Desde que se instituyó la Universidad se ha construido un mundo colmado de una cuantiosa e importante información, pero vinculada a un escaso conocimiento.
No se niega el hecho de que iniciado el siglo XXI la humanidad ha disfrutado, gracias al desarrollo de las ciencias y las tecnologías, de múltiples satisfacciones a nivel planetario. Sin embargo, el mundo ha sido testigo de graves problemas instrumentales, casi siempre en perjuicio de las libertades y derechos del ser humano. Por ejemplo, la salud emocional, psíquica y espiritual del hombre ha decaído. Más aún, ha sido arrastrada por problemas ante los cuales el ser humano deja al desnudo su incapacidad para superarlos. Ante tal situación, se han propuesto soluciones pero que sólo han servido para disfrazar el mercado de meros subterfugios.
Tan serio caos se ha sido suscitado por la estupidez del ser humano toda vez que ha pretendido darle forma y contenido a un mundo egoísta. Colmado de realidades deformadas por el efecto de libertades disimuladas, por narrativas que han envuelto el concepto de democracia en un gastado papel de regalo. De ello, ha resultado un mundo apático. Un mundo que dejó de reconocer al otro en términos de sus méritos e ideales. Justamente, por causa del egoísmo dominante. Incluso, utilizado como criterio de movilización política.
Ahí, contradictoriamente, descansa el fundamento de la educación del siglo XXI toda vez que intenta aducirse y ofrecerse como base de la formación de las actuales generaciones. Es decir, una educación sustentada en una retahíla de falsedades, improvisaciones y acomodaciones que conducen a resultados igualmente perturbados. Todo ello es capaz de torcer el pensamiento y capacidad de crítica y duda que en rigor acopia el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Esto es, un método que, por estar apoyado en premisas ciertas, incita conclusiones ciertas. Pues si alguna es falsa, resultan deducciones infundadas y absurdas. O equivocadas.
Es el problema que ha venido caracterizando la educación del siglo XXI. Supuestamente inspirada para formar al individuo actual. Y que es consecuencia de la desfigurada pretensión de hacerle creer al estudiante, que el mundo está construido sobre hipótesis demostradas. Cuando las realidades están lejos de dichas suposiciones. Véase, el caso de los esquemas binarios de información. Argumentados sobre una presunta linealidad que, para nada, se corresponde con la complejidad que configura las realidades. Y ello, es motivo de deformación puesto que las realidades no son, en lo absoluto, binarias. Tampoco responden a ajustes basados en sistemas de coordenadas cartesianas X-Y.
Las realidades advertidas, adquieren forma, razón y sentido en un mundo multidimensional o al menos observado bajo una perspectiva tridimensional. Incluso, se habla de un mundo multifactorial y multidimensional.
La educación de los últimos tiempos, se basó en premisas equivocadas. En hechos arbitrarios que se vieron sometidos por el enfoque de una información engañosa. Pero que, por la presunción vinculada a su apariencia, la humanidad cayó en la trampa que supone diligenciar la vida apegada a criterios igualmente transfigurados.
Ello actuó como razón para que el ser humano se convenciera que la educación impartida le infundiría mayor libertad. Craso equívoco pues las realidades se construyen partiendo de consideraciones totalmente contrarias.
Tan patética situación, condenó al hombre de las recientes generaciones a verse igualado, en un sentido socioeducativo, por el corte trazado a instancia de la mediocridad, el sometimiento y la humillación.
Las realidades dieron cuenta a destiempo, del susodicho problema toda vez que cercenó posibilidades de desarrollo. Sin embargo, este hecho fue encubierto por intereses que sólo respondieron a criterios sectarios. Tal como se advierte a la luz de las verdades.
No obstante, a pesar de algunos esfuerzos en salir de dicho caos, sigue sin resolverse ni atenderse el grave problema de una educación irreflexiva y acrítica.
No hay duda de que las deformaciones tal como han pretendido encubrirse, han propendido a construir un mundo para el cual se prefieren cuadros de resultados ostentados por sociedades avanzadas. Sociedades cuyo desarrollo ha sido logrado con base en seres humanos de primera línea en cuanto a la información que ostentan. Justamente en ello, se encierra el problema de un conocimiento carente de valores humanos.
Tal problema lo ha suscitado en buena parte el enfoque seguido por una educación regida por intereses privados de la ecuanimidad o que distinga la distancia que traza la pertinencia de la singularidad y de la particularidad de la vida humana. Y es ahí, a partir de la cual se hace posible y factible construir un mundo referido por el discurso humanista.
Para algunos estudiosos, el problema comenzó a agravarse con el advenimiento de ideologías deformes en sentido y dirección. Es consecuencia, de las contradicciones que buscan sobrevivir disfrazadas en el traspatio de los dilemas de la educación del siglo XXI.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Desde que se instituyó la Universidad se ha construido un mundo colmado de una cuantiosa e importante información, pero vinculada a un escaso conocimiento.
