A mucha gente le gusta, le encanta la navidad y desde meses previos a diciembre se prepara para esos festejos, se inician las compras o previendo las decoraciones y celebraciones hogareñas. Se considera una fiesta universal, que todo el mundo celebra.
Como hay de todo bajo la viña del señor, hay quienes no les gusta la navidad. Se le conoce como la gente Grinch, aludiendo al antipático pero gracioso personaje cinematográfico que detestaba la navidad. El problema es que la gente grinch no es bien vista porque agua la fiesta.
La navidad es considerada tiempo de paz y amor, de hacer las paces, inclusive, con quienes no nos llevamos el resto del año. El decreto de la época es ser felices. En este tiempo toda la gente se quiere una a otra, es buena, amable. Es tiempo de regalos, de compartir.
Pudiera pensarse que la navidad es la época en que la gente es más hipócrita pero no necesariamente es así. La clave está en la actitud individual y la que se genera colectivamente. En navidad se desarrolla la bondad, la caridad, la empatía, la generosidad. Menos mal que esta época existe y es una pausa en la que ejercitamos la capacidad de dar, recibir, de encontrarnos.
La navidad es una época de paradojas. Al tiempo que queremos hacer un alto en las preocupaciones, en las angustias, en las rabias y tristezas del resto del año, aparecen otras. Navidad es tiempo de tensión, de compromisos, de intranquilidad. No necesariamente de paz.
El decreto navideño de felicidad nos hace más sensibles y cualquier sentimiento puede aflorar. Paradójicamente, así como se espera que la alegría sea generalizada, en alguna gente, aparece la tristeza y, puede ser que también la rabia hacia lo que no le gusta.
La gente grinch no es que sea gente amargada, que no le guste festejar, puede hacerlo en otra época, otro día, pero no le gusta el decreto de sentirse feliz, de que la obliguen a sentirse así aunque no tenga razones para ello.
A la gente grinch le agobia la cantidad de compromisos sociales y los gastos extras que se dan en esta época. También pudiera ser que le fastidien las tradiciones, la obligación de hacer siempre lo mismo, con la misma gente, en el mismo lugar, de la misma forma.
Por lo general, a la gente grinch se le atribuye una incapacidad de divertirse, de ser antipática o le ven un síntoma de depresión. A quienes están alegres no les gusta ver gente triste. Posiblemente, les hace sentir culpa por su disfrute.
La gente grinch es honesta consigo misma. Merece respeto como debe respetarse toda persona que disienta. Si alguien no quiere festejar, divertirse como las demás, no tiene porqué hacerlo. Se aparta, se queda en casa, no impide que los demás celebren.
La pauta social dice que tanto en navidad, como en otros tiempos, es mejor que toda la gente esté en el mismo modo o sintonía. La tristeza es «mala», «fea» o simplemente, triste. Nada mejor que sentirse, hacerse feliz y más si hay un decreto universal para que sea así, al menos, por unos días.
Para considerarse o ser considerada una persona grinch ciertas condiciones aplican y comienzan por el auto decreto: no me gustan las navidades. Ni estas, ni las que vengan. No importa que se goce de buena salud, se tenga solvencia económica, amor, haya armonía familiar. Los grinch genuinos pueden martirizarse pensando que los demás la pasan mejor o que se es la persona más desgraciada de la tierra.
En navidad se puede sentir tristeza sin ser grinch cuando hay problemas de salud, económicos, los seres queridos estén lejos o alguno se haya ido para siempre. También se puede agudizar la tristeza en estos tiempos por añorar tiempos pasados.
Puede haber una tendencia a sentir depresión o ansiedad en navidad porque esta época nos sensibiliza más y agudiza el sentimiento de soledad, que es diferente a estar solo. Alguna gente reporta disfrutar de su soledad, inclusive en esta época y estas noches.
La «grindichidad» no es crónica aunque la gente la auto decreta y se defina como grinch. La práctica demuestra que ese sentimiento depende de circunstancias y estas pueden ser pasajeras.
Aunque se sea muy grinch pero se tiene buena salud, solvencia económica, una familia divertida, se está rodeado de gente querida, se puede olvidar lo grinch. Inclusive, si la «grindichidad» es producto de traumas infantiles se puede superar. El bienestar actual mata recuerdos.
