Conservadores del mundo uníos… contra la educación sexual

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La embestida de los sectores conservadores contra los avances sociales de las mujeres y de las personas sexo diversas está activa en todo el mundo. Ven los logros de esos grupos como una amenaza a los cimientos de la sociedad patriarcal y religiosa, siendo la educación sexual escolar uno de los mayores peligros.

En el escenario del conservadurismo mundial aparecen voces que expresan la visión o ideología de las iglesias desde su sínodo, a través de conferencias de pastores, o utilizando a voceros en el campo político, comunitario, académico; en el ámbito de las artes y la cultura. Los tentáculos del conservadurismo son multifacéticos.

Un discurso conservador

Los discursos conservadores tienen diferentes tonos y contenidos, pueden provenir de instituciones religiosas o de voceros de la llamada “derecha política” o de la “izquierda”, aun cuando se autodenomina “revolucionaria”. Lo que une a esos extremos es el ejercicio del autoritarismo para mantener los cimientos sociales tradicionales.

En los discursos autoritarios, sean de “derecha” o de “izquierda”, términos como “mentira” y “verdad” juegan un papel fundamental, así como los juicios morales que enfrentan a la “bondad” con la “maldad” o lo “enfermo” con lo “sano”.

Amparados entonces por el escudo de su “verdad”, “bondad” y “sanidad”, los conservadores trivializan y, por tanto, descalifican los planteamientos y logros de los grupos vulnerados y vulnerables, haciéndolo ver como un show que, en materia de derechos sociales, montan grupos de “mujeres lloriconas” y “hombres maricones”.

El discurso conservador desconoce que los logros de los grupos vulnerados son productos de largas e intensas luchas en lo individual y lo social. Detrás de esos logros hay sufrimiento, enfrentamientos con la familia y con aparatos represivos.

Estos grupos quieren presentar como responsables a los grupos históricamente discriminados, irrespetados, golpeados, particularmente a las minorías sexuales de lo que les ha tocado vivir. Los acusan de victimizarse y de ser abusadores al irrumpir contra la moral y las buenas costumbres públicas y de no integrarse a la sociedad como dios manda. En psicología, eso se llama manipulación.

Para ellos es “cool” tener amigos gays y amigas lesbianas, aunque trans, no tanto. Igual, es de “buena gente” apoyar reivindicaciones de las mujeres mientras no atenten contra la misión sagrada de procrear. Esas postura sociales hacen ver a los conservadores como tolerantes, respetuosos, hasta de avanzada, siempre y cuando esos grupos no pasen la delgada línea del “buen vivir”.

Pero, en esa “onda cool” hay límites: nada de que parejas homosexuales adopten niños o niñas que necesitan amparo y afecto, eso solo lo pueden garantizar las parejas de bien, aquellas de hombre con mujer y mujer con hombre.

El modelo ideal de la familia heterosexual muestra una debilidad cuando los datos dicen que la inmensa cantidad de casos de violación sexual de niños, niñas y adolescentes lo comenten padres o madres heterosexuales. Por supuesto, no por ello, hay que oponerse al matrimonio heterosexual.

Persiste el tabú sexual

Una de las características del discurso conservador es su aversión hacia los temas sexuales. Les encantaría que, en tiempos de internet y reguetón, le sigamos contando a niños y niñas el cuento de la cigüeña con tal de mantener su inocencia y no permitir que en las escuelas se enseñe cómo se hacen y nacen los seres humanos, temas que la familia, por lo general, tampoco habla.

Ignoran la teoría psicológica de la inoculación que sostiene que la información previa hace más resistentes a las personas para rechazar futura información o acciones que puedan ser nocivas. Es decir, si la escuela educa sexualmente, quienes asistan a ella tendrán más recursos para reconocer y apreciar las necesidades de su propio cuerpo, defenderse de ataques sexuales y de la pornografía, por decir algunos ejemplos.

Los conservadores le temen a la educación sexual integral porque saben que ayuda a formar personas más seguras que podrían exigir derechos y transformaciones sociales como ha venido ocurriendo. No reconocen que en las sociedades donde hay más derechos sexuales se vive en un ambiente de más libertad que en aquellas que las niegan y reprimen.

Estos grupos sostienen que la educación sexual es adoctrinamiento porque supuestamente obliga a creer y a comportarse de determinada manera. De ser así, toda pauta educativa (en la familia, la escuela, la sociedad) sería adoctrinamiento y no lo es.

Adoctrinamiento indiscutible es que, durante siglos, la enseñanza de la religión haya sido una asignatura de curso obligatorio, aun en las escuelas públicas consideradas laicas. También lo es instruir a los alumnos y alumnas para la primera comunión, o su equivalente, en otras religiones.

A esto se suma al poder de órdenes religiosas en la educación privada en la que, por supuesto, adoctrinan con sus enseñanzas como verdades absolutas e incuestionables.

Al tiempo que piden excluir la educación sexual de los programas escolares, los conservadores exigen a todas las instituciones, inclusive a los gobiernos, censurar los contenidos que sirvan para “adoctrinar” a la población, particularmente a la más joven, en temas sexuales.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: El mea culpa de Barbie

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.