracas. Sin embargo, se arrepintió al reflexionar que sus padres y el abuelo no contaban con dinero para enterrarla: sabía que tendrían que pedir prestado por eso.

Después de todo aquello, renunció al tercer año de la carrera de Idiomas Modernos y se dedicó a buscar un empleo a tiempo completo.

«Desde finales de 2018 yo soy la encargada de mi casa. Sin mi sueldo, no comemos; si me enfermo y no puedo trabajar, no comemos…Mi papá tiene 67 años y está jubilado; era abogado antes. Mi mamá tiene cáncer de seno; no es con metástasis, pero está asustada y vive repitiendo que se va a morir. La única que trabaja soy yo», narró la joven a Efecto Cocuyo.

Posteriormente consiguió un empleo modesto en un local de teléfonos celulares y también ofreció clases de inglés a cualquiera que se le atravesara, en enero de 2020. Con suerte lograba llegar a final de mes con lo equivalente en bolívares a 150 dólares mensuales, en medio de una hiperinflación que ese año alcanzó 2.959,8 %, según cifras del Banco Central de Venezuela (BCV). No podía pagar ni una sola quimioterapia para su madre; entonces llegó la pandemia, el 13 de marzo de 2020, y con ella otra vez el desempleo.

Una noche de abril de ese año pensó que su vida era poco más que un chiste malo e intentó tragarse un vaso de jugo con veneno para ratas, luego de ver que la muerte parecía rápida en un programa que vio en Internet.

No pudo hacerlo porque volvió a recordar que si no era ella la que laboraba su mamá, papá y abuelo no tendrían como sostenerse. Encontró trabajo remoto en junio luego de una exhausta búsqueda; se trataba de una serie de traducciones que debió enviar a una empresa en México; entonces decidió invertir parte del dinero que ganó en un psicólogo que no tardó en diagnosticarle depresión.

«Me dijo que estaba presionada, y es verdad; sentía una culpa grandísima cada vez que pensaba en morir, porque me decía ‘no puedo ser tan egoísta’. Estoy trabajando en eso; ahorita solo doy clases y hago traducciones para el exterior y la situación económica ha mejorado bastante. Gano casi 500 dólares y algo hacemos en la casa con eso; descubrir el trabajo freelance fue un alivio», contó María Fernanda.

Sostenes familiares a la fuerza

En Venezuela conviven un aproximado de 28 millones de habitantes. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Juventud (Enjuve) 2021, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), hay 6 millones 817 mil personas que tienen entre 15 y 29 años; de ellas, un millón de jóvenes (15 %) están al frente del hogar donde residen. El fenómeno preocupa a los expertos mientras se estima que 880 mil hombres y mujeres menores a los 24 años no continuaron su formación académica entre 2015 y 2021.

Además, las secuelas psicológicas de hacerse cargo de una familia completa a muy temprana edad son cada vez más visibles en aquellos que nacieron entre 1993 y 1997.

“Estamos poniendo a jóvenes veinteañeros asumiendo roles que tendrían a los 30 o 35 años, de una manera abrupta y sin ninguna preparación. Es una presión adicional a todo el estrés que produce el modelo sociopolítico de Venezuela. Esto fácilmente deja secuelas como ansiedad o depresión”, explicó Leonardo Herrera, especialista inscrito en el programa de psicólogos voluntarios de la Federación de Psicólogos de Venezuela.

Un fenómeno de la crisis

«El rendimiento del salario cada vez es menor. La participación de los adultos en el sostenimiento del hogar, aunque trabajen y tengan varias fuentes de empleo, cada vez es más insuficiente. Eso está provocando que los jóvenes tengan que sumar su fuerza laboral para incorporar otro ingreso a la casa», indicó Alexander Campos, sociólogo, profesor de la Universidad Central y director del Centro de Investigaciones Populares.

Para diciembre de 2021, la canasta básica de alimentos en Venezuela costaba 431,72 dólares, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas). Desde mayo del mismo año el salario mínimo del venezolano se ubica en 10 bolívares o 2 dólares al cambio.

Una de las más largas recesiones económicas en la historia nacional comenzó en 2013, producto de la caída de los precios del petróleo y las restricciones del control de cambio de la moneda, además de otros motivos relacionados a la corrupción y ataques a la propiedad privada. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2021, publicada por la Ucab, informa que «a partir de 2018 la proporción de población económicamente inactiva (PEI) comienza a crecer por la reducción de la demanda de empleo y la destrucción de oportunidades económicas».

Actualmente, 50 % de la población en Venezuela está económicamente inactiva, de acuerdo con datos de la Encovi. De ese porcentaje, 31,1 % son jubilados cuya pensión equivale a 1,5 dólares. En los núcleos familiares, varios jóvenes han tenido que asumir la mayor carga del hogar, frente a la imposibilidad de las personas mayores de encontrar empleo o proveer ingresos.

