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OPINIÓN · 24 MARZO, 2023 05:18

Dilemas ante una eventual democratización en Venezuela

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Stefania Vitale

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Es importante poner de relieve los dilemas a los cuales nos enfrentamos en una eventual democratización, tras la resaca propinada por el pasado reciente y por la dura realidad que nos arropa en consecuencia.

La autocratización en Venezuela si bien tomó un ritmo más sosegado comparado con el ritmo de otros países en la reciente ola mundial de autocratizaciones, hoy estamos frente a una consolidación autoritaria. El camino hacia una redemocratización está empedrado, debido a todas las implicaciones del autoritarismo – incluyendo las consecuencias de la durabilidad autoritaria- a los desaciertos de partidos y grupos de oposición y a la miopía de nosotros, los ciudadanos, en cómo teníamos que presionar a nuestros representantes políticos.

Los dilemas de la oposición aumentan porque toca revertir la estabilidad autocrática, desde su reinserción en el sistema político, que se ha visto reactivado -en cierto grado- con la participación parcial en las elecciones subnacionales de 2021. Y desde la persistencia en una negociación creíble, cuya vigencia nos resulta incierta, puesto que podría perder importancia para el chavismo que gobierna en algún momento determinado.

Por lo tanto, los dilemas de urgencia de la oposición en el sentido realista, en cualquier escenario, más aún en uno de adversidad abrumadora, residen en alinearse con el bien colectivo de la democratización bajo un recurrente cálculo de costo-beneficio de los actores.

Desde el prisma de la oposición, cada actor individual y colectivo está probablemente analizando hoy qué quiere, qué le conviene y qué puede hacer frente a lo que intuye o anticipa como incentivos del resto de los actores del sistema político actual.

Este cálculo lo hace, además, considerando la circunstancia autoritaria y crisis multidimensional, en función del horizonte temporal de 2023-2030, porque los eventos políticos y electorales por venir implican un cambio, aunque no se conozca con certeza su dirección y envergadura, al menos no hoy.

Considerar los dilemas e incentivos de un actor político de oposición individual o colectivo pasa por responder:

1. ¿Si quiere seguir siendo un actor de oposición, luego de tomar en cuenta los costos que esto implica? Y estos no son otros que los riesgos de ser reprimidos y los financieros. Un actor político de la oposición lógicamente piensa ¿cómo sobrevivir a estas múltiples crisis, dado que podría en su lugar optar por una mejor opción de ingreso y/o buscar otro empleo o profesión fuera del ámbito político, que le brinde seguridad personal, un habitual cálculo del costo de oportunidad?

El costo total –de represión y financiero- implica a la plana mayor de un partido y a hasta cualquier miembro de cuadros menores, puesto que el trabajo político a lo largo del territorio de los últimos es, igualmente, central, porque estamos hablando de una tarea de envergadura como lo es un proceso democratizador.

2. ¿Qué estrategia empleará en conjunto un partido o la oposición política? ¿Cómo desempeñará su rol? ¿Lo hará en función de su propia preferencia o la de estrictamente su financista o, más bien, pensando en el bien colectivo de la democratización?

3. ¿Cuál será finalmente su rol? ¿El de una oposición retórica o de una oposición estratégica, que vaya ganando terreno para la causa democrática?

4. ¿Con quién aliarse dentro la oposición y bajo qué figura y objetivo hacerlo, tras un juego repetido de cooperación muy inestable entre actores del mundo opositor? ¿Cómo sortear la poca confianza que existe entre los partidos tradicionales, incluso entre aquellos con enfoque estratégicos similares?

5. ¿Cómo entablar relaciones con nuevos grupos políticos, dadas las asimetrías de información sobre estos, sin que se precise hoy qué tan distante o cercanos son del gobierno?, ¿o si la democratización es su norte?

6. ¿Cómo convencerá de nuevo cada partido o la oposición en su conjunto a sus aliados nacionales, internacionales u otros para tener acceso a financiamiento e invertirlo en capacidades partidistas y de coordinación? Si a la vista se tiene el desempeño reciente de la oposición y otras consideraciones, como:

a) fracaso político de una estrategia de máxima presión; b) uso cuestionable de los recursos bajo la figura del gobierno interino; c) espacio de financiamiento disputado entre tantas causas que lo ameritan, dada la crisis multidimensional; d) interés geopolítico remanente sobre Venezuela: el de limitar nuevas olas de migración.

