En la primera semana de septiembre de cada año se celebra el día mundial de la salud sexual, curiosamente poco divulgado a pesar de la importancia que esa temática tiene para todo el mundo. Por ello, vamos a contribuir a su divulgación.
Según información en internet, el día mundial de la salud sexual fue instaurado, en el 2010, por la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés), » un organismo internacional que agrupa sociedades científicas, organizaciones no gubernamentales y profesionales en el campo de la sexualidad humana», según reza en su presentación.
El objetivo de la Asociación Mundial para la Salud Sexual es “convocar a la comunidad global a unirse en la promoción de la salud y bienestar sexuales”. No queda claro si esta agrupación es reconocida por la Organización Mundial de la Salud o es una iniciativa particular con nombre rimbombante. Pero lo importante es haber creado una plataforma que hace bandera de su trabajo la promoción de los derechos sexuales como parte de los derechos humanos y eso ya es un gran favor a la humanidad.
Para la conmemoración del día mundial de la salud sexual en el 2022, se ha escogido como lema: Hablemos de placer.
La terminología del documento de presentación de la Asociación Mundial para la Salud Sexual permite inferir que se trata de organización medicalizada, que se rige por los patrones de la medicina, como madre de las disciplinas profesionales en el mundo positivista. Un movimiento que desplazó a la filosofía como madre de los saberes.
La medicalización del saber nos ha llevado a ver la vida en el continuum salud y enfermedad como alguna vez lo fue el bien y el mal. Promover la salud sexual como lo deseable presupone que existe otro polo: la enfermedad sexual, como lo indeseable. El mal.
Existen enfermedades o infecciones de transmisión sexual, a nivel orgánico, por supuesto, pero la cosa se complica cuando pasamos al plano de lo cognitivo, emocional, conductual de lo sexual. ¿Cuáles pensamientos, sentires, conductas sexuales son enfermos, cuáles sanos? Allí pisamos un peligroso terreno donde hay abono moral. De alguna forma, volvemos a la filosofía, a lo arbitrario de la filosofía.
La sexualidad, por ser asociada al placer, a la carne, al cuerpo – lo opuesto al alma y al espíritu- ha sido una dimensión invisibilizada, censurada, castigada por las religiones y a partir de ellas, por las culturas de casi todas las sociedades a través de la historia. El placer se ha asociado al pecado. Por ello, hay que ocultarlo o desplazar a otras dimensiones, inclusive a la de la salud y enfermedad.
Placer sentimos al comer algo que nos gusta, al abrigarnos cuando el frío arrecia, al dormirnos cuando el cansancio agota, al recrearnos cuando nos liberamos de las obligaciones, al disfrutar de una lectura, una película, una música, una obra creativa en cualquier expresión, cuando estamos con seres queridos, al enamorarnos. Todos esos son parte de la amplia gama de placeres que la vida nos ofrece y la sociedad nos permite dentro de lo que considera decente, bien hecho o políticamente correcto.
Hay placeres menos aceptados socialmente por lo que son considerados prosaicos, vulgares, indecorosos, escatológicos, como el defecar, orinar y otro, también asociado a los genitales, en el sumun de lo censurado: El placer sexual. De eso suele hablarse solo cuando es problema y, si acaso.
El sexual es quizás el mayor placer humano. Es el más primitivo, el más animal pero, en los humanos, involucra cuerpo y mente (por aquello de las fantasías, el deseo). Es sexual el placer más deseado, por una inmensa mayoría de gente, que pudiera serlo por lo idealizado, por comer el fruto prohibido.
El sexual es un placer silencioso, oculto, callado fuera de la intimidad. Un tabú para mucha gente. De eso no se habla. Es el placer de la vergüenza, el del miedo a sentir y por eso se puede inhibir. Lo sexual es objeto de castigo si se disfruta contra lo convenido en las leyes y según conceptos celestiales y terráqueos.
El placer sexual es intrínseco a la actividad sexual. Sexo sin placer es su negación. Por eso extraña que se proponga como lema de una conmemoración de la salud sexual `hablemos de placer´ como si fuese algo adicional, que pudiera estar o no, en un acto sexual. Y es que, en efecto, pudiera no estar.
Para la Asociación Mundial para la Salud Sexual “el placer sexual es la satisfacción y disfrute físico y/o psicológico derivado de experiencias eróticas compartidas o solitarias, incluyendo pensamientos, fantasías, sueños, emociones y sentimientos”. Simplifiquemos esa definición, digamos que el placer sexual es lo que nos hace gozar sexualmente. Goce y placer van de la mano y en lo sexual no se sueltan.
El goce sexual se obtiene en soledad o en compañía. Se goza cuando la relación sexual es con quien te atrae, donde y de la forma que provoque pero siempre y cuando todo eso sea aceptado, consensuado, entre quienes participen. Sexo obligado es la negación del placer.
Hay diversas formas de placer, de goce sexual sin llegar al orgasmo, sin eyacular, con solo ver, tocar, decir, oír, imaginar, inclusive, rezar.
“El placer sexual es parte de la libertad de expresión”. Esa frase del documento de la Asociación Mundial para la Salud Sexual, me gusta. Sintetiza la promoción de la libertad sexual como parte fundamental de la libertad personal.
