Un fantasma recorre el mundo y, por supuesto, es contemporáneo. Es el fantasma de la opresión, del arrase, del miedo. Va contra las mujeres, en primer lugar.
Los fantasmas suelen ser invisibles, traspasan muros sin que nadie se percate. Son multifacéticos. Por un lado, pueden ser terroríficos, por el otro, hasta simpáticos. Así aparecen en los cuentos clásicos. El fantasma al que me refiero, no.
El fantasma contemporáneo es oscuro de oscurantismo, tiene una sola cara que da terror y unas garras dadas por el poder institucional. Tiene la voz, altisonante que le da su posición social privilegiada e intenta acallar la de los demás, que asume, son de abajo.
El fantasma contemporáneo manipula a su antojo la comunicación colectiva. Pone y quita presidentes de países, anula logros reivindicativos de carácter social, laboral, lo que le venga en gana. Cuenta con el apoyo de las iglesias, del poder económico, con un sector importante de las sociedades. Es devastador en términos de progreso social. Tiene nombre: autoritarismo.
El fantasma que recorre al mundo se llama autoritarismo desde hace siglos y en estos tiempos, está, envalentonado. Viene con todo.
El autoritarismo no es solo una forma de relacionarse con los demás. Es una actitud, un conjunto de creencias, de valores, que están en nosotros, la gente del común y mucho, en quien ejerce cualquier instancia de poder.
El autoritarismo nunca ha dejado de ser institucional. Como buen fantasma, se cuela por cualquier lado. Ahora se está expresando en su forma más descarnada, a través del poder político, económico, social. Bueno, así ha sido siempre. En otros momentos, con más sutileza.
La diferencia del autoritarismo de siempre con el de ahora está en su agresividad, en su descaro, en el irrespeto a acuerdo instituidos, producto de un plan que no parece casual y es mundial, con un solo objetivo: imponer sus creencias, su moral.
El nuevo autoritarismo no solo obstaculiza, impide logros sociales, el progreso. Ahora, arrebata lo que ha tenido que ceder. El autoritarismo es el ejercicio del paternalismo, del machismo. Hay hombres y mujeres machistas. Es la gente conservadora de cualquier lugar, la que defiende el status quo. El autoritarismo teme al cambio, a perder poder.
Lo más grave con la gente autoritaria, con las instituciones manejadas por ella, es que no oyen. Se creen dueños de la verdad. Iluminados por los Dioses. No hay razón que valga. Eso produce ensimismamiento, engreimiento, soberbia. Con la gente soberbia pareciera no caber diálogo, solo imposición. De allí lo autoritario.
El movimiento autoritario que recorre el mundo ataca y atacará a todo grupo que trate o logre el poder, en cualquier ámbito. Ataca, para comenzar, a quién percibe como más débiles, en este caso, a las mujeres.
A las mujeres de muchos países, aún en la actualidad, se les considera ciudadana de segunda, si es que acaso ciudadanas. La mujer es vista, por la gente autoritaria, como un ser inferior que debe obedecer al amo, al hombre. Aunque muchas veces, ese amo sea otra mujer. Las hay.
Los movimientos del fantasma contemporáneo -en todo el mundo- no quieren mujeres libres. Les obstaculizan cualquier avance. No solo en los países islamistas y otros ultraconservadores. Ocurre también en el país que se presenta como el adalid de la libertad mundial y en otros semejantes.
La acción del fantasma contemporáneo no solo es cercenar derechos adquiridos, como el del aborto en algunos países. Eso es un detalle. Se trata de cercenar la libertad de la mujer sobre su cuerpo. La más sagrada de las libertades.
Toda mujer, todo hombre, como quiera que exprese su sexualidad, de cualquier edad, color de piel, nacionalidad, tiene derecho de hacer con su cuerpo lo que le provoque. Ninguna institución, por más decente y representativa que se crea, le puede arrebatar ese derecho.
El derecho sobre nuestro propio cuerpo es un derecho fundamental. En ese reconocimiento, que comienza por nosotros mismos, está la piedra angular del conflicto jurídico actual sobre el aborto y otros que por allí parecen venir.
No quisiera que este artículo se lea como derrotista. Para nada.
Los hechos lo están diciendo: hay un ataque de las fuerzas oscurantistas en todo el mundo contra lo que se ha logrado en avances sociales en el último siglo. Ese fantasma parece venir con fuerza y arrasar con todo progreso social.
Hay que responder a lo que está pasando, hay que prepararse para más ataques. Las leyes no pueden ser un quita y pon al arbitrio de quien ocupa el poder. Aunque suene a lugar común: la democracia se basa en el querer de la mayoría, no en el poder de las instituciones. Estas, pudieran ser perversas, como lo han demostrado y permeables a intereses oscuros, en cualquier país.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Refugiados, como en los barcos
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Un fantasma recorre el mundo y, por supuesto, es contemporáneo. Es el fantasma de la opresión, del arrase, del miedo. Va contra las mujeres, en primer lugar.
