Desde que Estados Unidos existe como país y las naciones latinoamericanas se fueron independizando de Europa, las relaciones diplomáticas, políticas, militares, económicas, incluso culturales y sociales han sido muy complejas. Numerosos episodios oscuros, semi-oscuros, extremadamente públicos y notorios han ocurrido durante décadas. Adicional a ello, por efectos de la Guerra Fría y otros acontecimientos geopolíticos y geoestratégicos globales, las diferencias ideológicas han generado muchas cicatrices y desconfianza en la relación, tanto individual con cada país de la región en particular, como con las organizaciones multilaterales y hemisféricas en las que se interactúa.
Las consecuencias de todo ello se siguen sintiendo. Desconfianza entre gobiernos, procesos de desinformación, arengas ideológicas, divisiones continentales que impiden una unidad articulada de esfuerzos para mejorar las condiciones de vida en toda la región, potenciación de influencias políticas de agentes externos (antes la URSS versus EEUU ahora China-EEUU), entre otros factores que han impedido una unión solidaria continental que facilite romper la desigualdad y las dificultades económicas y sociales.
En un momento determinado, Óscar Arias, expresidente de Costa Rica, así como otros voceros de gran renombre en el mundo político, sugirieron un mayor pragmatismo en aras de fortalecer los procesos de articulación económica, política y social. Incluso, en su segundo mandato, Arias, rompió relaciones con Taiwan y las retomó con la China continental aún en contra de la voluntad expresa de EEUU y los vínculos históricos con su país. Un paso que fue visto como la aplicación de la realpolitik en su máxima expresión y por una figura política de gran prestigio, considerado aliado de EEUU. Sin embargo, “se lanzó a por los tigres” antes de guiarse por la diplomacia tradicional.
Hoy en día estamos viendo algunos “movimientos diplomáticos” que buscan reorientar las relaciones EEUU- Latinoamérica, especialmente con Cuba y Venezuela. Biden quiere “blindarse” en la región ante el conflicto en Ucrania, que está teniendo y tendrá consecuencias económicas y geopolíticas a corto, mediano y largo plazo. Es un movimiento muy atrevido pero necesario. EEUU necesita recomponer su relación con Latinoamérica más allá de las dificultades presentes. Por geopolítica, geoestrategia, ventajas comparativas, historia, entre otras múltiples razones. En el pasado se vio enfrentado con la URSS en la influencia por la región. Ahora es con el tándem sino-ruso que actúa como un eje Beijing-Moscú ganando espacios en muchos gobiernos latinoamericanos y mal poniendo la imagen norteamericana en el imaginario colectivo plurinacional.
Pero esto es algo que debe iniciarse tomando en consideración estos dos elementos entre otros muchos. En primer lugar, no debe ser soportado únicamente por el conflicto en Ucrania. Tienen que ponerse en el medio las necesidades comunes y la ubicación geográfica territorial en un mismo continente y ser un proceso continuo más allá de gobiernos y líderes particulares; y en segundo lugar, anteponer las ventajas comparativas, la cantidad de habitantes en toda la región, las potencialidades.
Este continente tiene unas condiciones geográficas superiores a cualquier otro en la Tierra. Retomar el concepto de unidad continental es una tarea demasiado necesaria en la actualidad más allá de las circunstancias. No es una tarea fácil, nunca lo ha sido. Las marchas y contramarchas más bien han sido el signo tradicional de nuestra historia común, pero ya es tiempo de cambiar eso por necesidad y por racionalidad. ¿Servirán estos paso tímidos aún de la administración Biden para relanzar el pragmatismo y recomponer una visión mínimamente compartida? Quizás al principio serán demasiados los obstáculos, pero el final del camino lo verán y lo disfrutarán las nuevas generaciones de norteamericanos y latinoamericanos. Una marca continental puede ser posible con mucha racionalidad política.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Desde que Estados Unidos existe como país y las naciones latinoamericanas se fueron independizando de Europa, las relaciones diplomáticas, políticas, militares, económicas, incluso culturales y sociales han sido muy complejas. Numerosos episodios oscuros, semi-oscuros, extremadamente públicos y notorios han ocurrido durante décadas. Adicional a ello, por efectos de la Guerra Fría y otros acontecimientos geopolíticos y geoestratégicos globales, las diferencias ideológicas han generado muchas cicatrices y desconfianza en la relación, tanto individual con cada país de la región en particular, como con las organizaciones multilaterales y hemisféricas en las que se interactúa.
Las consecuencias de todo ello se siguen sintiendo. Desconfianza entre gobiernos, procesos de desinformación, arengas ideológicas, divisiones continentales que impiden una unidad articulada de esfuerzos para mejorar las condiciones de vida en toda la región, potenciación de influencias políticas de agentes externos (antes la URSS versus EEUU ahora China-EEUU), entre otros factores que han impedido una unión solidaria continental que facilite romper la desigualdad y las dificultades económicas y sociales.
En un momento determinado, Óscar Arias, expresidente de Costa Rica, así como otros voceros de gran renombre en el mundo político, sugirieron un mayor pragmatismo en aras de fortalecer los procesos de articulación económica, política y social. Incluso, en su segundo mandato, Arias, rompió relaciones con Taiwan y las retomó con la China continental aún en contra de la voluntad expresa de EEUU y los vínculos históricos con su país. Un paso que fue visto como la aplicación de la realpolitik en su máxima expresión y por una figura política de gran prestigio, considerado aliado de EEUU. Sin embargo, “se lanzó a por los tigres” antes de guiarse por la diplomacia tradicional.
Hoy en día estamos viendo algunos “movimientos diplomáticos” que buscan reorientar las relaciones EEUU- Latinoamérica, especialmente con Cuba y Venezuela. Biden quiere “blindarse” en la región ante el conflicto en Ucrania, que está teniendo y tendrá consecuencias económicas y geopolíticas a corto, mediano y largo plazo. Es un movimiento muy atrevido pero necesario. EEUU necesita recomponer su relación con Latinoamérica más allá de las dificultades presentes. Por geopolítica, geoestrategia, ventajas comparativas, historia, entre otras múltiples razones. En el pasado se vio enfrentado con la URSS en la influencia por la región. Ahora es con el tándem sino-ruso que actúa como un eje Beijing-Moscú ganando espacios en muchos gobiernos latinoamericanos y mal poniendo la imagen norteamericana en el imaginario colectivo plurinacional.
Pero esto es algo que debe iniciarse tomando en consideración estos dos elementos entre otros muchos. En primer lugar, no debe ser soportado únicamente por el conflicto en Ucrania. Tienen que ponerse en el medio las necesidades comunes y la ubicación geográfica territorial en un mismo continente y ser un proceso continuo más allá de gobiernos y líderes particulares; y en segundo lugar, anteponer las ventajas comparativas, la cantidad de habitantes en toda la región, las potencialidades.
Este continente tiene unas condiciones geográficas superiores a cualquier otro en la Tierra. Retomar el concepto de unidad continental es una tarea demasiado necesaria en la actualidad más allá de las circunstancias. No es una tarea fácil, nunca lo ha sido. Las marchas y contramarchas más bien han sido el signo tradicional de nuestra historia común, pero ya es tiempo de cambiar eso por necesidad y por racionalidad. ¿Servirán estos paso tímidos aún de la administración Biden para relanzar el pragmatismo y recomponer una visión mínimamente compartida? Quizás al principio serán demasiados los obstáculos, pero el final del camino lo verán y lo disfrutarán las nuevas generaciones de norteamericanos y latinoamericanos. Una marca continental puede ser posible con mucha racionalidad política.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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