Alrededor de 275 millones de personas en todo el mundo utilizaron drogas durante el último año, mientras que más de 36 millones sufrieron trastornos por consumo de drogas, según el Informe Mundial sobre las Drogas 2021, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
El documento subraya que entre 2010 y 2019, el número de personas que consumen drogas se incrementó en un 22%, debido en parte al aumento de la población mundial. Basadas únicamente en los cambios demográficos, las proyecciones actuales sugieren un alza del 11% en el número de quienes consumen drogas a nivel mundial para 2030. Alrededor del 5,5% de la población de entre 15 y 64 años ha consumido drogas al menos una vez durante el último año; mientras que 36,3 millones, es decir, el 13% del total de quienes utilizan drogas, sufre trastornos por su consumo.
”Yo me he sentido muy solo a pesar de tener más tiempo con mi familia durante la pandemia. No entienden lo que estás sintiendo, lo que pasa por tu cabeza, no lo sé explicar muy bien, pero me siento solo acompañado” (Ricardo 16 años). Cada vez con más frecuencia encontramos adolescentes que se perciben como solos, sienten que los familiares no tienen tiempo o no se preocupan por lo que les ocurre. La soledad se puede sentir por diversos motivos y de diferentes formas. Sentimientos que muchas veces no saben expresar o reconocer. Se traducen en comportamientos hostiles o inadecuados para expresar su malestar.
Si la comunicación virtual se utiliza como único medio de interacción y expresión entre quienes estamos cerca, limita la comunicación y contacto cara a cara, piel a piel, alimenta aislamiento y hace a los adolescentes más vulnerables frente al riesgo de la adicción.
La soledad puede generar vacíos, insatisfacciones y heridas de abandono que si no son satisfechas pueden desde el inicio de la adolescencia, y a veces antes, buscar en el alcohol, cigarrillos, drogas, posibilidades de “escapar” del dolor y la tristeza por las necesidades económicas y emocionales que no han sido cubiertas en su entorno familiar.
“Lo cierto es que nos pasamos la vida pensando en las drogas. Cómo obtenerlas, cómo consumirlas y la forma de conseguir más, más y más. Imagínate que vivíamos para consumir y las consumíamos para vivir. En pocas palabras, una persona adicta está secuestrada por las drogas. Estamos hablando de una enfermedad crónica, progresiva que nos arrastra invariablemente a las cárceles, hospitales y a la muerte” es el testimonio que nos hace un líder de Narcóticos Anónimos en Caracas.
El informe de Naciones Unidas advierte sobre una menor percepción de los riesgos que conlleva el consumo de estupefacientes y que la juventud subestima el consumo de cannabis. Esta percepción deriva en un mayor consumo y por ende en impacta en la salud pública.
“Hice lo que fuera para conseguir la droga. Hice daño a muchas personas; pero lo más duro de reconocer es que me lo estaba haciendo a mí mismo. No asumí las responsabilidades y lo que hacía era generar más problemas y dolor. Me di cuenta que con mi adicción me estaba suicidando. La adicción es un enemigo tan astuto que había perdido la fuerza para detenerlo” añade este dirigente de Narcóticos Anónimos.
El nuevo informe de Naciones Unidas alerta sobre “el impacto social de la pandemia -que ha causado una mayor desigualdad, pobreza y afecciones en la salud mental, especialmente entre las poblaciones ya vulnerables- representa factores que podrían empujar a más personas al consumo de drogas”.
Ante las dificultades y obstáculos que tienen nuestros adolescentes para seguir adelante con sus proyectos de vida con la realidad de un país como el nuestro, es prioritario el contacto personal que fomente la intimidad, mirarse a los ojos, abrazándonos, escuchándonos, para nutrirnos emocionalmente y fortalecer las «defensas emocionales» para que juntos podamos superar las dificultades y frustraciones y disfrutar de los pequeños logros del día a día que contribuyan a darle sentido a la vida.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El documento subraya que entre 2010 y 2019, el número de personas que consumen drogas se incrementó en un 22%, debido en parte al aumento de la población mundial. Basadas únicamente en los cambios demográficos, las proyecciones actuales sugieren un alza del 11% en el número de quienes consumen drogas a nivel mundial para 2030. Alrededor del 5,5% de la población de entre 15 y 64 años ha consumido drogas al menos una vez durante el último año; mientras que 36,3 millones, es decir, el 13% del total de quienes utilizan drogas, sufre trastornos por su consumo.
”Yo me he sentido muy solo a pesar de tener más tiempo con mi familia durante la pandemia. No entienden lo que estás sintiendo, lo que pasa por tu cabeza, no lo sé explicar muy bien, pero me siento solo acompañado” (Ricardo 16 años). Cada vez con más frecuencia encontramos adolescentes que se perciben como solos, sienten que los familiares no tienen tiempo o no se preocupan por lo que les ocurre. La soledad se puede sentir por diversos motivos y de diferentes formas. Sentimientos que muchas veces no saben expresar o reconocer. Se traducen en comportamientos hostiles o inadecuados para expresar su malestar.
Si la comunicación virtual se utiliza como único medio de interacción y expresión entre quienes estamos cerca, limita la comunicación y contacto cara a cara, piel a piel, alimenta aislamiento y hace a los adolescentes más vulnerables frente al riesgo de la adicción.
La soledad puede generar vacíos, insatisfacciones y heridas de abandono que si no son satisfechas pueden desde el inicio de la adolescencia, y a veces antes, buscar en el alcohol, cigarrillos, drogas, posibilidades de “escapar” del dolor y la tristeza por las necesidades económicas y emocionales que no han sido cubiertas en su entorno familiar.
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El informe de Naciones Unidas advierte sobre una menor percepción de los riesgos que conlleva el consumo de estupefacientes y que la juventud subestima el consumo de cannabis. Esta percepción deriva en un mayor consumo y por ende en impacta en la salud pública.
“Hice lo que fuera para conseguir la droga. Hice daño a muchas personas; pero lo más duro de reconocer es que me lo estaba haciendo a mí mismo. No asumí las responsabilidades y lo que hacía era generar más problemas y dolor. Me di cuenta que con mi adicción me estaba suicidando. La adicción es un enemigo tan astuto que había perdido la fuerza para detenerlo” añade este dirigente de Narcóticos Anónimos.
El nuevo informe de Naciones Unidas alerta sobre “el impacto social de la pandemia -que ha causado una mayor desigualdad, pobreza y afecciones en la salud mental, especialmente entre las poblaciones ya vulnerables- representa factores que podrían empujar a más personas al consumo de drogas”.
Ante las dificultades y obstáculos que tienen nuestros adolescentes para seguir adelante con sus proyectos de vida con la realidad de un país como el nuestro, es prioritario el contacto personal que fomente la intimidad, mirarse a los ojos, abrazándonos, escuchándonos, para nutrirnos emocionalmente y fortalecer las «defensas emocionales» para que juntos podamos superar las dificultades y frustraciones y disfrutar de los pequeños logros del día a día que contribuyan a darle sentido a la vida.
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