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OPINIÓN · 21 JUNIO, 2022 05:37

La escuela no hizo la tarea

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Antonio José Monagas

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El sistema educativo venezolano viene deteriorándose desde 2015. Particularmente, por el acaecimiento de la emergencia humanitaria compleja que rebasó importantes niveles de tolerancia social y económica.

La Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), en su informe 2019-2020, reportaba que “el rezago escolar severo se triplicó entre las mujeres, y se duplicó en el caso de los hombres”. Dicha encuesta, considerada referencia normativa y estadística de primer orden al servicio de la incidencia pública, es reveladora de los problemas que marcan las crisis que abruman al país. Entre ellos, la que ha mellado en la educación venezolana.

ENCOVI, al evidenciar los problemas surgidos por la pandemia, da cuenta del atraso que afecta al sistema educativo nacional en términos de la deserción escolar y universitaria. Igualmente, cabe señalar el inmenso daño que afectó la formación político-democrática del alumno de bachillerato. El cambio que sufrió el currículum, nunca su razón fue explicada. Tampoco la causa que supuestamente habría validado su sustitución. Tan infundada decisión, fue el comienzo de una brecha que se abrió entre la educación como derecho humano y deber social dispuesta a estimular el potencial creativo de la persona, y la educación soportada en un diseño precario y atiborrado de supuestos.


Otra brecha más en la ruta democrática

Tan extraña brecha, además de irrazonable, animó actitudes que reñían con la concepción del ciudadano. Ese error incidió en fomentar en aquellos jóvenes, actitudes carentes de precisiones referidas a valores cívicos, morales y políticos. Y que a su vez, se vieron incapaces de actuar en correspondencia con la transformación de realidades que demandaban conocimientos de “ciudadanía”, “civismo”, “civilidad” y “política”. Esa muchachada que comenzó a egresar del bachillerato no conocía la importancia de la sociedad civil como elemento fundamental del sistema democrático.

No hay duda de que tan absurda decisión, contraria a las necesidades de apuntalar el desarrollo político, económico, cultural y social que clamaba Venezuela, abrió un boquete moral por el cual lograron colarse las infundadas ideas que respaldaron al exaltado y obtuso militarismo que logró arribar al poder político en diciembre de 1998. A juicio del periodista Ramón Hernández, las causas del referido problema podrían estar en la poca o ninguna educación ciudadana recibida.

Sin mayor comprensión del escenario social y político en el que actuaban quienes no tuvieron una debida formación de “ciudadanía” como parte del currículum escolar de entonces, sirvieron de “sujetos de laboratorio” a los propósitos que grupos subversivos venían realizando en perjuicio del proceder, la moralidad y la naturaleza del venezolano respetuoso del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

Al respecto, Hernández escribía que es, “(…) relativamente fácil engatusar a una significativa mayoría con la promesa de la democracia verdadera y la participación protagónica que derivó en el peor autoritarismo y el más vulgar y demagógico populismo vivido en Venezuela” (El Nacional, 14 de enero de 2020). Fue ello la razón que pudo avivar el macabro plan de arremeter contra la institucionalidad democrática y ordenamiento jurídico nacional que sostenía al Estado venezolano cimentado por la Constitución de 1961.

Los gobiernos venezolanos de finales del siglo XX, no supieron dar respuesta al vacío que dejó la inmolación del proceso enseñanza-aprendizaje, cuya estructura pedagógica y didáctica soportaba la asignatura responsable de infundir “educación ciudadana” al estudiante. Mucho menos lo hizo el régimen político actual, invocando el ejemplo histórico del Libertador Simón Bolívar, que dispuso de la fuerza, del amedrentamiento y la coacción en demasía para imponer su “socialismo del siglo XXI”.

La educación que actualmente rige los currículum de los niveles primario y secundario, o también denominados: integral, básico y diversificado, obedece a criterios político-gubernamentales que han fracturado la misión de la escuela. Con improvisaciones que han girado en torno a intereses extemporáneos y foráneos.


¿Por qué ahora la escuela no forma ciudadanos?

El régimen ha dejado ver que no maneja lineamientos claros sobre lo qué es y cómo debe desarrollarse la “educación ciudadana”. Tampoco, estrategias para asentir y evaluar tan particular aprendizaje, quizás, debido a la improvisación por la que guía sus decisiones.

Así que con el pretexto de formar “nuevos republicanos”, según lo establece la Ley Orgánica de Educación vigente, ha presumido que la “educación de valores” que manifiesta apuntalar puede ser eje central de un proceso educativo que afiance manifestaciones y valores sociales, culturales y ciudadanos.

Podría decirse que la escuela (pública) está atrapada entre la desconexión ante las realidades más inminentes que han deformado la “ciudadanía”, y la incapacidad (quizás conveniente) del régimen para formar al venezolano en términos de las exigencias de un mundo tolerante, respetuoso y solidario.