No se niega el hecho de que iniciado el siglo XXI la humanidad ha disfrutado, gracias al desarrollo de las ciencias y las tecnologías, de múltiples satisfacciones a nivel planetario. Sin embargo, el mundo ha sido testigo de graves problemas instrumentales, casi siempre en perjuicio de las libertades y derechos del ser humano. Por ejemplo, la salud emocional, psíquica y espiritual del hombre ha decaído. Más aún, ha sido arrastrada por problemas ante los cuales el ser humano deja al desnudo su incapacidad para superarlos. Ante tal situación, se han propuesto soluciones pero que sólo han servido para disfrazar el mercado de meros subterfugios.
Tan serio caos se ha sido suscitado por la estupidez del ser humano toda vez que ha pretendido darle forma y contenido a un mundo egoísta. Colmado de realidades deformadas por el efecto de libertades disimuladas, por narrativas que han envuelto el concepto de democracia en un gastado papel de regalo. De ello, ha resultado un mundo apático. Un mundo que dejó de reconocer al otro en términos de sus méritos e ideales. Justamente, por causa del egoísmo dominante. Incluso, utilizado como criterio de movilización política.
Ahí, contradictoriamente, descansa el fundamento de la educación del siglo XXI toda vez que intenta aducirse y ofrecerse como base de la formación de las actuales generaciones. Es decir, una educación sustentada en una retahíla de falsedades, improvisaciones y acomodaciones que conducen a resultados igualmente perturbados. Todo ello es capaz de torcer el pensamiento y capacidad de crítica y duda que en rigor acopia el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Esto es, un método que, por estar apoyado en premisas ciertas, incita conclusiones ciertas. Pues si alguna es falsa, resultan deducciones infundadas y absurdas. O equivocadas.
Es el problema que ha venido caracterizando la educación del siglo XXI. Supuestamente inspirada para formar al individuo actual. Y que es consecuencia de la desfigurada pretensión de hacerle creer al estudiante, que el mundo está construido sobre hipótesis demostradas. Cuando las realidades están lejos de dichas suposiciones. Véase, el caso de los esquemas binarios de información. Argumentados sobre una presunta linealidad que, para nada, se corresponde con la complejidad que configura las realidades. Y ello, es motivo de deformación puesto que las realidades no son, en lo absoluto, binarias. Tampoco responden a ajustes basados en sistemas de coordenadas cartesianas X-Y.
Las realidades advertidas, adquieren forma, razón y sentido en un mundo multidimensional o al menos observado bajo una perspectiva tridimensional. Incluso, se habla de un mundo multifactorial y multidimensional.
La educación de los últimos tiempos, se basó en premisas equivocadas. En hechos arbitrarios que se vieron sometidos por el enfoque de una información engañosa. Pero que, por la presunción vinculada a su apariencia, la humanidad cayó en la trampa que supone diligenciar la vida apegada a criterios igualmente transfigurados.
Ello actuó como razón para que el ser humano se convenciera que la educación impartida le infundiría mayor libertad. Craso equívoco pues las realidades se construyen partiendo de consideraciones totalmente contrarias.
Tan patética situación, condenó al hombre de las recientes generaciones a verse igualado, en un sentido socioeducativo, por el corte trazado a instancia de la mediocridad, el sometimiento y la humillación.
Las realidades dieron cuenta a destiempo, del susodicho problema toda vez que cercenó posibilidades de desarrollo. Sin embargo, este hecho fue encubierto por intereses que sólo respondieron a criterios sectarios. Tal como se advierte a la luz de las verdades.
No obstante, a pesar de algunos esfuerzos en salir de dicho caos, sigue sin resolverse ni atenderse el grave problema de una educación irreflexiva y acrítica.
No hay duda de que las deformaciones tal como han pretendido encubrirse, han propendido a construir un mundo para el cual se prefieren cuadros de resultados ostentados por sociedades avanzadas. Sociedades cuyo desarrollo ha sido logrado con base en seres humanos de primera línea en cuanto a la información que ostentan. Justamente en ello, se encierra el problema de un conocimiento carente de valores humanos.
Tal problema lo ha suscitado en buena parte el enfoque seguido por una educación regida por intereses privados de la ecuanimidad o que distinga la distancia que traza la pertinencia de la singularidad y de la particularidad de la vida humana. Y es ahí, a partir de la cual se hace posible y factible construir un mundo referido por el discurso humanista.
Para algunos estudiosos, el problema comenzó a agravarse con el advenimiento de ideologías deformes en sentido y dirección. Es consecuencia, de las contradicciones que buscan sobrevivir disfrazadas en el traspatio de los dilemas de la educación del siglo XXI.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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