close

“No pensé que tendría que trabajar en el campo para sobrevivir”, afirman maestros en el sur de Aragua

LA HUMANIDAD · 29 ENERO, 2023 20:14

Ver más de

Reynaldo Mozo Zambrano | @reymozo


¿Cómo valoras esta información?

13
QUÉ CHÉVERE
1
QUÉ INDIGNANTE
2
QUÉ CHIMBO

A casi 40 grados a la sombra la maestra Ángela Ortega, de 39 años de edad y con 14 años de experiencia en el área educativa, debe ir a cosechar cebolla, tomate, ajíes o maíz, en el asentamiento campesino Ruiz Pineda, ubicado en Barbacoas en el sur del estado Aragua.

Ortega trabaja en la escuela rural José Rafael Carballo, ubicada en el sector El Progreso de Barbacoas, pero los casi 13 dólares que gana al mes no le alcanzan para mantener a sus dos hijos.

Durante el año en esta localidad, los pequeños y medianos agricultores siembran los rubros que se pueden cultivar en estas tierras y contratan a algunos habitantes del pueblo para las labores de limpieza, cosecha, arado y cuidado.

La paga siempre va a depender del trabajo que se realice, pero generalmente los salarios diarios oscilan entre 5 y 10 dólares estadounidenses.

El salario mínimo en Venezuela es de 130 bolívares, fijado por el gobierno de Nicolás Maduro en marzo del año 2022. Esto representa menos de seis dólares al mes, lo que ha llevado a los gremios del magisterio venezolano a las calles desde que comenzó el mes de enero.

Ortega gana 13 dólares en su labor como docente

Ortega, a pesar de saber que era un trabajo extenuante, no dudó en aprovechar la mayoría de las zafras. En una semana la licenciada en educación generaba hasta 140 dólares, si trabajaba los siete días de la semana.

Muchas veces pedía permiso en la escuela para asistir a las largas faenas que implican realizar el trabajo en el campo.

Tener doble trabajo para sobrevivir

“El año pasado trabajé en el campo desde enero, descansamos hasta marzo y luego retomamos en abril. Trabajaba en las mañanas en la escuela y en la tarde tenía que ir al campo. A veces pedía permiso en la escuela para poder cobrar la semana completa”, cuenta la docente al equipo de Efecto Cocuyo.

Pero el rudo trabajo en el campo pasa facturas. Tras las intensas jornadas, Ortega sufre de dolores en las articulaciones y en los huesos, tanto así que a veces le impiden levantarse hasta por dos días.

“Es horrible. El sol cansa, causa muchas enfermedades en la piel; no es igual que estar aquí (en la escuela), en el campo trabajas mucho, son pocas horas, pero es más complicado”, asegura.

Al igual que miles de maestros y personal del gremio educativo en el país, Ortega exige un aumento de salario justo para laborar con dignidad, porque, aunque en el campo hace más dinero que en la escuela, su vocación de enseñar la mantienen de pie.

“La situación es muy difícil y mucho más en esta zona donde vivimos con los incrementos del dólar. Hoy que nos pagan la quincena cuando salgamos a comprar no nos alcanza para nada”.

Ángela Ortega, docente

Los gremios y sindicatos educativos, junto a otros sectores de la administración pública, reclaman salarios dignos porque con 20 dólares o menos al mes es imposible sobrevivir en Venezuela.

De limpiar la escuela a cosechar cebollas

Desde el año 2008 la señora Norbelia López, de 50 años de edad, trabaja como personal obrero de una escuela en Barbacoas. Cuando comenzó en el centro educativo la paga era buena y le alcanzaba para cubrir las necesidades de su hogar.

La mujer vive con su hija y tres nietos, es cabeza de hogar y su salario mensual es de 120 bolívares (5,63 dólares a tasa BCV), más 130 bolívares que recibe como bono de alimentación.

“Para traer comida a mi casa me he tenido que dedicar al campo, anteriormente cuando el salario me alcanzaba no tenía que ir al campo, ahora tengo que hacer dulces y lavar para poder sobrevivir”, cuenta López.

Norbelia López tiene hasta tres trabajos

López explica que el clima en Barbacoas es extremo. Para trabajar en el campo debe cubrirse la cabeza con un abrigo y un sombrero. Al igual que su compañera de gremio, esta trabajadora solicita permiso en la escuela para cosechar la tierra y ganar más dinero que el que le paga el gobierno.

“Lo más difícil es tener que cortar el monte con machete, nosotros trabajamos con escardillas. Hay mucha gente trabajando por necesidad en el campo. Incluso a veces mi nieto de 14 años se va a trabajar al campo conmigo para traer más dinero a la casa”, dice López.

Norbelia López

Para López es importante que el gobierno nacional escuche la petición del gremio educativo y que aumente los salarios. “Con lo que me pagan no puedo comprar ni las pastillas de la tensión”, afirma.