De manera que no hay otra forma para calificar una escuela que se ha visto sometida por las intemperancias de un autoritarismo hegemónico devastador. La escuela (pública), lejos de su objetivo ético, social y moral, en su condición de “impulsora y constructora de ciudadanía”, está convertida en instrumento político de la mediocridad y distorsión cognitiva que asfixia a la democracia.

Triste, paradójica y contradictoriamente, las realidades muestran hoy una escuela vista como uno de los “brazos ideológicos” del régimen. Por eso no le es conveniente al régimen formar ciudadanos. Menos aún, buenos ciudadanos. Distanciado de las palabras del Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien aludía como “Estado docente”, el régimen actúa según la doctrina de “Gobierno docente”. Lamentablemente, la escuela no ha hecho la tarea.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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ENCOVI, al evidenciar los problemas surgidos por la pandemia, da cuenta del atraso que afecta al sistema educativo nacional en términos de la deserción escolar y universitaria. Igualmente, cabe señalar el inmenso daño que afectó la formación político-democrática del alumno de bachillerato. El cambio que sufrió el currículum, nunca su razón fue explicada. Tampoco la causa que supuestamente habría validado su sustitución. Tan infundada decisión, fue el comienzo de una brecha que se abrió entre la educación como derecho humano y deber social dispuesta a estimular el potencial creativo de la persona, y la educación soportada en un diseño precario y atiborrado de supuestos.


Otra brecha más en la ruta democrática

Tan extraña brecha, además de irrazonable, animó actitudes que reñían con la concepción del ciudadano. Ese error incidió en fomentar en aquellos jóvenes, actitudes carentes de precisiones referidas a valores cívicos, morales y políticos. Y que a su vez, se vieron incapaces de actuar en correspondencia con la transformación de realidades que demandaban conocimientos de “ciudadanía”, “civismo”, “civilidad” y “política”. Esa muchachada que comenzó a egresar del bachillerato no conocía la importancia de la sociedad civil como elemento fundamental del sistema democrático.

No hay duda de que tan absurda decisión, contraria a las necesidades de apuntalar el desarrollo político, económico, cultural y social que clamaba Venezuela, abrió un boquete moral por el cual lograron colarse las infundadas ideas que respaldaron al exaltado y obtuso militarismo que logró arribar al poder político en diciembre de 1998. A juicio del periodista Ramón Hernández, las causas del referido problema podrían estar en la poca o ninguna educación ciudadana recibida.

Sin mayor comprensión del escenario social y político en el que actuaban quienes no tuvieron una debida formación de “ciudadanía” como parte del currículum escolar de entonces, sirvieron de “sujetos de laboratorio” a los propósitos que grupos subversivos venían realizando en perjuicio del proceder, la moralidad y la naturaleza del venezolano respetuoso del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

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La educación que actualmente rige los currículum de los niveles primario y secundario, o también denominados: integral, básico y diversificado, obedece a criterios político-gubernamentales que han fracturado la misión de la escuela. Con improvisaciones que han girado en torno a intereses extemporáneos y foráneos.


¿Por qué ahora la escuela no forma ciudadanos?

El régimen ha dejado ver que no maneja lineamientos claros sobre lo qué es y cómo debe desarrollarse la “educación ciudadana”. Tampoco, estrategias para asentir y evaluar tan particular aprendizaje, quizás, debido a la improvisación por la que guía sus decisiones.

Así que con el pretexto de formar “nuevos republicanos”, según lo establece la Ley Orgánica de Educación vigente, ha presumido que la “educación de valores” que manifiesta apuntalar puede ser eje central de un proceso educativo que afiance manifestaciones y valores sociales, culturales y ciudadanos.

Podría decirse que la escuela (pública) está atrapada entre la desconexión ante las realidades más inminentes que han deformado la “ciudadanía”, y la incapacidad (quizás conveniente) del régimen para formar al venezolano en términos de las exigencias de un mundo tolerante, respetuoso y solidario.

De manera que no hay otra forma para calificar una escuela que se ha visto sometida por las intemperancias de un autoritarismo hegemónico devastador. La escuela (pública), lejos de su objetivo ético, social y moral, en su condición de “impulsora y constructora de ciudadanía”, está convertida en instrumento político de la mediocridad y distorsión cognitiva que asfixia a la democracia.

Triste, paradójica y contradictoriamente, las realidades muestran hoy una escuela vista como uno de los “brazos ideológicos” del régimen. Por eso no le es conveniente al régimen formar ciudadanos. Menos aún, buenos ciudadanos. Distanciado de las palabras del Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien aludía como “Estado docente”, el régimen actúa según la doctrina de “Gobierno docente”. Lamentablemente, la escuela no ha hecho la tarea.

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