«¡Joe Biden es comunista! ¡Daniel Ortega es un pedófilo confeso! ¡La derecha come niños! ¡Los comunistas hacen orgías! ¡Andan unos hombres de traje negro en un carro negro secuestrando niños! ¡Aparecieron unos extraterrestres en el Alto de la Laguna! ¡Te están espiando en tu casa a través de Directv! ¡Los rusos controlan el sistema electoral norteamericano! » Son algunos de los titulares que aparecen en diversas formas y retransmitidas en la multiplicidad de plataformas digitales que facilitan la comunicación en la actualidad y con un alcance que se pierde de vista.
Medias verdades, cuartas verdades, mentiras inmensas, tres cuartas partes de verdades y un toque de manipulación dan a las informaciones un giro que las orienta “estratégicamente” hacia la desinformación. El mundo de hoy vive una “República desinformadora” que emite bulos de todas las características posibles, sin que sean verificados como corresponde y creando situaciones, en muchos casos, verdaderamente convulsionante en materia social, política, económica y hasta cultural.
Y aunque la desinformación siempre ha existido desde tiempos muy remotos, la principal diferencia con lo que ocurre actualmente, es la increíble capacidad de difusión e impacto que está generando en todos los ámbitos de la vida cotidiana. El bombardeo es de tal magnitud, que para alguien de mediana formación, le es imposible diferenciar qué es ruido, pirotecnia, tendencia virtual con la realidad y hasta se potencia su alienación sin que pueda separar verdad o mentira. La República desinformadora es una nueva forma de dictadura que crea esclavos de la “contrainformación” incapaces de actuar siguiendo un criterio de lógica racional y más bien, emulando a una especie de “eunucos mentales” abstraídos de su entorno y convertidos en asiduos seguidores del “metaverso” conductual.
Este concepto de “República desinformadora” puede llegar a tener impactos profundos en la política mundial. La utilización de la desinformación en el metaverso podría conducir a una “metapolítica” que cambie radicalmente el panorama internacional, a partir del caos y la zozobra como herramientas de movilización popular. Es importante destacar, además, que esta “República” no tiene un ámbito territorial definido. Más bien, es promovida desde gobiernos territoriales o intereses particulares pero con alcance global gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación.
Ahora, las campañas electorales y las disputas por el poder pasan por las redes de la “República desinformadora”. Desde allí se busca cambiar percepciones ciudadanas y movilizar sobre la base de informaciones interesadas –aunque no parezcan-, generar fanatismo y pasión sin ningún tipo de verificación técnica. Este fenómeno es realmente peligroso y puede causar estadios de violencia y deterioro de la convivencia democrática como nunca antes lo hemos visto. Quizás la reaparición con mucha fuerza en la actualidad del autoritarismo, se ancla a la desinformación desbordante que nos circunda. El deterioro del ambiente a causa de la crisis climática; más el deterioro provocado por la desinformación, hace que las sociedades se carguen de toxicidad emocional que son aprovechadas por líderes mesiánicos que terminan “esclavizando” la convivencia democrática en muchos lugares del planeta.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Medias verdades, cuartas verdades, mentiras inmensas, tres cuartas partes de verdades y un toque de manipulación dan a las informaciones un giro que las orienta “estratégicamente” hacia la desinformación. El mundo de hoy vive una “República desinformadora” que emite bulos de todas las características posibles, sin que sean verificados como corresponde y creando situaciones, en muchos casos, verdaderamente convulsionante en materia social, política, económica y hasta cultural.
Y aunque la desinformación siempre ha existido desde tiempos muy remotos, la principal diferencia con lo que ocurre actualmente, es la increíble capacidad de difusión e impacto que está generando en todos los ámbitos de la vida cotidiana. El bombardeo es de tal magnitud, que para alguien de mediana formación, le es imposible diferenciar qué es ruido, pirotecnia, tendencia virtual con la realidad y hasta se potencia su alienación sin que pueda separar verdad o mentira. La República desinformadora es una nueva forma de dictadura que crea esclavos de la “contrainformación” incapaces de actuar siguiendo un criterio de lógica racional y más bien, emulando a una especie de “eunucos mentales” abstraídos de su entorno y convertidos en asiduos seguidores del “metaverso” conductual.
Este concepto de “República desinformadora” puede llegar a tener impactos profundos en la política mundial. La utilización de la desinformación en el metaverso podría conducir a una “metapolítica” que cambie radicalmente el panorama internacional, a partir del caos y la zozobra como herramientas de movilización popular. Es importante destacar, además, que esta “República” no tiene un ámbito territorial definido. Más bien, es promovida desde gobiernos territoriales o intereses particulares pero con alcance global gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación.
Ahora, las campañas electorales y las disputas por el poder pasan por las redes de la “República desinformadora”. Desde allí se busca cambiar percepciones ciudadanas y movilizar sobre la base de informaciones interesadas –aunque no parezcan-, generar fanatismo y pasión sin ningún tipo de verificación técnica. Este fenómeno es realmente peligroso y puede causar estadios de violencia y deterioro de la convivencia democrática como nunca antes lo hemos visto. Quizás la reaparición con mucha fuerza en la actualidad del autoritarismo, se ancla a la desinformación desbordante que nos circunda. El deterioro del ambiente a causa de la crisis climática; más el deterioro provocado por la desinformación, hace que las sociedades se carguen de toxicidad emocional que son aprovechadas por líderes mesiánicos que terminan “esclavizando” la convivencia democrática en muchos lugares del planeta.
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