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OPINIÓN · 26 NOVIEMBRE, 2022 05:30

Eunucos sentimentales

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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios

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Si el tema del cuidado de la salud física por parte de los hombres es complicado, mucho más es su salud mental, su emocionalidad. En los patrones tradicionales de crianza del varón se sanciona la expresión emotiva por ser considerada propia de las mujeres; seres de segunda, según ese mismo pensamiento.

A la fantasía de la invulnerabilidad física con la se educa a los varones se agrega la represión emocional. La sociedad, a través de la familia, como primer agente educativo, da pautas a los varones para que se comporten como hombres a carta cabal; es decir sean heterosexuales desprovistos de sensibilidad, convirtiéndolos en eunucos sentimentales.

Las pautas de crianza de lo masculino

Históricamente, en la mayoría de las sociedades ser varón ha sido un privilegio. Desde los tiempos de las cavernas, la evidente fuerza física masculina ha permitido que los hombres desarrollen destrezas para el trabajo rudo y su enfrentamiento al mundo ha hecho se les atribuya una supuesta superioridad intelectual con respecto a otros géneros sexuales.

Quizás el rasgo de más peso entre las pautas de crianza cuando se educa a un varón, es la fortaleza física y mental. El varón se entrena para que sea fuerte, lo que implica ser valiente, agresivo, correr riesgos, ser competitivo. Los varones tradicionales deben dominar a quienes tengan a su alrededor. Cualquier recurso es válido para lograrlo, incluso, el uso de la fuerza, la violencia. Más si el objeto de dominio es una mujer. Así se educa a los hombres heterosexuales, para que sean machos, sin lugar a dudas.

Ser hombre tiene ventajas en casi todos los espacios de competencia social: elecciones, nombramientos de cargos públicos, en la empresa privada, en los deportes. Los salarios de los hombres, en labores que también realizan mujeres, suelen ser mayores que los de ellas. Aun con todos los avances sociales femeninos, las sociedades siguen siendo falocéntricas, lo cual tiene sus costos para los mismos varones.

No todo es rosa en el mundo azul o gris

En el campo social, los hombres se mueven con más soltura que las mujeres por los privilegios que, históricamente, se les ha otorgado. Eso hace pensar que ser hombre es, de hecho, una regalía pero no es así en todos los planos.

Ser hombre, de acuerdo a las pautas tradicionales y que preponderan en la actualidad, tiene sus costos. Fundamentalmente, en lo emocional.

Por considerar que lo emocional propio de lo femenino y que lo masculino es fuerza física e intelectual, la sociedad y las familias suelen castrar emocionalmente a los hombres. No se les permite sentir, mucho menos expresar emociones que se consideran femeninas como el miedo, la tristeza o el afecto en términos amorosos. Ellos pueden cumplir con el deber de enamorarse, lo que es distinto a eso que hacen algunas mujeres: enamorarse.

En la educación tradicional de lo masculino hay una hipertrofia de la sexualidad y un miedo terrible a la homosexualidad porque lo acerca a lo femenino Desde muy pequeños, los varones deben dar muestras de virilidad, expresada en el pene. Una erección en un bebé es vista con gracia y orgullo, más adelante, aunque se le diga “eso no se toca” -refiriéndose al pene- en el fondo hay un orgullo en los adultos que le rodean, porque lo haga y en cuanto crezca que se masturbe todo lo que pueda y que lo “meta” tan pronto como sea posible.

Para la mayoría de los hombres las relaciones sexuales están marcadas por el placer físico, sin necesidad de conexión afectiva. No tienen que amar para copular. Eso del afecto es de mujeres o una mariquera. Con esa creencia han sido educados como hombres.

Por siglos, a los hombres se les negó el derecho a la ternura. No podían cargar, ser cariñosos con los hijos, ni hijas,. Eso era cosa de mujeres. Ahora, se les permite que “ayuden” y que expresen algo. Igual con el llanto. Ya se les permite llorar pero discretamente, “como hombres”, nada de esas mariqueras como gritar aún cuando la tristeza o el dolor físico sea insoportable. Eso es de mujeres. Expresar sentimientos es signo de debilidad.

