Resuelta la fecha de la convocatoria de las primarias presidenciales opositoras (22 de octubre 2023), ahora cabe preguntarse quién organizará la fiesta democrática. Algunos candidatos se inclinan por la opción CNE, otros por la CNP (Comisión Nacional de Primaria) y otros una mezcla de las dos con funciones bien definidas.
Dónde, cómo y quién organiza el evento que consensuará el candidato opositor es complejo. Aunque uno esperaría que una fiesta entre personas con similares ideas sobre un determinado tema no sea tan liosa, pero la fiesta es democrática y todos tienen derecho a expresar sus pareceres.
Ahora bien, recogiendo argumentos a favor y en contra de ambas opciones, ciertamente todos son válidos y sugerentes. Sin embargo, cuando nos preguntamos qué será lo mejor para promover la participación ciudadana de cara a la elección del 2024 (clave para ganarle al candidato oficialista), pareciera que la opción de la mezcla de las dos alternativas puede ser lo más conveniente. Explico a continuación las razones.
En primer lugar, la CNP no cuenta con las herramientas técnicas y logísticas para organizar un proceso electoral de la envergadura que se desea, por lo tanto, el CNE complementaría este déficit. Por ejemplo, el CNE ayudaría en la habilitación de los centros de votación, definiría el número de electores reales para el 2024 (de manera que no se infle el número de electores que están habilitados para votar), cumpliría con el resguardo encriptado de datos, entre otros elementos.
En segundo lugar, nos prepararíamos para enfrentar las condiciones de las elecciones presidenciales definitivas del 2024 con realismo (entiéndase esto último como aquellos factores que estarán presentes en dicha fecha: árbitro electoral, el voto automatizado, el registro electoral oficial, elecciones abiertas, etc.).
En tercer lugar, la CNP cumpliría funciones de organización política del evento, por ejemplo, protección del material electoral, conformación de los centros electorales, designación de los miembros de mesa, publicación de resultados, entre otros aspectos de índole política. Mientras que el CNE solo sería un ente técnico.
En cuarto lugar, podría ayudar a la reinstitucionalización del voto o, en otras palabras, contribuiríamos a recuperar el valor y la importancia de la única herramienta que tenemos para ganarle a Maduro & Cía. Finalmente, daríamos grandes pasos para superar la eterna trampa electoral que nos tiene inmovilizados —y tiene a Maduro & Cía. en el poder sin amenaza a la vista— desde hace varios años, y que se resume así: nos abstenemos o participamos.
El camino de la «redemocratización» del país será largo, se necesitará mucha colaboración de las partes porque tenemos muchos puntos por tejer y otros nudos que desatar. Sin cesiones, acuerdos o compromisos sostenidos estamos condenados a la extensión del autoritarismo vigente o, tal vez, a la evolución de su fase totalitaria en poco tiempo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Ahora bien, recogiendo argumentos a favor y en contra de ambas opciones, ciertamente todos son válidos y sugerentes. Sin embargo, cuando nos preguntamos qué será lo mejor para promover la participación ciudadana de cara a la elección del 2024 (clave para ganarle al candidato oficialista), pareciera que la opción de la mezcla de las dos alternativas puede ser lo más conveniente. Explico a continuación las razones.
En primer lugar, la CNP no cuenta con las herramientas técnicas y logísticas para organizar un proceso electoral de la envergadura que se desea, por lo tanto, el CNE complementaría este déficit. Por ejemplo, el CNE ayudaría en la habilitación de los centros de votación, definiría el número de electores reales para el 2024 (de manera que no se infle el número de electores que están habilitados para votar), cumpliría con el resguardo encriptado de datos, entre otros elementos.
En segundo lugar, nos prepararíamos para enfrentar las condiciones de las elecciones presidenciales definitivas del 2024 con realismo (entiéndase esto último como aquellos factores que estarán presentes en dicha fecha: árbitro electoral, el voto automatizado, el registro electoral oficial, elecciones abiertas, etc.).
En tercer lugar, la CNP cumpliría funciones de organización política del evento, por ejemplo, protección del material electoral, conformación de los centros electorales, designación de los miembros de mesa, publicación de resultados, entre otros aspectos de índole política. Mientras que el CNE solo sería un ente técnico.
En cuarto lugar, podría ayudar a la reinstitucionalización del voto o, en otras palabras, contribuiríamos a recuperar el valor y la importancia de la única herramienta que tenemos para ganarle a Maduro & Cía. Finalmente, daríamos grandes pasos para superar la eterna trampa electoral que nos tiene inmovilizados —y tiene a Maduro & Cía. en el poder sin amenaza a la vista— desde hace varios años, y que se resume así: nos abstenemos o participamos.
El camino de la «redemocratización» del país será largo, se necesitará mucha colaboración de las partes porque tenemos muchos puntos por tejer y otros nudos que desatar. Sin cesiones, acuerdos o compromisos sostenidos estamos condenados a la extensión del autoritarismo vigente o, tal vez, a la evolución de su fase totalitaria en poco tiempo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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