Referendo sobre el Esequibo. No hay modo cierto de adelantarse a los cambios que marca el discurrir. Sin embargo, hay quienes se atreven a jugarle una partida a la incertidumbre a sabiendas de que no pueden ganar.
Ello es práctica usual de testarudos, ignorantes e intransigentes. Si presumen ser “políticos”, dirigentes u operadores de partidos políticos peor aún, pues son engreídos por estar investidos de poder o autoridad para impulsar cambios que no logran completar o iniciar.
Este preámbulo justificará la revisión hecha a partir de los criterios del análisis del lenguaje a fin de advertir las inconsistencias y redundancias o excesos que desnudan las intenciones encubiertas de modificar las realidades. Es lo que acostumbran los regímenes autoritarios cuando sus intereses se enredan.
Así podrá demostrarse la testarudez que, en el caso Venezuela, configura el absurdo referendo consultivo que, según el artículo 73 constitucional, refiere la aprobación de “tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieran comprometer las soberanía nacional (…)”.
Así que partiendo de esta consideración podrían detectarse desafueros lingüísticos que inspiran la formulación de estructuras dialécticas que dan paso a las preguntas que formalizan la redacción del aludido referéndum consultivo. A lo cual hay que sumar la declaratoria del gobierno guyanés cuando señala su negativa de ceder “una pulgada” del territorio Esequibo a Venezuela.
En principio, el régimen venezolano justifica la referida consulta al intentar la validación de la contradicción que dispone tal pretensión que habla “en defensa de la Guayana Esequiba”. Dicha contradicción, la constituye el hecho absurdo de buscar el restablecimiento de las condiciones originarias que rigieron el reclamo de Venezuela cuando la memoria histórica nos lleva a recordar que, en 2004, el territorio (hoy reclamado) fue negociado groseramente por el finado presidente de entonces.
La segunda pregunta, por ejemplo, evidencia una conjetura que busca confundir al elector mediante el recordatorio de un hecho histórico que pocos podrían reconocer. No el ciudadano común que acude al evento refrendario por razones vinculadas con intimidación, manipulación o sumisión.
La tercera pregunta, igualmente, repite la jugada basada en el conocimiento de la historia contemporánea venezolana el cual difícilmente podría ser dominado por electores con escasa cultura histórica. Más aún, con deficiente cultura política.
La cuarta pregunta no es distinta de las anteriores en cuanto a su forma y fondo. No obstante, acá la contradicción es de notar a primera vista pues, luego de haberse explicado el problema en cuestión, esta nueva pregunta lo desvirtúa de vulgar manera.
La quinta pregunta, es machacona en cuanto a que reitera la confusión que anteriormente despliega. Este problema tiene en su fondo la narrativa mediante la cual el régimen podría permitirse el manejo que su interpretación amañada plantea. Ello, con la intención de favorecer la intención maniquea que el régimen persigue como respuesta político-electorera.
A manera de conclusión sobre el referendo
El régimen refiere que la consulta va dirigida supuestamente a definir posibles estrategias que serían asumidas en la defensa del territorio Esequibo tal como conviene al poder político autoritario venezolano. Aunque indistintamente de dicho propósito, en nada el susodicho proceso político-refrendario exalta la posibilidad real de que la apuesta planteada tiene el valor jurídico que compromete la defensa del territorio en disputa.
Controversia, disputa o dilema, el problema que dicha consulta intenta resolver a los fines de recuperar lo que anteriormente en 2004 fue cedido por burda politiquería, hace pensar que tanto alboroto es expresión descocada de la testarudez de un absurdo Referendo.
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