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OPINIÓN · 11 MAYO, 2022 05:27

Discriminadas por ser madres

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Susana Reina | @feminismoinc

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QUÉ CHÉVERE
QUÉ INDIGNANTE
QUÉ CHIMBO

La maternidad se convierte en dificultad para trabajar porque, como sociedad, asumimos que es normal la existencia de las muchas barreras que se erigen en el proceso de crianza. Una combinación de múltiples factores limita sistemáticamente las opciones que podrían tener las madres para poder trabajar, a tal grado, que la gran mayoría de ellas termina pensando que no tienen ningún chance para mantener carrera e hijos simultáneamente, con el consecuente abandono de su carrera laboral.

Esto es mucho más grave en clases medias y pobres por los elevados costos de guardería, colegios, niñeras y todo el sistema que requeriría contar una mujer que desee trabajar siendo madre, aún cuando tenga pareja estable y “la ayude”.

Todo se lo ponemos difícil: las guarderías de calidad son carísimas; las escuelas no tienen el mismo horario que tiene el trabajo; alguien inventó el asunto de las actividades extraescolares para lo cual hay que volverse una etcétera para lograr que la criatura asista; pagarle a otra mujer para que los cuide cuesta dinero. Para colmo, convencemos a las madres de que lo adecuado es que ellas mismas críen a sus hijos sin delegar esa función a extrañas, ni siquiera a los propios padres y si lo hacen, la carga mental o sensación de culpa es atroz. Conclusión: muchas mamás “deciden” quedarse ellas en casa a criar. Sin opciones de servicios sociales de cuidado, las mujeres se convierten en esclavas de sus hijos y se quedan por fuera de la fuerza de trabajo remunerado.

La evidencia de que la maternidad es fuente de discriminación se constata en la enorme proporción de madres desempleadas, sobre todo después de la pandemia por Covid19, y en la escasa presencia de mujeres en posiciones gerenciales altas, formales o bien remuneradas, por no lograr permanencia y desarrollo de su carrera laboral una vez que se embarazan. De acuerdo con el estudio Aceleradores y Frenos en las carreras profesionales de las mujeres de FemData Consultoría, el porcentaje que pone en pausa su carrera por la maternidad en periodos que van de 1 a 5 años es del 45%, lo cual las retrasa y deja fuera de las posibilidades de generar ingresos para asegurar su propia autonomía financiera presente y futura.


La paradoja

Los principales detractores de la existencia de la brecha salarial sostienen el argumento de que, por efectos de la maternidad, las mujeres trabajan menos horas que los hombres, concluyendo de manera bastante ciega que tal brecha es “la consecuencia estadística de las preferencias individuales de las mujeres más que un fenómeno sistemático”. O sea, según este planteamiento, las mujeres deciden a voluntad ganar menos o nada en absoluto, para dedicarse a sus familias y dejar de cotizar al seguro o de obtener beneficios, aun cuando ello las haga más vulnerables para su vejez, dependientes de otros y sin independencia económica.

La verdad es que la brecha salarial por sexo no existiría si la carga de los cuidados se distribuyera equitativamente entre hombres y mujeres y se corrigiera tamaña desproporción que penaliza a las mamás de manera estructural y sistemáticamente. Ojo, la brecha salarial también existe por otros factores y se registra también en mujeres no madres, por lo que la maternidad no es la única explicación causante, lamentablemente. Pero en las madres funciona como una suerte de penalidad.

Es una trampa redonda: por un lado, socialmente te presionan para que te cases y tengas hijos y después que los tienes, no te contratan por estar embarazada o pronta a estarlo, pasando a ser considerada como costo. En palabras de la investigadora canadiense Maureen Fitzgerald, las mujeres experimentan algo llamado choice rethoric (la retórica de la elección): les hacemos creer que son libres para elegir, pero el espectro de opciones disponibles es bien cerrado. Al elegir, las decisiones de las madres que trabajan, raramente reflejan sus verdaderas preferencias. No por casualidad en la jerga gerencial se habla de balance trabajo-familia como si de polos opuestos se tratase.

Si eres mujer y madre, y quieres llegar a ser CEO, deberás contratar cuidadoras para tus hijos porque las exigencias laborales no son flexibles. No podrás tomar una responsabilidad de significativa influencia o autoridad, porque eso es mutuamente excluyente con las labores de crianza, aun contando con ayuda. Las reglas de juego laboral siguen siendo parcializadas y androcentristas.

Estoy convencida que estas “fallas” del sistema no son producto de la ineficiencia. Son parte de un diseño montado para controlar y ejercer poder sobre las mujeres relegándolas al espacio de lo privado y alejándolas de la autonomía plena. Jamás vi en mi carrera laboral de casi 40 años que a un hombre lo hubiesen dejado de contratar o lo despidieran porque iba a ser papá o estaba en edad de serlo. Al contrario, era motivo de promociones y aumentos para que tuviese con qué mantener a su familia. Eso nos tiene que decir algo…


¿Quieres trabajar y al mismo tiempo tener familia?

Tendrás que hacer muchos sacrificios para lograrlo. La maternidad es promocionada como una maravilla y quien lo contradice es considerado un hereje. Pero en realidad es un trabajo a tiempo completo, 24 horas al día, 7 días a la semana que incluye planificar, comprar, alimentar, limpiar, lavar, disciplinar, enseñar, acompañar, nutrir, consolar, curar y sostener, sin importar cansancio y otras urgencias.

Diversas investigaciones demuestran que muchas madres trabajadoras se sienten exhaustas e infelices al intentar ser “super mamás” teniendo que manejar carrera y familia 24×7, sin pago adicional y sin quejarse, porque ese es su “espacio natural”. En nuestro medio las niñas y adolescentes son educadas para ser madres y ocuparse de cuidar a otros con total responsabilidad sobre sus hombros, mejor si casadas. Si tienen que trabajar, deben aprender a organizarse y a poder con todo; caso contrario, es que algo malo debe haber en ellas.

No es tarea para nada fácil, pero se les dice a las mujeres que lo es, que es natural, innato e instintivo y maravilloso. Mentira. Involucra una gran cantidad de trabajo duro de manera no visible al punto de que mucha gente, incluidas las propias madres, no lo ven como trabajo. Se asume que un niño siempre es más importante que la mujer que lo pare. Estamos criando dentro del modelo de maternidad patriarcal que valora a las sacrificadas, a las no egoístas, a las que no se quejan, a las que cargan con todas las responsabilidades, pero con cero poder, enfocadas siempre en las necesidades de los hijos, sin atender ni siquiera mencionar o hacer valer las propias.


Dejar de discriminarlas

La labor de educar y criar niños es demasiado importante, pero los empleadores y los gobiernos le dan la espalda a tal realidad, relegando esto en las manos de las mujeres que tienen que dedicarse por sus propios medios a ello de forma casi exclusiva y sin retribución alguna, con un alto costo personal y financiero. Las empresas pudiesen ser más creativas si quisieran, en la aplicación de medidas flexibles y erradicación de estereotipos sexistas que usan para discriminar a las trabajadoras con hijos. Estoy segura de que ello será más útil que los mensajes edulcorados que publican el día de las madres, no siempre consistentes con sus prácticas habituales.

Tenemos que dejar de pedirle a las mujeres que elijan entre carrera y familia. No podemos seguir observando como si fuera un destino inefable, que sacrifiquen el bienestar personal y de su descendencia por el de su trabajo y viceversa. Urge crear un entorno donde sea normal que una madre trabaje y tenga una carrera exitosa, bien remunerada y sin culpas, al igual que hacen los papás actualmente. Tenemos que decirles a las niñas, además, que ser madres no es su razón de ser en la vida y procurar que se forjen un futuro donde tengan mucho más de donde elegir.

Pero por sobre todas las cosas, no debemos hacer sentir culpables a las mamás por las decisiones que son llevadas a tomar, porque todos hemos contribuido a levantar generaciones completas de hombres desentendidos de la crianza, que crecen convencidos de que lo doméstico y los cuidados no son su responsabilidad directa. Nos hemos acostumbrado a que así son las cosas, pero esto tiene que cambiar si queremos adoptar un modelo de bienestar equilibrado.

En este día de las madres me gustaría decirles a las que no lograron combinar carrera y familia y que tuvieron que abandonar su empleo formal, que la culpa no es de ellas, sino del entramado patriarcal que nos pone una y otra vez entre la espada y la pared. Y a las que lo lograron, darles un abrazo por la enorme fatiga y esfuerzo que esto debe haber supuesto en sus vidas, por más apoyos de los que hayan dispuesto.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Esto es mucho más grave en clases medias y pobres por los elevados costos de guardería, colegios, niñeras y todo el sistema que requeriría contar una mujer que desee trabajar siendo madre, aún cuando tenga pareja estable y “la ayude”.

Todo se lo ponemos difícil: las guarderías de calidad son carísimas; las escuelas no tienen el mismo horario que tiene el trabajo; alguien inventó el asunto de las actividades extraescolares para lo cual hay que volverse una etcétera para lograr que la criatura asista; pagarle a otra mujer para que los cuide cuesta dinero. Para colmo, convencemos a las madres de que lo adecuado es que ellas mismas críen a sus hijos sin delegar esa función a extrañas, ni siquiera a los propios padres y si lo hacen, la carga mental o sensación de culpa es atroz. Conclusión: muchas mamás “deciden” quedarse ellas en casa a criar. Sin opciones de servicios sociales de cuidado, las mujeres se convierten en esclavas de sus hijos y se quedan por fuera de la fuerza de trabajo remunerado.

La evidencia de que la maternidad es fuente de discriminación se constata en la enorme proporción de madres desempleadas, sobre todo después de la pandemia por Covid19, y en la escasa presencia de mujeres en posiciones gerenciales altas, formales o bien remuneradas, por no lograr permanencia y desarrollo de su carrera laboral una vez que se embarazan. De acuerdo con el estudio Aceleradores y Frenos en las carreras profesionales de las mujeres de FemData Consultoría, el porcentaje que pone en pausa su carrera por la maternidad en periodos que van de 1 a 5 años es del 45%, lo cual las retrasa y deja fuera de las posibilidades de generar ingresos para asegurar su propia autonomía financiera presente y futura.


La paradoja

Los principales detractores de la existencia de la brecha salarial sostienen el argumento de que, por efectos de la maternidad, las mujeres trabajan menos horas que los hombres, concluyendo de manera bastante ciega que tal brecha es “la consecuencia estadística de las preferencias individuales de las mujeres más que un fenómeno sistemático”. O sea, según este planteamiento, las mujeres deciden a voluntad ganar menos o nada en absoluto, para dedicarse a sus familias y dejar de cotizar al seguro o de obtener beneficios, aun cuando ello las haga más vulnerables para su vejez, dependientes de otros y sin independencia económica.

La verdad es que la brecha salarial por sexo no existiría si la carga de los cuidados se distribuyera equitativamente entre hombres y mujeres y se corrigiera tamaña desproporción que penaliza a las mamás de manera estructural y sistemáticamente. Ojo, la brecha salarial también existe por otros factores y se registra también en mujeres no madres, por lo que la maternidad no es la única explicación causante, lamentablemente. Pero en las madres funciona como una suerte de penalidad.

Es una trampa redonda: por un lado, socialmente te presionan para que te cases y tengas hijos y después que los tienes, no te contratan por estar embarazada o pronta a estarlo, pasando a ser considerada como costo. En palabras de la investigadora canadiense Maureen Fitzgerald, las mujeres experimentan algo llamado choice rethoric (la retórica de la elección): les hacemos creer que son libres para elegir, pero el espectro de opciones disponibles es bien cerrado. Al elegir, las decisiones de las madres que trabajan, raramente reflejan sus verdaderas preferencias. No por casualidad en la jerga gerencial se habla de balance trabajo-familia como si de polos opuestos se tratase.

Si eres mujer y madre, y quieres llegar a ser CEO, deberás contratar cuidadoras para tus hijos porque las exigencias laborales no son flexibles. No podrás tomar una responsabilidad de significativa influencia o autoridad, porque eso es mutuamente excluyente con las labores de crianza, aun contando con ayuda. Las reglas de juego laboral siguen siendo parcializadas y androcentristas.

Estoy convencida que estas “fallas” del sistema no son producto de la ineficiencia. Son parte de un diseño montado para controlar y ejercer poder sobre las mujeres relegándolas al espacio de lo privado y alejándolas de la autonomía plena. Jamás vi en mi carrera laboral de casi 40 años que a un hombre lo hubiesen dejado de contratar o lo despidieran porque iba a ser papá o estaba en edad de serlo. Al contrario, era motivo de promociones y aumentos para que tuviese con qué mantener a su familia. Eso nos tiene que decir algo…


¿Quieres trabajar y al mismo tiempo tener familia?

Tendrás que hacer muchos sacrificios para lograrlo. La maternidad es promocionada como una maravilla y quien lo contradice es considerado un hereje. Pero en realidad es un trabajo a tiempo completo, 24 horas al día, 7 días a la semana que incluye planificar, comprar, alimentar, limpiar, lavar, disciplinar, enseñar, acompañar, nutrir, consolar, curar y sostener, sin importar cansancio y otras urgencias.

Diversas investigaciones demuestran que muchas madres trabajadoras se sienten exhaustas e infelices al intentar ser “super mamás” teniendo que manejar carrera y familia 24×7, sin pago adicional y sin quejarse, porque ese es su “espacio natural”. En nuestro medio las niñas y adolescentes son educadas para ser madres y ocuparse de cuidar a otros con total responsabilidad sobre sus hombros, mejor si casadas. Si tienen que trabajar, deben aprender a organizarse y a poder con todo; caso contrario, es que algo malo debe haber en ellas.

No es tarea para nada fácil, pero se les dice a las mujeres que lo es, que es natural, innato e instintivo y maravilloso. Mentira. Involucra una gran cantidad de trabajo duro de manera no visible al punto de que mucha gente, incluidas las propias madres, no lo ven como trabajo. Se asume que un niño siempre es más importante que la mujer que lo pare. Estamos criando dentro del modelo de maternidad patriarcal que valora a las sacrificadas, a las no egoístas, a las que no se quejan, a las que cargan con todas las responsabilidades, pero con cero poder, enfocadas siempre en las necesidades de los hijos, sin atender ni siquiera mencionar o hacer valer las propias.


Dejar de discriminarlas

La labor de educar y criar niños es demasiado importante, pero los empleadores y los gobiernos le dan la espalda a tal realidad, relegando esto en las manos de las mujeres que tienen que dedicarse por sus propios medios a ello de forma casi exclusiva y sin retribución alguna, con un alto costo personal y financiero. Las empresas pudiesen ser más creativas si quisieran, en la aplicación de medidas flexibles y erradicación de estereotipos sexistas que usan para discriminar a las trabajadoras con hijos. Estoy segura de que ello será más útil que los mensajes edulcorados que publican el día de las madres, no siempre consistentes con sus prácticas habituales.

Tenemos que dejar de pedirle a las mujeres que elijan entre carrera y familia. No podemos seguir observando como si fuera un destino inefable, que sacrifiquen el bienestar personal y de su descendencia por el de su trabajo y viceversa. Urge crear un entorno donde sea normal que una madre trabaje y tenga una carrera exitosa, bien remunerada y sin culpas, al igual que hacen los papás actualmente. Tenemos que decirles a las niñas, además, que ser madres no es su razón de ser en la vida y procurar que se forjen un futuro donde tengan mucho más de donde elegir.

Pero por sobre todas las cosas, no debemos hacer sentir culpables a las mamás por las decisiones que son llevadas a tomar, porque todos hemos contribuido a levantar generaciones completas de hombres desentendidos de la crianza, que crecen convencidos de que lo doméstico y los cuidados no son su responsabilidad directa. Nos hemos acostumbrado a que así son las cosas, pero esto tiene que cambiar si queremos adoptar un modelo de bienestar equilibrado.

En este día de las madres me gustaría decirles a las que no lograron combinar carrera y familia y que tuvieron que abandonar su empleo formal, que la culpa no es de ellas, sino del entramado patriarcal que nos pone una y otra vez entre la espada y la pared. Y a las que lo lograron, darles un abrazo por la enorme fatiga y esfuerzo que esto debe haber supuesto en sus vidas, por más apoyos de los que hayan dispuesto.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: Errores cuando promovemos una causa como marca personal

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