La operatividad de las unidades de diálisis hospitalarias está en un descenso progresivo, una situación que compromete aún más la atención de los pacientes, alertó el cuarto boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales (ENH) en lo que va de 2022.
De acuerdo con el reporte elaborado por la organización no gubernamental Médicos por la Salud y publicado este 1 de junio, 18,5 % de las diálisis hospitalarias monitoreadas no están activas.
Se trata del valor más alto registrado por la ENH en los últimos cuatro años. Para 2019, la inoperatividad era del 13,2 %.
«Esto responde a varios factores, siendo las principales causas la falta de agua constante en los hospitales y la falta de reparación de los equipos», resalta el boletín.
A diferencia de las diálisis extrahospitalarias, la principal función de las unidades de diálisis hospitalarias incluidas en el boletín es atender a pacientes renales agudos, quienes requieren diálisis con urgencia por su cuadro clínico pero no son pacientes renales. En consecuencia, la inoperatividad de este servicio «compromete seriamente a estos pacientes, ya que no tienen terapia sustitutiva».
Según el informe, un paciente infartado debe esperar más de 3 horas para recibir la atención que requiere. En promedio, transcurren 197 minutos desde que el paciente llega a la emergencia del hospital hasta que le administran anticoagulantes. El tiempo de atención para un infarto debe ser menor a 2 horas.
En el caso de la neumonía, el tiempo se mide desde que el paciente llega hasta que se le administra el primer antibiótico. El lapso ideal para recibir el medicamento debe estar entre 1 y 2 horas, pero en Venezuela el promedio alcanza las 4 horas este 2022.
«Ambos indicadores han tenido mejoras, pero todavía son muy deficientes y están aún muy lejos de llegar a niveles aceptables«, resalta el documento.
El tiempo de atención, indica el boletín, es uno de los indicadores modernos de calidad en salud, pues además está directamente relacionado con el desenlace de los casos: a menor tiempo de atención, mayores son las probabilidades de desenlaces exitosos.
El boletín igualmente destaca que la violencia dentro de los centros asistenciales ha sido «una constante en los últimos años». La organización asegura que los hospitales no son espacios seguros ni para los pacientes ni para el personal.
En 2022, la Encuesta Nacional de Hospitales ha registrado 32 robos, 25 eventos cometidos por grupos irregulares, 26 hechos de violencia perpetrados por fuerzas de seguridad y 46 agresiones de familiares de pacientes.
Durante cuatro años, el principal tipo de violencia en los hospitales ha sido aquella protagonizada por familiares de los pacientes. De acuerdo con el boletín, el personal incluso ha sido amenazado con armas de fuego.
«Si bien es entendible que los familiares se sientan frustrados porque en los centros hospitalarios no hay insumos para la atención de los pacientes, o porque hay retrasos en la atención por las condiciones precarias de los centros de salud, de ninguna manera eso justifica que sea amenazado el personal», advierte Médicos por la Salud.
Otro de los indicadores destacados es la cantidad de hechos de violencia que son responsabilidad de grupos irregulares: personas con afiliaciones políticas claras que no responden a la jerarquía de ningún órgano de seguridad, pero que tampoco son parte de la seguridad interna de los hospitales.
«Su función es básicamente controlar la información que entra y sale de los centros de salud. Evitando así que cualquier situación extraordinaria, irregular o que simplemente la administración del hospital quiere mantener oculta, se filtre hacia afuera del hospital», añade la organización, que alerta que los actos de estos grupos y de las fuerzas de seguridad impactan negativamente en la dinámica hospitalaria.
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La operatividad de las unidades de diálisis hospitalarias está en un descenso progresivo, una situación que compromete aún más la atención de los pacientes, alertó el cuarto boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales (ENH) en lo que va de 2022.
De acuerdo con el reporte elaborado por la organización no gubernamental Médicos por la Salud y publicado este 1 de junio, 18,5 % de las diálisis hospitalarias monitoreadas no están activas.
Se trata del valor más alto registrado por la ENH en los últimos cuatro años. Para 2019, la inoperatividad era del 13,2 %.
«Esto responde a varios factores, siendo las principales causas la falta de agua constante en los hospitales y la falta de reparación de los equipos», resalta el boletín.
A diferencia de las diálisis extrahospitalarias, la principal función de las unidades de diálisis hospitalarias incluidas en el boletín es atender a pacientes renales agudos, quienes requieren diálisis con urgencia por su cuadro clínico pero no son pacientes renales. En consecuencia, la inoperatividad de este servicio «compromete seriamente a estos pacientes, ya que no tienen terapia sustitutiva».
Según el informe, un paciente infartado debe esperar más de 3 horas para recibir la atención que requiere. En promedio, transcurren 197 minutos desde que el paciente llega a la emergencia del hospital hasta que le administran anticoagulantes. El tiempo de atención para un infarto debe ser menor a 2 horas.
En el caso de la neumonía, el tiempo se mide desde que el paciente llega hasta que se le administra el primer antibiótico. El lapso ideal para recibir el medicamento debe estar entre 1 y 2 horas, pero en Venezuela el promedio alcanza las 4 horas este 2022.
«Ambos indicadores han tenido mejoras, pero todavía son muy deficientes y están aún muy lejos de llegar a niveles aceptables«, resalta el documento.
El tiempo de atención, indica el boletín, es uno de los indicadores modernos de calidad en salud, pues además está directamente relacionado con el desenlace de los casos: a menor tiempo de atención, mayores son las probabilidades de desenlaces exitosos.
El boletín igualmente destaca que la violencia dentro de los centros asistenciales ha sido «una constante en los últimos años». La organización asegura que los hospitales no son espacios seguros ni para los pacientes ni para el personal.
En 2022, la Encuesta Nacional de Hospitales ha registrado 32 robos, 25 eventos cometidos por grupos irregulares, 26 hechos de violencia perpetrados por fuerzas de seguridad y 46 agresiones de familiares de pacientes.
Durante cuatro años, el principal tipo de violencia en los hospitales ha sido aquella protagonizada por familiares de los pacientes. De acuerdo con el boletín, el personal incluso ha sido amenazado con armas de fuego.
«Si bien es entendible que los familiares se sientan frustrados porque en los centros hospitalarios no hay insumos para la atención de los pacientes, o porque hay retrasos en la atención por las condiciones precarias de los centros de salud, de ninguna manera eso justifica que sea amenazado el personal», advierte Médicos por la Salud.
Otro de los indicadores destacados es la cantidad de hechos de violencia que son responsabilidad de grupos irregulares: personas con afiliaciones políticas claras que no responden a la jerarquía de ningún órgano de seguridad, pero que tampoco son parte de la seguridad interna de los hospitales.
«Su función es básicamente controlar la información que entra y sale de los centros de salud. Evitando así que cualquier situación extraordinaria, irregular o que simplemente la administración del hospital quiere mantener oculta, se filtre hacia afuera del hospital», añade la organización, que alerta que los actos de estos grupos y de las fuerzas de seguridad impactan negativamente en la dinámica hospitalaria.