En el caso de que las circunstancias particulares no ayuden a sentirse tan feliz en navidad, como Dios manda, podemos decretar nuestro propio bienestar, aunque sea pasajero, y celebrar nuestra vida.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Muñeca mata a galán
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A mucha gente le gusta, le encanta la navidad y desde meses previos a diciembre se prepara para esos festejos, se inician las compras o previendo las decoraciones y celebraciones hogareñas. Se considera una fiesta universal, que todo el mundo celebra.
Como hay de todo bajo la viña del señor, hay quienes no les gusta la navidad. Se le conoce como la gente Grinch, aludiendo al antipático pero gracioso personaje cinematográfico que detestaba la navidad. El problema es que la gente grinch no es bien vista porque agua la fiesta.
La navidad es considerada tiempo de paz y amor, de hacer las paces, inclusive, con quienes no nos llevamos el resto del año. El decreto de la época es ser felices. En este tiempo toda la gente se quiere una a otra, es buena, amable. Es tiempo de regalos, de compartir.
Pudiera pensarse que la navidad es la época en que la gente es más hipócrita pero no necesariamente es así. La clave está en la actitud individual y la que se genera colectivamente. En navidad se desarrolla la bondad, la caridad, la empatía, la generosidad. Menos mal que esta época existe y es una pausa en la que ejercitamos la capacidad de dar, recibir, de encontrarnos.
La navidad es una época de paradojas. Al tiempo que queremos hacer un alto en las preocupaciones, en las angustias, en las rabias y tristezas del resto del año, aparecen otras. Navidad es tiempo de tensión, de compromisos, de intranquilidad. No necesariamente de paz.
El decreto navideño de felicidad nos hace más sensibles y cualquier sentimiento puede aflorar. Paradójicamente, así como se espera que la alegría sea generalizada, en alguna gente, aparece la tristeza y, puede ser que también la rabia hacia lo que no le gusta.
La gente grinch no es que sea gente amargada, que no le guste festejar, puede hacerlo en otra época, otro día, pero no le gusta el decreto de sentirse feliz, de que la obliguen a sentirse así aunque no tenga razones para ello.
A la gente grinch le agobia la cantidad de compromisos sociales y los gastos extras que se dan en esta época. También pudiera ser que le fastidien las tradiciones, la obligación de hacer siempre lo mismo, con la misma gente, en el mismo lugar, de la misma forma.
Por lo general, a la gente grinch se le atribuye una incapacidad de divertirse, de ser antipática o le ven un síntoma de depresión. A quienes están alegres no les gusta ver gente triste. Posiblemente, les hace sentir culpa por su disfrute.
La gente grinch es honesta consigo misma. Merece respeto como debe respetarse toda persona que disienta. Si alguien no quiere festejar, divertirse como las demás, no tiene porqué hacerlo. Se aparta, se queda en casa, no impide que los demás celebren.
La pauta social dice que tanto en navidad, como en otros tiempos, es mejor que toda la gente esté en el mismo modo o sintonía. La tristeza es «mala», «fea» o simplemente, triste. Nada mejor que sentirse, hacerse feliz y más si hay un decreto universal para que sea así, al menos, por unos días.
Para considerarse o ser considerada una persona grinch ciertas condiciones aplican y comienzan por el auto decreto: no me gustan las navidades. Ni estas, ni las que vengan. No importa que se goce de buena salud, se tenga solvencia económica, amor, haya armonía familiar. Los grinch genuinos pueden martirizarse pensando que los demás la pasan mejor o que se es la persona más desgraciada de la tierra.
En navidad se puede sentir tristeza sin ser grinch cuando hay problemas de salud, económicos, los seres queridos estén lejos o alguno se haya ido para siempre. También se puede agudizar la tristeza en estos tiempos por añorar tiempos pasados.
Puede haber una tendencia a sentir depresión o ansiedad en navidad porque esta época nos sensibiliza más y agudiza el sentimiento de soledad, que es diferente a estar solo. Alguna gente reporta disfrutar de su soledad, inclusive en esta época y estas noches.
La «grindichidad» no es crónica aunque la gente la auto decreta y se defina como grinch. La práctica demuestra que ese sentimiento depende de circunstancias y estas pueden ser pasajeras.
Aunque se sea muy grinch pero se tiene buena salud, solvencia económica, una familia divertida, se está rodeado de gente querida, se puede olvidar lo grinch. Inclusive, si la «grindichidad» es producto de traumas infantiles se puede superar. El bienestar actual mata recuerdos.
En el caso de que las circunstancias particulares no ayuden a sentirse tan feliz en navidad, como Dios manda, podemos decretar nuestro propio bienestar, aunque sea pasajero, y celebrar nuestra vida.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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