La única emoción que, tradicionalmente, se ha considerado masculina es la rabia, la que se expresa cuando hay que mostrar valentía, ser agresivo. No importa las consecuencias sociales que eso tenga, ni para ellos mismos. No en vano, en todas las cárceles del mundo la población masculina es abrumadoramente más numerosa que la femenina.

Los hombres criados con pautas machistas, son más violentos, más transgresores que otros géneros sexuales. Son así, no por su naturaleza masculina sino porque se les ha enseñado a comportarse de esa manera.

Los hombres son más proclives al consumo de estimulantes como al alcohol y otras drogas porque les permiten sentir, liberarse de los yugos sociales. Al estar bajo esos efectos, pueden expresar tristeza, afecto, miedos. Ser más ellos, no lo que la sociedad les exige.

Los hombres sufren más infartos al corazón que las mujeres. El estrés que le producen las demandas sociales, más la represión emocional con la que viven, está entre los principales desencadenantes de los infartos. Por esas mismas razones, los hombres se suicidan más que las mujeres. Ellos son menos fuertes que ellas ante el dolor, las angustias, el fracaso. Hay que dar pautas distintas a las tradicionales en la crianza de los varones.

Nuevos tiempos, nuevas masculinidades

Afortunadamente, las sociedades más avanzadas culturalmente han flexibilizado los patrones tradicionales en la educación de género. Hoy, hay más tolerancia hacia la sexodiversidad, han surgido nuevas maneras de ser hombre. Se es homosexual y se es hombre. Se es transexual y se puede ser hombre. Se es heterosexual y se puede ser emocional, tierna, llorar, reír, mostrarse alegre sin ser gay.

Falta mucho por hacer, por lograr, en educación de género. En la socialización de lo masculino siguen privando férreos patrones. Persiste el miedo y el rechazo a los varones afeminados, a la homosexualidad. Muchos varones que disfrutan de sexo con otros hombres lo ocultan hasta de ellos mismos. Pueden suicidarse por ello.

Apostamos por sociedades que permitan que los hombres heterosexuales, o de cualquier atracción sexual, se sientan libres de sentir sus emociones, de expresarlas, de ser ello. Eso es libertad. Así de simple y así de difícil.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: A la salud de los hombres

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A la fantasía de la invulnerabilidad física con la se educa a los varones se agrega la represión emocional. La sociedad, a través de la familia, como primer agente educativo, da pautas a los varones para que se comporten como hombres a carta cabal; es decir sean heterosexuales desprovistos de sensibilidad, convirtiéndolos en eunucos sentimentales.

Las pautas de crianza de lo masculino

Históricamente, en la mayoría de las sociedades ser varón ha sido un privilegio. Desde los tiempos de las cavernas, la evidente fuerza física masculina ha permitido que los hombres desarrollen destrezas para el trabajo rudo y su enfrentamiento al mundo ha hecho se les atribuya una supuesta superioridad intelectual con respecto a otros géneros sexuales.

Quizás el rasgo de más peso entre las pautas de crianza cuando se educa a un varón, es la fortaleza física y mental. El varón se entrena para que sea fuerte, lo que implica ser valiente, agresivo, correr riesgos, ser competitivo. Los varones tradicionales deben dominar a quienes tengan a su alrededor. Cualquier recurso es válido para lograrlo, incluso, el uso de la fuerza, la violencia. Más si el objeto de dominio es una mujer. Así se educa a los hombres heterosexuales, para que sean machos, sin lugar a dudas.

Ser hombre tiene ventajas en casi todos los espacios de competencia social: elecciones, nombramientos de cargos públicos, en la empresa privada, en los deportes. Los salarios de los hombres, en labores que también realizan mujeres, suelen ser mayores que los de ellas. Aun con todos los avances sociales femeninos, las sociedades siguen siendo falocéntricas, lo cual tiene sus costos para los mismos varones.

No todo es rosa en el mundo azul o gris

En el campo social, los hombres se mueven con más soltura que las mujeres por los privilegios que, históricamente, se les ha otorgado. Eso hace pensar que ser hombre es, de hecho, una regalía pero no es así en todos los planos.