Cargar leche, cazar e ir al campo

Juan Pérez* es un profesor de educación física con 14 años de experiencia, la situación económica lo ha obligado a dejar las aulas de clase para cargar leche, cazar e ir a trabajar el campo, porque al igual que sus colegas, su salario de menos de 10 dólares no es suficiente para mantener a su pareja y a su hija.

“He tenido que ir a cazar venados y chigüires, las manos se me ponen horribles, he ido a pescar. Por ejemplo, en la temporada de caza de iguanas yo vendo la docena de huevos en 3 dólares”, agrega.

El profesor tiene aproximadamente tres años haciendo distintos tipos de actividades para llegar a fin de mes. Un de las que más dinero le generaba a la semana era transportar leche hacia las queseras que están ubicadas en Barbacoas. Cobraba 60 dólares a la semana por dos viajes al día.

“Yo cuando estudié y me gradué pensé que era para mejorar, pero todo ha sido horrible”, dice.

Por los bajos salarios que percibe a Pérez le han dado ganas de dejar la docencia, pero siempre piensa en sus alumnos y se le va ese pensamiento, porque le gusta mucho lo que hace.

“Para sobrevivir tengo que hacer de todo”, se lamenta.

Justo se mantiene de ventas al detal

Justo Méndez, tiene 58 años de edad y trabaja como personal obrero de la escuela José Rafael Carballo de Barbacoas, desde hace 14 años.

Para comprar comida, Méndez -además de ir a trabajar en el campo- tiene que vender chupetas y cigarrillos, los fines de semana en las calles del pueblo.

“El año pasado tuve que trabajar en el campo, cuando llegue la zafra de este año también pienso trabajar la agricultura, ahorita ya estoy sembrado tomate”.

Justo López

Cuando le toca vender chupetas y cigarrillos hace más dinero que su salario en la escuela. Y cuando va al campo puede ganarse hasta 8 dólares al día. Y si trabaja una semana completa le alcanza para hacer un mercado y enviarle dinero a su hijo adolescente.

“Cuando me dieron mi empleo por el gobierno estadal pensé que hasta ese día tenía que trabajar en el campo”, dijo.

Por el bajo salario por mantener la institución limpia, la familia le ha recomendado renunciar, pero él se niega porque esperará que le salga la jubilación.

Méndez informó que desde hace más de ocho años el Gobierno no les envía ni para comprar los uniformes, y el que tiene actualmente lo compro él mismo para así no dañar la ropa que tiene en casa.

“Trabajar en el capo es muy difícil, el sol te va dañando poco a poco”, afirma Méndez mientras se retira de la escuela.

*Nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente.

LA HUMANIDAD · 30 ENERO, 2023

“No pensé que tendría que trabajar en el campo para sobrevivir”, afirman maestros en el sur de Aragua

Texto por Reynaldo Mozo Zambrano | @reymozo

A casi 40 grados a la sombra la maestra Ángela Ortega, de 39 años de edad y con 14 años de experiencia en el área educativa, debe ir a cosechar cebolla, tomate, ajíes o maíz, en el asentamiento campesino Ruiz Pineda, ubicado en Barbacoas en el sur del estado Aragua.

Ortega trabaja en la escuela rural José Rafael Carballo, ubicada en el sector El Progreso de Barbacoas, pero los casi 13 dólares que gana al mes no le alcanzan para mantener a sus dos hijos.

Durante el año en esta localidad, los pequeños y medianos agricultores siembran los rubros que se pueden cultivar en estas tierras y contratan a algunos habitantes del pueblo para las labores de limpieza, cosecha, arado y cuidado.

La paga siempre va a depender del trabajo que se realice, pero generalmente los salarios diarios oscilan entre 5 y 10 dólares estadounidenses.

El salario mínimo en Venezuela es de 130 bolívares, fijado por el gobierno de Nicolás Maduro en marzo del año 2022. Esto representa menos de seis dólares al mes, lo que ha llevado a los gremios del magisterio venezolano a las calles desde que comenzó el mes de enero.

Ortega gana 13 dólares en su labor como docente

Ortega, a pesar de saber que era un trabajo extenuante, no dudó en aprovechar la mayoría de las zafras. En una semana la licenciada en educación generaba hasta 140 dólares, si trabajaba los siete días de la semana.

Muchas veces pedía permiso en la escuela para asistir a las largas faenas que implican realizar el trabajo en el campo.

Tener doble trabajo para sobrevivir

“El año pasado trabajé en el campo desde enero, descansamos hasta marzo y luego retomamos en abril. Trabajaba en las mañanas en la escuela y en la tarde tenía que ir al campo. A veces pedía permiso en la escuela para poder cobrar la semana completa”, cuenta la docente al equipo de Efecto Cocuyo.

Pero el rudo trabajo en el campo pasa facturas. Tras las intensas jornadas, Ortega sufre de dolores en las articulaciones y en los huesos, tanto así que a veces le impiden levantarse hasta por dos días.