Juventud venezolana se reduce con menos oportunidades educativas y laborales, revela estudio Enjuve 2021

Marco Mancilla, tesista de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, tiene 24 años y trabaja como asistente de marketing para una farmacéutica. Asegura que dedica el 60 % de su salario para mantener a su mamá, quien es profesora jubilada, y también a su hermano menor.

“Yo cubro los gastos básicos del hogar. Por mes serían aproximadamente 500 dólares; gasto más de la mitad de lo que percibo mensualmente, pero me he organizado para poco a poco ir ahorrando, no todo lo que quisiera, pero es algo”, narró Mancilla.

Aseguró que ha dejado de hacer actividades tanto a nivel personal como profesional, debido a que es quien mantiene a su familia.

“Viajar, rumbear, hacer deportes…eso extraño. Aunque esto último no requiere tanto dinero sino tiempo; sin embargo, no puedo invertir ese tiempo en cosas que me gusten, más que todo por el trabajo. A nivel profesional hubiese querido hacer más cursos”, dijo Marco.

La Enjuve señaló que el 47,1 % de los jóvenes consideran que el mayor problema a enfrentar en el país es el económico, que se traduce en el alto costo de la vida. 

“La inserción en el campo laboral es cada vez más temprana. Hoy son más los que trabajan solamente o los que trabajan y estudian a la vez, que los que solo estudian en la universidad. Lamentablemente, vemos con preocupación, que la remuneración que logran los primeros va casi en su totalidad para mantener a la familia. Casi no se usa para gastos personales”, apuntó el sociólogo Campos.

Saltarse etapas

Alfredo Moneo se graduó en la Universidad Santa María en 2020 en Contaduría. Desde 2022 está a cargo de su hermano y su abuela, mientras su mamá vive en Estados Unidos.

Con 25 años, Moneo trabaja como especialista de reclutamiento (recursos humanos) para una empresa extranjera, de forma remota.

“Mi mamá no nos manda dinero, solo produce para sostenerse ella; entonces soy yo el que asumió aquí. En mi casa es un poco diferente, porque hay una señora muy mayor y pago una enfermera y un seguro médico. Además, contando la comida para tres personas y una mascota, diría que gasto entre 600 y 700 dólares mensuales solo para mi casa. Eso es un 70 % de lo que gano”, contó a Efecto Cocuyo.

El empleo remoto se ha vuelto cada vez más común, especialmente con la expansión del COVID-19. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el “experimento de teletrabajo masivo más extenso de la historia” ocurrió durante la pandemia. En Venezuela, algunos jóvenes lo prefieren por la posibilidad de ganar mayores sueldos laborando para compañías del exterior, en distintas áreas.

A los 17 años, Alfredo se imaginaba que a los 25 estaría viviendo en otro país, realizando un posgrado. Sin embargo, después de su graduación se obligó a cambiar los objetivos.

“Obviamente es difícil lidiar con esto a temprana edad. Digamos que me salté esta etapa de independizarme, de vivir solo y pasé directamente a ser cabeza de familia. Es algo brusco, pero al final es manejable para mí; sé que para otros es más complicado”, comentó Moneo.

Sus planes a largo plazo están contemplados en un período de ocho a nueve años. Mientras tanto trabaja 10 horas al día desde casa.

“Creo que es muy injusto cómo Venezuela a veces te obliga a crecer de golpe, sobre todo para personas que están en situaciones mucho más difíciles que la mía. No diría que es la mayoría de mi generación, pero es un porcentaje mucho más grande del que debería ser”, puntualizó.

Secuelas psicológicas

Para Alexander Campos, los jóvenes venezolanos centrados en sostener un hogar en un país que no ofrece créditos ni posibilidades para costear casas o vehículos propios, terminan por cambiar su visión del futuro.

“Implica por lo menos un cambio en las expectativas de lo que hasta ahora teníamos. Hasta ahora teníamos una generación de jóvenes centrados en los estudios porque era el principal motor de ascenso social y de desarrollo personal. Ahora es evidente que las expectativas de los jóvenes se dirigen hacia la migración o a un campo laboral diferente al planeado, lo que puede llegar a ser frustrante”, explicó.

El psicólogo Leonardo Herrera explica que la presión por ser cabeza de familia a una edad temprana, en un país en crisis económica, traerá consecuencias a largo plazo.

“Vamos a ver un aumento de los vicios (de cualquier tipo) y de patologías como la depresión. Esto último es lo más frecuente en adultos jóvenes que van a mi consultorio. Algunos terminan pensando en emigrar como un escape”, explicó.

Según Amnistía Internacional, al menos 5,7 millones de personas han salido del país hasta la fecha. La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela RV4 insiste en que la cifra supera los 6 millones. De acuerdo con la Encovi, la mitad de los que se han ido tienen entre 15 y 29 años de edad.

 

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