La India se convirtió en el cuarto país en aterrizar con éxito en la Luna cuando su misión Chandrayaan-3 transportó dos robots, un vehículo y un módulo de aterrizaje, el miércoles 23 de agosto. El logro llega inmediatamente después de un intento desafortunado de lograr la misma hazaña por parte de un módulo ruso, la Luna-25, que se estrelló contra la superficie lunar a principios de esta semana.
Las dos misiones son parte de una nueva carrera hacia la Luna. En los últimos años, agencias espaciales, organizaciones sin fines de lucro y empresas de Rusia, India, Israel y Japón han intentado (y fracasado) hacer aterrizar naves en el polo sur de la Luna.
Estados Unidos y China también tienen planeadas misiones futuras. Estos países y empresas están interesados en explorar la Luna con fines científicos, pero también potencialmente industriales o comerciales, ya que hay recursos que podrían ser útiles en la Tierra, o proporcionar materiales para hacer más factibles los viajes espaciales a mayor profundidad dentro del sistema solar.
Basura en la superficie lunar
Pero con la nueva carrera espacial viene una consecuencia potencial, la superficie de la Luna podría comenzar a llenarse de basura. Los restos de la fallida misión Luna-25 descansarán para siempre en la superficie.
Los humanos hemos estado dejando objetos en la luna desde 1969, cuando el Luna 2 soviético se convirtió en el primer objeto creado por los humanos en entrar en contacto con la Luna y se estrelló intencionalmente allí. Desde entonces, más de 50 propulsores de cohetes han chocado contra la Luna.
Aparte de esos propulsores, las misiones espaciales han dejado dos pelotas de golf, una docena de botas, una pluma del halcón, casi cien bolsas de orina, heces y vómito, y una variedad de otros artefactos claramente humanos.
En general, la Luna ha servido como vertedero de 181 toneladas de material fabricado por el hombre y unas pocas docenas de cohetes, satélites y desechos relacionados con las misiones que orbitan el espacio entre la Tierra y la Luna. Incluso las misiones exitosas dejan escombros y, eventualmente, la Luna podría convertirse en un cementerio para los exploradores robóticos cuando dejen de funcionar.
La Luna ha sido una prístina cápsula del tiempo, su superficie nos ha ayudado a responder muchas de nuestras preguntas sobre el sistema solar. Ese estado “prístino” podría cambiarse irrevocablemente. No es exagerado preguntarse ahora: con el tiempo, ¿la superficie de la Luna se convertirá en depósito de chatarra de misiones fallidas, robots rotos y desechos?
En algún momento consideramos al océano como un lugar vasto e invulnerable. Sin embargo, hoy el mar está plagado de microplásticos. Sin regulación, el espacio, al igual que el océano, no permanecerá intacto por mucho tiempo.
Un deseo de superioridad política y tecnológica guió la primera carrera espacial de mediados del siglo XX; pero hoy razones mucho más tangibles estimulan la competencia hacia la Luna. El área dentro de la órbita de la Tierra, incluida la superficie de la Luna, es un tesoro escondido de descubrimientos científicos. La superficie lunar ofrece acceso a recursos como agua, helio-3 y materiales de tierras raras. El helio-3, por ejemplo, puede alimentar reactores de fusión nuclear.
Pero lo más notable es que el polo sur de la Luna contiene agua en forma de hielo. Mucho hielo, una misión lunar india anterior estimó que la luna alberga 589 millones de kilogramos de agua. Los investigadores confirmaron la presencia de este hielo en 2008 y desde entonces los países han intentado sin éxito acceder al polo sur. La misión india Chandrayaan-3 (lanzada un par de semanas antes que la rusa Luna-25) fue la primera en hacerlo cuando aterrizó con éxito la madrugada del miércoles pasado.
Todo este hielo podría cambiar la exploración espacial humana. Este, junto con otros recursos, podría transformarse en aire respirable, agua potable o incluso combustible. La extracción de estos recursos abre las puertas a la edificación de una estación lunar o al reabastecimiento de combustible para viajes más largos a las profundidades de nuestro sistema solar.
Pero aquí también hay recompensas científicas. Este hielo podría ayudar a los investigadores a aprender sobre los primeros días de nuestro sistema solar y los orígenes tanto de la Luna como de la Tierra.
La Luna es realmente el vecino más antiguo de la Tierra y una de las consecuencias de esto es que todo lo que ha experimentado la Tierra, en términos de interacciones con el resto del entorno espacial, también lo ha experimentado la Luna.
Pero hay una gran diferencia, la Luna conserva su historia. La atmósfera, el agua, el viento y las placas tectónicas que dieron forma a nuestra Tierra moderna también borraron de alguna manera nuestros antiguos orígenes geológicos. Al observar los cráteres e identificar los compuestos que se encuentran allí, los humanos podrían aprender más sobre la historia cósmica de nuestro mundo.
En 2022, un fragmento de la nave espacial china Chang’e 5 chocó involuntariamente contra la Luna. Unos años antes, una nave israelí, que habría sido la primera nave privada en aterrizar, se estrelló. La misión trajo consigo una “biblioteca” de conocimiento humano con varios artefactos de la Tierra. Esto incluía miles de tardígrados u “osos de agua” microscópicos que los científicos predicen que podrían sobrevivir al apocalipsis o incluso al espacio. Si bien ninguna de estas colisiones causó ningún daño inmediato, sí plantean preocupaciones sobre la interferencia humana en la Luna.
Los desechos de la superficie, además de otros tipos de alteraciones o perturbaciones del entorno espacial resultantes de las actividades humanas, podrían en algunos casos comprometer nuestra capacidad de estudiar científicamente esos entornos. Dado que la Luna contiene pistas sobre la historia de nuestro sistema solar compartido, aprender a estudiarla y protegerla es vital para continuar con los descubrimientos científicos.
Necesitamos de buenas políticas, colaboración y acuerdos globales para mantener y sostener el medio ambiente de la Luna.
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