7. ¿Cómo podrá lograr un partido o la oposición en conjunto tener mayor voz y recuperar su voto en la negociación? En cualquier caso ¿cómo puede incidir en ese proceso, y, por ejemplo, convencer a Estados Unidos y sus diferentes instancias de gobierno que condicione de manera inteligente y progresiva al gobierno de Maduro el relajamiento de las sanciones, a cambio de cesiones democráticas creíbles, es decir, estables en el tiempo?

8. ¿Cómo relacionarse con la coalición de gobierno liderada por Nicolás Maduro, la cual se ha consolidado de manera autoritaria y tiene el monopolio de la represión pero que, a su vez, quiere negociar porque es dependiente de recursos financieros represados afuera y desearía, en última instancia, legitimidad?

9. ¿Cómo hacer frente a la heterogeneidad de los actores del chavismo y sus diferentes grados de vulnerabilidad en el futuro en el caso de que la oposición gobierne eventualmente? Este cálculo implica el próximo hito, 2024, porque consistirá en una redistribución del poder, en mayor o menor medida, dentro del propio chavismo que gobierna o en el seno de la oposición.

¿Cómo se piensa que el chavismo resolverá su problema de sucesión y cómo conocer oportunamente de qué grupo surgirá un candidato para 2024, de los moderados o radicales? ¿Implicará esto un escenario de democratización o uno de la Nicaragua actual?

10. ¿Cómo convencer la oposición a quién representa, a los venezolanos, de que no migre, de que vote porque sí puede incidir con esa herramienta política, de que renueve su confianza y vote por la oposición, de que prefiera una democracia y, por lo tanto, apoye una ruta pacífica de democratización, mientras que ellos están también calculando su costo-beneficio, decidiendo cotidianamente cómo resolver la adversidad socioeconómica lo que, a priori, le ocupa mucho tiempo?

Considerar estos dilemas e incentivos son indispensables para apelar a la economía política de lo factible y de lo potencialmente posible, y con ello evitar una mayor consolidación autoritaria, activar una ruta de democratización y construir bases de un progreso socioeconómico, a su vez intentando insertarlas en lo que demanda la agenda global, que trasciende el cumplimiento de las condiciones básicas de vida.

Ahora, hoy luce claro que un camino hacia la democracia no pasa ni por asumir la rendición de la oposición, ni la capitulación de quiénes hoy se hacen con el poder.

Este ejercicio realista de exponer los dilemas de la oposición no persigue otro propósito que darle forma a la esperanza.

Estas ideas fueron expuestas como conferencista independiente en el acto de cierre del congreso ideológico del partido Un Nuevo Tiempo en 2022, el pasado 7 de marzo.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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La autocratización en Venezuela si bien tomó un ritmo más sosegado comparado con el ritmo de otros países en la reciente ola mundial de autocratizaciones, hoy estamos frente a una consolidación autoritaria. El camino hacia una redemocratización está empedrado, debido a todas las implicaciones del autoritarismo – incluyendo las consecuencias de la durabilidad autoritaria- a los desaciertos de partidos y grupos de oposición y a la miopía de nosotros, los ciudadanos, en cómo teníamos que presionar a nuestros representantes políticos.

Los dilemas de la oposición aumentan porque toca revertir la estabilidad autocrática, desde su reinserción en el sistema político, que se ha visto reactivado -en cierto grado- con la participación parcial en las elecciones subnacionales de 2021. Y desde la persistencia en una negociación creíble, cuya vigencia nos resulta incierta, puesto que podría perder importancia para el chavismo que gobierna en algún momento determinado.

Por lo tanto, los dilemas de urgencia de la oposición en el sentido realista, en cualquier escenario, más aún en uno de adversidad abrumadora, residen en alinearse con el bien colectivo de la democratización bajo un recurrente cálculo de costo-beneficio de los actores.

Desde el prisma de la oposición, cada actor individual y colectivo está probablemente analizando hoy qué quiere, qué le conviene y qué puede hacer frente a lo que intuye o anticipa como incentivos del resto de los actores del sistema político actual.

Este cálculo lo hace, además, considerando la circunstancia autoritaria y crisis multidimensional, en función del horizonte temporal de 2023-2030, porque los eventos políticos y electorales por venir implican un cambio, aunque no se conozca con certeza su dirección y envergadura, al menos no hoy.

Considerar los dilemas e incentivos de un actor político de oposición individual o colectivo pasa por responder:

1. ¿Si quiere seguir siendo un actor de oposición, luego de tomar en cuenta los costos que esto implica? Y estos no son otros que los riesgos de ser reprimidos y los financieros. Un actor político de la oposición lógicamente piensa ¿cómo sobrevivir a estas múltiples crisis, dado que podría en su lugar optar por una mejor opción de ingreso y/o buscar otro empleo o profesión fuera del ámbito político, que le brinde seguridad personal, un habitual cálculo del costo de oportunidad?