Libertad, un concepto filosófico fundamental que deberíamos promulgar quienes trabajamos con sexualidad, inclusive, me atrevo a decir, más importante que el de salud.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: A propósito de la pederastia
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Según información en internet, el día mundial de la salud sexual fue instaurado, en el 2010, por la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés), » un organismo internacional que agrupa sociedades científicas, organizaciones no gubernamentales y profesionales en el campo de la sexualidad humana», según reza en su presentación.
El objetivo de la Asociación Mundial para la Salud Sexual es “convocar a la comunidad global a unirse en la promoción de la salud y bienestar sexuales”. No queda claro si esta agrupación es reconocida por la Organización Mundial de la Salud o es una iniciativa particular con nombre rimbombante. Pero lo importante es haber creado una plataforma que hace bandera de su trabajo la promoción de los derechos sexuales como parte de los derechos humanos y eso ya es un gran favor a la humanidad.
Para la conmemoración del día mundial de la salud sexual en el 2022, se ha escogido como lema: Hablemos de placer.
La terminología del documento de presentación de la Asociación Mundial para la Salud Sexual permite inferir que se trata de organización medicalizada, que se rige por los patrones de la medicina, como madre de las disciplinas profesionales en el mundo positivista. Un movimiento que desplazó a la filosofía como madre de los saberes.
La medicalización del saber nos ha llevado a ver la vida en el continuum salud y enfermedad como alguna vez lo fue el bien y el mal. Promover la salud sexual como lo deseable presupone que existe otro polo: la enfermedad sexual, como lo indeseable. El mal.
Existen enfermedades o infecciones de transmisión sexual, a nivel orgánico, por supuesto, pero la cosa se complica cuando pasamos al plano de lo cognitivo, emocional, conductual de lo sexual. ¿Cuáles pensamientos, sentires, conductas sexuales son enfermos, cuáles sanos? Allí pisamos un peligroso terreno donde hay abono moral. De alguna forma, volvemos a la filosofía, a lo arbitrario de la filosofía.
La sexualidad, por ser asociada al placer, a la carne, al cuerpo – lo opuesto al alma y al espíritu- ha sido una dimensión invisibilizada, censurada, castigada por las religiones y a partir de ellas, por las culturas de casi todas las sociedades a través de la historia. El placer se ha asociado al pecado. Por ello, hay que ocultarlo o desplazar a otras dimensiones, inclusive a la de la salud y enfermedad.
Placer sentimos al comer algo que nos gusta, al abrigarnos cuando el frío arrecia, al dormirnos cuando el cansancio agota, al recrearnos cuando nos liberamos de las obligaciones, al disfrutar de una lectura, una película, una música, una obra creativa en cualquier expresión, cuando estamos con seres queridos, al enamorarnos. Todos esos son parte de la amplia gama de placeres que la vida nos ofrece y la sociedad nos permite dentro de lo que considera decente, bien hecho o políticamente correcto.
Hay placeres menos aceptados socialmente por lo que son considerados prosaicos, vulgares, indecorosos, escatológicos, como el defecar, orinar y otro, también asociado a los genitales, en el sumun de lo censurado: El placer sexual. De eso suele hablarse solo cuando es problema y, si acaso.
El sexual es quizás el mayor placer humano. Es el más primitivo, el más animal pero, en los humanos, involucra cuerpo y mente (por aquello de las fantasías, el deseo). Es sexual el placer más deseado, por una inmensa mayoría de gente, que pudiera serlo por lo idealizado, por comer el fruto prohibido.
El sexual es un placer silencioso, oculto, callado fuera de la intimidad. Un tabú para mucha gente. De eso no se habla. Es el placer de la vergüenza, el del miedo a sentir y por eso se puede inhibir. Lo sexual es objeto de castigo si se disfruta contra lo convenido en las leyes y según conceptos celestiales y terráqueos.
El placer sexual es intrínseco a la actividad sexual. Sexo sin placer es su negación. Por eso extraña que se proponga como lema de una conmemoración de la salud sexual `hablemos de placer´ como si fuese algo adicional, que pudiera estar o no, en un acto sexual. Y es que, en efecto, pudiera no estar.
Para la Asociación Mundial para la Salud Sexual “el placer sexual es la satisfacción y disfrute físico y/o psicológico derivado de experiencias eróticas compartidas o solitarias, incluyendo pensamientos, fantasías, sueños, emociones y sentimientos”. Simplifiquemos esa definición, digamos que el placer sexual es lo que nos hace gozar sexualmente. Goce y placer van de la mano y en lo sexual no se sueltan.
El goce sexual se obtiene en soledad o en compañía. Se goza cuando la relación sexual es con quien te atrae, donde y de la forma que provoque pero siempre y cuando todo eso sea aceptado, consensuado, entre quienes participen. Sexo obligado es la negación del placer.
Hay diversas formas de placer, de goce sexual sin llegar al orgasmo, sin eyacular, con solo ver, tocar, decir, oír, imaginar, inclusive, rezar.
“El placer sexual es parte de la libertad de expresión”. Esa frase del documento de la Asociación Mundial para la Salud Sexual, me gusta. Sintetiza la promoción de la libertad sexual como parte fundamental de la libertad personal.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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