Ser hombre, de acuerdo a las pautas tradicionales y que preponderan en la actualidad, tiene sus costos. Fundamentalmente, en lo emocional.

Por considerar que lo emocional propio de lo femenino y que lo masculino es fuerza física e intelectual, la sociedad y las familias suelen castrar emocionalmente a los hombres. No se les permite sentir, mucho menos expresar emociones que se consideran femeninas como el miedo, la tristeza o el afecto en términos amorosos. Ellos pueden cumplir con el deber de enamorarse, lo que es distinto a eso que hacen algunas mujeres: enamorarse.

En la educación tradicional de lo masculino hay una hipertrofia de la sexualidad y un miedo terrible a la homosexualidad porque lo acerca a lo femenino Desde muy pequeños, los varones deben dar muestras de virilidad, expresada en el pene. Una erección en un bebé es vista con gracia y orgullo, más adelante, aunque se le diga “eso no se toca” -refiriéndose al pene- en el fondo hay un orgullo en los adultos que le rodean, porque lo haga y en cuanto crezca que se masturbe todo lo que pueda y que lo “meta” tan pronto como sea posible.

Para la mayoría de los hombres las relaciones sexuales están marcadas por el placer físico, sin necesidad de conexión afectiva. No tienen que amar para copular. Eso del afecto es de mujeres o una mariquera. Con esa creencia han sido educados como hombres.

Por siglos, a los hombres se les negó el derecho a la ternura. No podían cargar, ser cariñosos con los hijos, ni hijas,. Eso era cosa de mujeres. Ahora, se les permite que “ayuden” y que expresen algo. Igual con el llanto. Ya se les permite llorar pero discretamente, “como hombres”, nada de esas mariqueras como gritar aún cuando la tristeza o el dolor físico sea insoportable. Eso es de mujeres. Expresar sentimientos es signo de debilidad.

La única emoción que, tradicionalmente, se ha considerado masculina es la rabia, la que se expresa cuando hay que mostrar valentía, ser agresivo. No importa las consecuencias sociales que eso tenga, ni para ellos mismos. No en vano, en todas las cárceles del mundo la población masculina es abrumadoramente más numerosa que la femenina.

Los hombres criados con pautas machistas, son más violentos, más transgresores que otros géneros sexuales. Son así, no por su naturaleza masculina sino porque se les ha enseñado a comportarse de esa manera.

Los hombres son más proclives al consumo de estimulantes como al alcohol y otras drogas porque les permiten sentir, liberarse de los yugos sociales. Al estar bajo esos efectos, pueden expresar tristeza, afecto, miedos. Ser más ellos, no lo que la sociedad les exige.

Los hombres sufren más infartos al corazón que las mujeres. El estrés que le producen las demandas sociales, más la represión emocional con la que viven, está entre los principales desencadenantes de los infartos. Por esas mismas razones, los hombres se suicidan más que las mujeres. Ellos son menos fuertes que ellas ante el dolor, las angustias, el fracaso. Hay que dar pautas distintas a las tradicionales en la crianza de los varones.

Nuevos tiempos, nuevas masculinidades

Afortunadamente, las sociedades más avanzadas culturalmente han flexibilizado los patrones tradicionales en la educación de género. Hoy, hay más tolerancia hacia la sexodiversidad, han surgido nuevas maneras de ser hombre. Se es homosexual y se es hombre. Se es transexual y se puede ser hombre. Se es heterosexual y se puede ser emocional, tierna, llorar, reír, mostrarse alegre sin ser gay.

Falta mucho por hacer, por lograr, en educación de género. En la socialización de lo masculino siguen privando férreos patrones. Persiste el miedo y el rechazo a los varones afeminados, a la homosexualidad. Muchos varones que disfrutan de sexo con otros hombres lo ocultan hasta de ellos mismos. Pueden suicidarse por ello.

Apostamos por sociedades que permitan que los hombres heterosexuales, o de cualquier atracción sexual, se sientan libres de sentir sus emociones, de expresarlas, de ser ello. Eso es libertad. Así de simple y así de difícil.

***

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