El costo total –de represión y financiero- implica a la plana mayor de un partido y a hasta cualquier miembro de cuadros menores, puesto que el trabajo político a lo largo del territorio de los últimos es, igualmente, central, porque estamos hablando de una tarea de envergadura como lo es un proceso democratizador.

2. ¿Qué estrategia empleará en conjunto un partido o la oposición política? ¿Cómo desempeñará su rol? ¿Lo hará en función de su propia preferencia o la de estrictamente su financista o, más bien, pensando en el bien colectivo de la democratización?

3. ¿Cuál será finalmente su rol? ¿El de una oposición retórica o de una oposición estratégica, que vaya ganando terreno para la causa democrática?

4. ¿Con quién aliarse dentro la oposición y bajo qué figura y objetivo hacerlo, tras un juego repetido de cooperación muy inestable entre actores del mundo opositor? ¿Cómo sortear la poca confianza que existe entre los partidos tradicionales, incluso entre aquellos con enfoque estratégicos similares?

5. ¿Cómo entablar relaciones con nuevos grupos políticos, dadas las asimetrías de información sobre estos, sin que se precise hoy qué tan distante o cercanos son del gobierno?, ¿o si la democratización es su norte?

6. ¿Cómo convencerá de nuevo cada partido o la oposición en su conjunto a sus aliados nacionales, internacionales u otros para tener acceso a financiamiento e invertirlo en capacidades partidistas y de coordinación? Si a la vista se tiene el desempeño reciente de la oposición y otras consideraciones, como:

a) fracaso político de una estrategia de máxima presión; b) uso cuestionable de los recursos bajo la figura del gobierno interino; c) espacio de financiamiento disputado entre tantas causas que lo ameritan, dada la crisis multidimensional; d) interés geopolítico remanente sobre Venezuela: el de limitar nuevas olas de migración.

7. ¿Cómo podrá lograr un partido o la oposición en conjunto tener mayor voz y recuperar su voto en la negociación? En cualquier caso ¿cómo puede incidir en ese proceso, y, por ejemplo, convencer a Estados Unidos y sus diferentes instancias de gobierno que condicione de manera inteligente y progresiva al gobierno de Maduro el relajamiento de las sanciones, a cambio de cesiones democráticas creíbles, es decir, estables en el tiempo?

8. ¿Cómo relacionarse con la coalición de gobierno liderada por Nicolás Maduro, la cual se ha consolidado de manera autoritaria y tiene el monopolio de la represión pero que, a su vez, quiere negociar porque es dependiente de recursos financieros represados afuera y desearía, en última instancia, legitimidad?

9. ¿Cómo hacer frente a la heterogeneidad de los actores del chavismo y sus diferentes grados de vulnerabilidad en el futuro en el caso de que la oposición gobierne eventualmente? Este cálculo implica el próximo hito, 2024, porque consistirá en una redistribución del poder, en mayor o menor medida, dentro del propio chavismo que gobierna o en el seno de la oposición.

¿Cómo se piensa que el chavismo resolverá su problema de sucesión y cómo conocer oportunamente de qué grupo surgirá un candidato para 2024, de los moderados o radicales? ¿Implicará esto un escenario de democratización o uno de la Nicaragua actual?

10. ¿Cómo convencer la oposición a quién representa, a los venezolanos, de que no migre, de que vote porque sí puede incidir con esa herramienta política, de que renueve su confianza y vote por la oposición, de que prefiera una democracia y, por lo tanto, apoye una ruta pacífica de democratización, mientras que ellos están también calculando su costo-beneficio, decidiendo cotidianamente cómo resolver la adversidad socioeconómica lo que, a priori, le ocupa mucho tiempo?

Considerar estos dilemas e incentivos son indispensables para apelar a la economía política de lo factible y de lo potencialmente posible, y con ello evitar una mayor consolidación autoritaria, activar una ruta de democratización y construir bases de un progreso socioeconómico, a su vez intentando insertarlas en lo que demanda la agenda global, que trasciende el cumplimiento de las condiciones básicas de vida.

Ahora, hoy luce claro que un camino hacia la democracia no pasa ni por asumir la rendición de la oposición, ni la capitulación de quiénes hoy se hacen con el poder.

Este ejercicio realista de exponer los dilemas de la oposición no persigue otro propósito que darle forma a la esperanza.

Estas ideas fueron expuestas como conferencista independiente en el acto de cierre del congreso ideológico del partido Un Nuevo Tiempo en 2022, el pasado 7 de marzo.

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