La irrupción de una nueva versión de los mal llamados “juegos de retos” genera cuestionamientos sobre la formación de los adolescentes contemporáneos. El llamado “juego de la penitencia” donde sucesivamente se tienen relaciones con varias parejas ganando el chico que no eyacule. Una práctica que supone una ruleta de riesgos: embarazos, transmisión de enfermedades de transmisión sexual, uso de fármacos usados para la disfunción sin ningún tipo de prescripción.
Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por retar al adulto, a las normas, a los centros educativos. Y nos referimos a las adolescencias de todos los tiempos y no solo a la actual ¿Es que ya no recordamos el “juego de la botellita” que tanto preocupaba a nuestros padres?
En las actividades que realizamos con familias y docentes siempre se plantea que nuestros adolescentes no tienen valores. A tal afirmación, el psicólogo Sergio Parra responde: “Los jóvenes de hoy no están perdiendo los valores. En primer lugar, porque perder los valores sería equivalente a ser vaciado de valores hasta que no quede ninguno o casi ninguno. Lo que sucede es que los valores, en los jóvenes, cambian. Y eso siempre ha ocurrido. Por esa razón, todos los mayores, de todas las épocas de la historia, han repetido amargamente que los jóvenes de antes eran mejor. No se están perdiendo los valores. Ni siquiera los jóvenes de hoy son peores que los de antes. Solo son diferentes”.
Reforzar la autonomía desde los primeros años.
Es propio de la adolescencia pensar que lo malo “les sucede a otros y no a mí”. También es cierto que no todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel muy importante aquellos que se dejan llevar por la presión del grupo, que no pueden decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de “caminar sobre el filo de la cornisa”.
Es indudable el impacto que tiene el uso de las redes sociales en las actuales generaciones y en su socialización, también para la difusión de cualquiera de estas experiencias riesgosas y la posibilidad de abordarla y prevenirla.
La viralidad de la información puede ser riesgosa, porque pone sobre la mesa temas de los que no se habla. Ponen a la vista y dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen virales. Se sobreexponen imágenes de los adolescentes involucrados que pueden convertirlos en víctimas de bullying y otras formas de violencia.
Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre este tipo de “juegos”, porque piensan que es una forma de “darle ideas a los muchachos” y difundirlos. Es necesario hablar con los hijos y estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de prácticas que no cesan, sino que al contrario se hacen más frecuentes.
El aumento de estos retos requiere un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar.
Ese tipo de prácticas violentas no pueden ser consideradas juegos. Son acciones que ponen en riesgo la integridad física y la vida. La educación emocional es clave. Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño vaya adquiriendo habilidades emocionales para promover y poner en práctica el respeto al otro, la empatía, la compasión, el fortalecimiento de su autoconcepto. De lo que se trata es formar adolescentes más conscientes de sus estados emocionales, que puedan decir “NO” frente a las presiones grupales, especialmente a aquellos retos o prácticas violentas que pongan en peligro la integridad física, la vida personal y la de otros.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Una realidad que cobra más relevancia: el embarazo adolescente
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La irrupción de una nueva versión de los mal llamados “juegos de retos” genera cuestionamientos sobre la formación de los adolescentes contemporáneos. El llamado “juego de la penitencia” donde sucesivamente se tienen relaciones con varias parejas ganando el chico que no eyacule. Una práctica que supone una ruleta de riesgos: embarazos, transmisión de enfermedades de transmisión sexual, uso de fármacos usados para la disfunción sin ningún tipo de prescripción.
Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por retar al adulto, a las normas, a los centros educativos. Y nos referimos a las adolescencias de todos los tiempos y no solo a la actual ¿Es que ya no recordamos el “juego de la botellita” que tanto preocupaba a nuestros padres?
En las actividades que realizamos con familias y docentes siempre se plantea que nuestros adolescentes no tienen valores. A tal afirmación, el psicólogo Sergio Parra responde: “Los jóvenes de hoy no están perdiendo los valores. En primer lugar, porque perder los valores sería equivalente a ser vaciado de valores hasta que no quede ninguno o casi ninguno. Lo que sucede es que los valores, en los jóvenes, cambian. Y eso siempre ha ocurrido. Por esa razón, todos los mayores, de todas las épocas de la historia, han repetido amargamente que los jóvenes de antes eran mejor. No se están perdiendo los valores. Ni siquiera los jóvenes de hoy son peores que los de antes. Solo son diferentes”.
Reforzar la autonomía desde los primeros años.
Es propio de la adolescencia pensar que lo malo “les sucede a otros y no a mí”. También es cierto que no todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel muy importante aquellos que se dejan llevar por la presión del grupo, que no pueden decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de “caminar sobre el filo de la cornisa”.
Es indudable el impacto que tiene el uso de las redes sociales en las actuales generaciones y en su socialización, también para la difusión de cualquiera de estas experiencias riesgosas y la posibilidad de abordarla y prevenirla.
La viralidad de la información puede ser riesgosa, porque pone sobre la mesa temas de los que no se habla. Ponen a la vista y dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen virales. Se sobreexponen imágenes de los adolescentes involucrados que pueden convertirlos en víctimas de bullying y otras formas de violencia.
Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre este tipo de “juegos”, porque piensan que es una forma de “darle ideas a los muchachos” y difundirlos. Es necesario hablar con los hijos y estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de prácticas que no cesan, sino que al contrario se hacen más frecuentes.
El aumento de estos retos requiere un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar.
Ese tipo de prácticas violentas no pueden ser consideradas juegos. Son acciones que ponen en riesgo la integridad física y la vida. La educación emocional es clave. Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño vaya adquiriendo habilidades emocionales para promover y poner en práctica el respeto al otro, la empatía, la compasión, el fortalecimiento de su autoconcepto. De lo que se trata es formar adolescentes más conscientes de sus estados emocionales, que puedan decir “NO” frente a las presiones grupales, especialmente a aquellos retos o prácticas violentas que pongan en peligro la integridad física, la vida personal y la de otros.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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