Así como el cambio climático es una realidad y ningún lugar del planeta está a salvo de sus impactos extremos, también es “la mayor amenaza para la salud” en este siglo.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se estiman 250.000 muertes adicionales cada año por enfermedades sensibles al clima, como estrés por calor, malnutrición, dengue y malaria, a partir de 2030.
Para evitar impactos sanitarios catastróficos, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (Ipcc) concluye que la temperatura de la Tierra no debe aumentar más de 1,5 °C.
Pero ese límite no representa un número seguro, pues cada décima de grado de calentamiento tendrá un grave impacto en la vida y salud de las personas.
Los expertos han augurado olas de calor más habituales y duraderas en diferentes regiones del mundo que producirán un exceso de mortalidad y mayor agotamiento por el calor.
La lucha del cuerpo para mantenerse estable ante el calor genera fatiga, golpes de calor, hipertensión, hipertermia y un cambio de comportamiento, agravado por la falta de descanso nocturno, que afecta incluso la salud mental, como explicó la Dra. María Neira, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en rueda de prensa.
En paralelo, se prevé un agravamiento de enfermedades circulatorias y respiratorias como la hipertensión arterial y el asma, por la presencia de aeroalérgenos o causantes de alergia en el aire (polen, ácaros, polvo) y la alta concentración atmosférica de gases.
El riesgo de diarrea en los trópicos y subtrópicos aumentará entre un 8 % y 11 %, por el aumento de enfermedades transmitidas por el agua.
Además, habrá un cambio de la distribución geográfica y estacional de enfermedades como el cólera; y floración de algas nocivas en los mares, algo letal para las especies marinas y los humanos que las consumen.
Un clima más cálido aumentará la reproducción, resiliencia y distribución de enfermedades transmitidas por vectores, es decir, cualquier organismo que transporta y transmite a otro organismo (vivo) un microorganismo que causa enfermedades; por ejemplo, los zancudos.
Desde la OPS estiman que el número adicional de personas infectadas por malaria solo en Sudamérica subirá de 25 millones en 2020 a 50 millones para el año 2080.
Los eventos meteorológicos extremos tienen un impacto directo en los cultivos, por lo que la caída de la producción, principalmente en los trópicos, aumentará el riesgo de desnutrición y efectos crónicos por retraso del crecimiento ante el menor acceso a alimentos.
A medida que sube la temperatura, también aumentan los síntomas de agotamiento mental, según la OPS, suficientes para desarrollar una enfermedad mental quien aún no la padezca, como angustia o depresión.
En este punto, hay muchos riesgos que aún no pueden estimarse con exactitud. Pero en palabras de la OPS, a corto y mediano plazo, los efectos del cambio climático en la salud serán determinados principalmente “por la vulnerabilidad de las poblaciones, su resiliencia al ritmo actual del cambio climático y el alcance y ritmo de la adaptación”.
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Así como el cambio climático es una realidad y ningún lugar del planeta está a salvo de sus impactos extremos, también es “la mayor amenaza para la salud” en este siglo.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se estiman 250.000 muertes adicionales cada año por enfermedades sensibles al clima, como estrés por calor, malnutrición, dengue y malaria, a partir de 2030.
Para evitar impactos sanitarios catastróficos, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (Ipcc) concluye que la temperatura de la Tierra no debe aumentar más de 1,5 °C.
Pero ese límite no representa un número seguro, pues cada décima de grado de calentamiento tendrá un grave impacto en la vida y salud de las personas.
Los expertos han augurado olas de calor más habituales y duraderas en diferentes regiones del mundo que producirán un exceso de mortalidad y mayor agotamiento por el calor.
La lucha del cuerpo para mantenerse estable ante el calor genera fatiga, golpes de calor, hipertensión, hipertermia y un cambio de comportamiento, agravado por la falta de descanso nocturno, que afecta incluso la salud mental, como explicó la Dra. María Neira, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en rueda de prensa.
En paralelo, se prevé un agravamiento de enfermedades circulatorias y respiratorias como la hipertensión arterial y el asma, por la presencia de aeroalérgenos o causantes de alergia en el aire (polen, ácaros, polvo) y la alta concentración atmosférica de gases.
El riesgo de diarrea en los trópicos y subtrópicos aumentará entre un 8 % y 11 %, por el aumento de enfermedades transmitidas por el agua.
Además, habrá un cambio de la distribución geográfica y estacional de enfermedades como el cólera; y floración de algas nocivas en los mares, algo letal para las especies marinas y los humanos que las consumen.
Un clima más cálido aumentará la reproducción, resiliencia y distribución de enfermedades transmitidas por vectores, es decir, cualquier organismo que transporta y transmite a otro organismo (vivo) un microorganismo que causa enfermedades; por ejemplo, los zancudos.
Desde la OPS estiman que el número adicional de personas infectadas por malaria solo en Sudamérica subirá de 25 millones en 2020 a 50 millones para el año 2080.
Los eventos meteorológicos extremos tienen un impacto directo en los cultivos, por lo que la caída de la producción, principalmente en los trópicos, aumentará el riesgo de desnutrición y efectos crónicos por retraso del crecimiento ante el menor acceso a alimentos.
A medida que sube la temperatura, también aumentan los síntomas de agotamiento mental, según la OPS, suficientes para desarrollar una enfermedad mental quien aún no la padezca, como angustia o depresión.
En este punto, hay muchos riesgos que aún no pueden estimarse con exactitud. Pero en palabras de la OPS, a corto y mediano plazo, los efectos del cambio climático en la salud serán determinados principalmente “por la vulnerabilidad de las poblaciones, su resiliencia al ritmo actual del cambio climático y el alcance y ritmo de la adaptación”.