Los fantasmas suelen ser invisibles, traspasan muros sin que nadie se percate. Son multifacéticos. Por un lado, pueden ser terroríficos, por el otro, hasta simpáticos. Así aparecen en los cuentos clásicos. El fantasma al que me refiero, no.
El fantasma contemporáneo es oscuro de oscurantismo, tiene una sola cara que da terror y unas garras dadas por el poder institucional. Tiene la voz, altisonante que le da su posición social privilegiada e intenta acallar la de los demás, que asume, son de abajo.
El fantasma contemporáneo manipula a su antojo la comunicación colectiva. Pone y quita presidentes de países, anula logros reivindicativos de carácter social, laboral, lo que le venga en gana. Cuenta con el apoyo de las iglesias, del poder económico, con un sector importante de las sociedades. Es devastador en términos de progreso social. Tiene nombre: autoritarismo.
El fantasma que recorre al mundo se llama autoritarismo desde hace siglos y en estos tiempos, está, envalentonado. Viene con todo.
El autoritarismo no es solo una forma de relacionarse con los demás. Es una actitud, un conjunto de creencias, de valores, que están en nosotros, la gente del común y mucho, en quien ejerce cualquier instancia de poder.
El autoritarismo nunca ha dejado de ser institucional. Como buen fantasma, se cuela por cualquier lado. Ahora se está expresando en su forma más descarnada, a través del poder político, económico, social. Bueno, así ha sido siempre. En otros momentos, con más sutileza.
La diferencia del autoritarismo de siempre con el de ahora está en su agresividad, en su descaro, en el irrespeto a acuerdo instituidos, producto de un plan que no parece casual y es mundial, con un solo objetivo: imponer sus creencias, su moral.
El nuevo autoritarismo no solo obstaculiza, impide logros sociales, el progreso. Ahora, arrebata lo que ha tenido que ceder. El autoritarismo es el ejercicio del paternalismo, del machismo. Hay hombres y mujeres machistas. Es la gente conservadora de cualquier lugar, la que defiende el status quo. El autoritarismo teme al cambio, a perder poder.
Lo más grave con la gente autoritaria, con las instituciones manejadas por ella, es que no oyen. Se creen dueños de la verdad. Iluminados por los Dioses. No hay razón que valga. Eso produce ensimismamiento, engreimiento, soberbia. Con la gente soberbia pareciera no caber diálogo, solo imposición. De allí lo autoritario.
El movimiento autoritario que recorre el mundo ataca y atacará a todo grupo que trate o logre el poder, en cualquier ámbito. Ataca, para comenzar, a quién percibe como más débiles, en este caso, a las mujeres.
A las mujeres de muchos países, aún en la actualidad, se les considera ciudadana de segunda, si es que acaso ciudadanas. La mujer es vista, por la gente autoritaria, como un ser inferior que debe obedecer al amo, al hombre. Aunque muchas veces, ese amo sea otra mujer. Las hay.
Los movimientos del fantasma contemporáneo -en todo el mundo- no quieren mujeres libres. Les obstaculizan cualquier avance. No solo en los países islamistas y otros ultraconservadores. Ocurre también en el país que se presenta como el adalid de la libertad mundial y en otros semejantes.
La acción del fantasma contemporáneo no solo es cercenar derechos adquiridos, como el del aborto en algunos países. Eso es un detalle. Se trata de cercenar la libertad de la mujer sobre su cuerpo. La más sagrada de las libertades.
Toda mujer, todo hombre, como quiera que exprese su sexualidad, de cualquier edad, color de piel, nacionalidad, tiene derecho de hacer con su cuerpo lo que le provoque. Ninguna institución, por más decente y representativa que se crea, le puede arrebatar ese derecho.
El derecho sobre nuestro propio cuerpo es un derecho fundamental. En ese reconocimiento, que comienza por nosotros mismos, está la piedra angular del conflicto jurídico actual sobre el aborto y otros que por allí parecen venir.
No quisiera que este artículo se lea como derrotista. Para nada.
Los hechos lo están diciendo: hay un ataque de las fuerzas oscurantistas en todo el mundo contra lo que se ha logrado en avances sociales en el último siglo. Ese fantasma parece venir con fuerza y arrasar con todo progreso social.
Hay que responder a lo que está pasando, hay que prepararse para más ataques. Las leyes no pueden ser un quita y pon al arbitrio de quien ocupa el poder. Aunque suene a lugar común: la democracia se basa en el querer de la mayoría, no en el poder de las instituciones. Estas, pudieran ser perversas, como lo han demostrado y permeables a intereses oscuros, en cualquier país.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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