“Es horrible. El sol cansa, causa muchas enfermedades en la piel; no es igual que estar aquí (en la escuela), en el campo trabajas mucho, son pocas horas, pero es más complicado”, asegura.

Al igual que miles de maestros y personal del gremio educativo en el país, Ortega exige un aumento de salario justo para laborar con dignidad, porque, aunque en el campo hace más dinero que en la escuela, su vocación de enseñar la mantienen de pie.

“La situación es muy difícil y mucho más en esta zona donde vivimos con los incrementos del dólar. Hoy que nos pagan la quincena cuando salgamos a comprar no nos alcanza para nada”.

Ángela Ortega, docente

Los gremios y sindicatos educativos, junto a otros sectores de la administración pública, reclaman salarios dignos porque con 20 dólares o menos al mes es imposible sobrevivir en Venezuela.

De limpiar la escuela a cosechar cebollas

Desde el año 2008 la señora Norbelia López, de 50 años de edad, trabaja como personal obrero de una escuela en Barbacoas. Cuando comenzó en el centro educativo la paga era buena y le alcanzaba para cubrir las necesidades de su hogar.

La mujer vive con su hija y tres nietos, es cabeza de hogar y su salario mensual es de 120 bolívares (5,63 dólares a tasa BCV), más 130 bolívares que recibe como bono de alimentación.

“Para traer comida a mi casa me he tenido que dedicar al campo, anteriormente cuando el salario me alcanzaba no tenía que ir al campo, ahora tengo que hacer dulces y lavar para poder sobrevivir”, cuenta López.

Norbelia López tiene hasta tres trabajos

López explica que el clima en Barbacoas es extremo. Para trabajar en el campo debe cubrirse la cabeza con un abrigo y un sombrero. Al igual que su compañera de gremio, esta trabajadora solicita permiso en la escuela para cosechar la tierra y ganar más dinero que el que le paga el gobierno.

“Lo más difícil es tener que cortar el monte con machete, nosotros trabajamos con escardillas. Hay mucha gente trabajando por necesidad en el campo. Incluso a veces mi nieto de 14 años se va a trabajar al campo conmigo para traer más dinero a la casa”, dice López.

Norbelia López

Para López es importante que el gobierno nacional escuche la petición del gremio educativo y que aumente los salarios. “Con lo que me pagan no puedo comprar ni las pastillas de la tensión”, afirma.

Cargar leche, cazar e ir al campo

Juan Pérez* es un profesor de educación física con 14 años de experiencia, la situación económica lo ha obligado a dejar las aulas de clase para cargar leche, cazar e ir a trabajar el campo, porque al igual que sus colegas, su salario de menos de 10 dólares no es suficiente para mantener a su pareja y a su hija.

“He tenido que ir a cazar venados y chigüires, las manos se me ponen horribles, he ido a pescar. Por ejemplo, en la temporada de caza de iguanas yo vendo la docena de huevos en 3 dólares”, agrega.

El profesor tiene aproximadamente tres años haciendo distintos tipos de actividades para llegar a fin de mes. Un de las que más dinero le generaba a la semana era transportar leche hacia las queseras que están ubicadas en Barbacoas. Cobraba 60 dólares a la semana por dos viajes al día.

“Yo cuando estudié y me gradué pensé que era para mejorar, pero todo ha sido horrible”, dice.

Por los bajos salarios que percibe a Pérez le han dado ganas de dejar la docencia, pero siempre piensa en sus alumnos y se le va ese pensamiento, porque le gusta mucho lo que hace.

“Para sobrevivir tengo que hacer de todo”, se lamenta.

Justo se mantiene de ventas al detal

Justo Méndez, tiene 58 años de edad y trabaja como personal obrero de la escuela José Rafael Carballo de Barbacoas, desde hace 14 años.

Para comprar comida, Méndez -además de ir a trabajar en el campo- tiene que vender chupetas y cigarrillos, los fines de semana en las calles del pueblo.

“El año pasado tuve que trabajar en el campo, cuando llegue la zafra de este año también pienso trabajar la agricultura, ahorita ya estoy sembrado tomate”.

Justo López

Cuando le toca vender chupetas y cigarrillos hace más dinero que su salario en la escuela. Y cuando va al campo puede ganarse hasta 8 dólares al día. Y si trabaja una semana completa le alcanza para hacer un mercado y enviarle dinero a su hijo adolescente.

“Cuando me dieron mi empleo por el gobierno estadal pensé que hasta ese día tenía que trabajar en el campo”, dijo.

Por el bajo salario por mantener la institución limpia, la familia le ha recomendado renunciar, pero él se niega porque esperará que le salga la jubilación.

Méndez informó que desde hace más de ocho años el Gobierno no les envía ni para comprar los uniformes, y el que tiene actualmente lo compro él mismo para así no dañar la ropa que tiene en casa.

“Trabajar en el capo es muy difícil, el sol te va dañando poco a poco”, afirma Méndez mientras se retira de la escuela.

*Nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente.