La triste muerte de Enrique Mendoza generó un reconocimiento a su personalidad sencilla, a su capacidad de trabajo y dedicación a la comunidad por la que fue elegido. No se vio uso del poder para perpetuarse, sino para poner los recursos al servicio de los ciudadanos. Algunos evocaron imágenes de él con «las botas puestas» metido en el barro buscando soluciones a un problema de la gente. Si se revisa su amplio historial político se encuentra una importante respuesta de los votantes a esta entrega, expresada en porcentajes de votos. Ser varias veces gobernador de Miranda, integrante de la Región Capital, cerquita del centro del poder, fue su más importante logro.
No solamente se destacó de esta manera, también en el campo de la respuesta de la oposición al gobierno chavista en los eventos del 2002 en adelante. Encabezó la Coordinadora Democrática, se entregó a la organización sólida y solidaria de los partidos implicados en ella. El relieve que alcanzó preocupó al gobierno que terminó aplicándole su forma habitual de inhabilitar a todo aquel que resulte una amenaza a su control autocrático. Por ello Mendoza destaca como modelo del hacer político centrado en el hacer y no en falsas promesas.
Quizás los opinadores que contribuyen a la recurrente destrucción de los políticos del país en la palestra pública, dirán que por qué tanto elogio a Mendoza si era «un oligarca copeyano», y seguro que con ese apellido debió de ser adinerado; sin saber las dificultades que enfrentó afectado por una enfermedad tan grave como la leucemia. O lo recuerdan solo novelescamente por su vínculo con Irene Sáez, un orgullo de la belleza nacional, quien confesara que había tenido una «linda relación». También se identifica como el asesor de su buena gestión en la Alcaldía de Chacao.
En medio de las enormes dificultades que sufre Venezuela, esta onda de vibración totalmente negativa y negadora de toda acción que realicen los implicados en el hacer político, favorece solo al gobierno madurista, que la estimula suficientemente en su enfrentamiento, y en su concepción del oponente como enemigo político a destruir. Así se rechazan los discursos de defensores de Venezuela en el escenario internacional porque «no nos representan», cuando ahora se cree que se pueden disminuir el peso de las sanciones por el interés del petróleo en la crisis mundial debido a las carencias energéticas. Y todos los representantes de Voluntad Popular son ladrones y salen en fotos parecidas a esas de «Se busca». Y se olvida la represión y cárcel que sufrieron por su oportuna entrega.
O se equipara el trabajo de Guaido a la enorme corrupción chavista. Es cierto que en su ejercicio faltó transparencia, -y como se dice para cuidarse de las respuestas críticas «yo no meto mi mano por él»- pero el impacto de lo que hicieron se reconoce porque no lo han detenido ni enjuiciado por traición a la patria, y todavía personeros de la Comunidad Económica Europea se preguntan: «¿Ahora quién los representa para comunicarnos? Detenerlo tendría consecuencias en la imagen que intenta proyectar el gobierno, y lo tratan con aparente indiferencia porque el rechazo lo ha afectado y sacado del ruedo.
Entre los que se postulan y puntean las encuestas para las primarias está Capriles, quien se percató, por su trayectoria, que es necesario negociar para salir de estos perpetuadores que nos han destruido y robado fortunas millonarias en dólares, con las que se podría recuperar en parte el país. Ahora, Capriles es «traidor a la patria»; cartucho quemado porque ha perdido dos elecciones, y no porque tiene experiencia y fogueo político.
Si se toma en cuenta este escenario destructor sin ninguna reflexión, y que nos perjudica más como una nube negra acechante, y lo unimos a la desconfianza y a la falta de motivación de los votantes que no creen en nadie, nos preocupamos más. A esto se une la falta de perspectiva de los partidos en relación con la importancia de la unión de fuerzas y compromiso por el país con una sola candidatura presidencial. Se podría decir S.O.S. tanto a los ciudadanos, que pese al debacle que vive, tendrían que analizar y reconocer que mejor es tomar una acción que ninguna. Como por ejemplo, hay que impulsar la motivación política y hacer algo para poder salir de la destrucción y emergencia humanitaria de Venezuela; tal como lo hiciera Enrique Mendoza quien fue hasta su muerte un impulsor de la importancia de la unión. Que en paz descanse.
Para cerrar y ante la segura crítica de que «es muy fácil opinar estando afuera», recuerdo que el que emigra lo hace porque tiene la ayuda familiar para poder sobrevivir y porque la pensión recibida por jubilación no alcanza para comer y pagar todos los servicios; o por una dolencia que no puede enfrentar por falta de seguro o recursos, como le ocurre a todos los colegas docentes universitarios, ejercicio de lo que nos sentimos orgullosos pese al drama.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
De la misma autora: La estrategia de negar la diáspora venezolana
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No solamente se destacó de esta manera, también en el campo de la respuesta de la oposición al gobierno chavista en los eventos del 2002 en adelante. Encabezó la Coordinadora Democrática, se entregó a la organización sólida y solidaria de los partidos implicados en ella. El relieve que alcanzó preocupó al gobierno que terminó aplicándole su forma habitual de inhabilitar a todo aquel que resulte una amenaza a su control autocrático. Por ello Mendoza destaca como modelo del hacer político centrado en el hacer y no en falsas promesas.
Quizás los opinadores que contribuyen a la recurrente destrucción de los políticos del país en la palestra pública, dirán que por qué tanto elogio a Mendoza si era «un oligarca copeyano», y seguro que con ese apellido debió de ser adinerado; sin saber las dificultades que enfrentó afectado por una enfermedad tan grave como la leucemia. O lo recuerdan solo novelescamente por su vínculo con Irene Sáez, un orgullo de la belleza nacional, quien confesara que había tenido una «linda relación». También se identifica como el asesor de su buena gestión en la Alcaldía de Chacao.
En medio de las enormes dificultades que sufre Venezuela, esta onda de vibración totalmente negativa y negadora de toda acción que realicen los implicados en el hacer político, favorece solo al gobierno madurista, que la estimula suficientemente en su enfrentamiento, y en su concepción del oponente como enemigo político a destruir. Así se rechazan los discursos de defensores de Venezuela en el escenario internacional porque «no nos representan», cuando ahora se cree que se pueden disminuir el peso de las sanciones por el interés del petróleo en la crisis mundial debido a las carencias energéticas. Y todos los representantes de Voluntad Popular son ladrones y salen en fotos parecidas a esas de «Se busca». Y se olvida la represión y cárcel que sufrieron por su oportuna entrega.
O se equipara el trabajo de Guaido a la enorme corrupción chavista. Es cierto que en su ejercicio faltó transparencia, -y como se dice para cuidarse de las respuestas críticas «yo no meto mi mano por él»- pero el impacto de lo que hicieron se reconoce porque no lo han detenido ni enjuiciado por traición a la patria, y todavía personeros de la Comunidad Económica Europea se preguntan: «¿Ahora quién los representa para comunicarnos? Detenerlo tendría consecuencias en la imagen que intenta proyectar el gobierno, y lo tratan con aparente indiferencia porque el rechazo lo ha afectado y sacado del ruedo.
Entre los que se postulan y puntean las encuestas para las primarias está Capriles, quien se percató, por su trayectoria, que es necesario negociar para salir de estos perpetuadores que nos han destruido y robado fortunas millonarias en dólares, con las que se podría recuperar en parte el país. Ahora, Capriles es «traidor a la patria»; cartucho quemado porque ha perdido dos elecciones, y no porque tiene experiencia y fogueo político.
Si se toma en cuenta este escenario destructor sin ninguna reflexión, y que nos perjudica más como una nube negra acechante, y lo unimos a la desconfianza y a la falta de motivación de los votantes que no creen en nadie, nos preocupamos más. A esto se une la falta de perspectiva de los partidos en relación con la importancia de la unión de fuerzas y compromiso por el país con una sola candidatura presidencial. Se podría decir S.O.S. tanto a los ciudadanos, que pese al debacle que vive, tendrían que analizar y reconocer que mejor es tomar una acción que ninguna. Como por ejemplo, hay que impulsar la motivación política y hacer algo para poder salir de la destrucción y emergencia humanitaria de Venezuela; tal como lo hiciera Enrique Mendoza quien fue hasta su muerte un impulsor de la importancia de la unión. Que en paz descanse.
Para cerrar y ante la segura crítica de que «es muy fácil opinar estando afuera», recuerdo que el que emigra lo hace porque tiene la ayuda familiar para poder sobrevivir y porque la pensión recibida por jubilación no alcanza para comer y pagar todos los servicios; o por una dolencia que no puede enfrentar por falta de seguro o recursos, como le ocurre a todos los colegas docentes universitarios, ejercicio de lo que nos sentimos orgullosos pese al drama.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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