La disminución acelerada de oxígeno disuelto en los cuerpos de agua alrededor del mundo representa una amenaza significativa para mantener la vida en el planeta. Este oxígeno, esencial para la vida acuática, cumple un rol tan crucial como el oxígeno que respiramos en la atmósfera.
La salud de los ecosistemas acuáticos, tanto marinos como de agua dulce, depende de este elemento y su escasez afecta no solo a la biodiversidad sino también a las economías que se sustentan de estos hábitats.
La rápida reducción de oxígeno en estas zonas es motivo de alarma, considerando que billones de personas dependen de ellos para su alimentación y sustento económico. De hecho, en una investigación publicada recientemente en Nature Ecology and Evolution, los investigadores describen cómo la desoxigenación presenta una gran amenaza para la estabilidad del planeta en su conjunto.
Este grupo de científicos sugiere incluir la desoxigenación de las aguas en la lista de “límites planetarios”, concepto que define los márgenes seguros para que ocurran los procesos naturales. Actualmente, esta lista comprende nueve categorías, entre ellas el cambio climático, la acidificación oceánica y la pérdida de biodiversidad. Estos límites buscan garantizar un futuro en el cual la humanidad pueda mantenerse y florecer.
También advierten que omitir la desoxigenación de los ecosistemas acuáticos, ignora uno de los riesgos más serios para el equilibrio ecológico del planeta. La disminución del oxígeno en aguas marinas y dulces es un indicador de la salud de la Tierra y tiene implicaciones directas en la integridad de los sistemas ecológicos. Además, interactúa y se ve afectada por otros procesos dentro de los límites planetarios.
Velocidad alarmante
Los científicos enfatizan que los umbrales críticos de oxígeno se están alcanzando con una velocidad alarmante, comparable con la de otros límites ya reconocidos, lo que subraya la urgencia de abordar este problema global.
En todos los ecosistemas acuáticos, desde arroyos y ríos, lagos, embalses y estanques hasta estuarios, costas y mar abierto, las concentraciones de oxígeno disuelto han disminuido rápida y sustancialmente en las últimas décadas. Los lagos y embalses han experimentado pérdidas de oxígeno de hasta 18,6% desde 1980. Mientras que en los océanos se ha reducido en 2% desde el año 1960 y aunque esa cifra es menor, representa una masa más extensa.
La disminución de la concentración de oxígeno disuelto en cuerpos de agua es un fenómeno complejo con múltiples causas. Por ejemplo, el agua más cálida tiene una capacidad reducida para mantener el oxígeno disuelto. Esto es particularmente relevante en el contexto del cambio climático, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero están incrementando las temperaturas globales del aire y del agua, superando los promedios históricos.
Como resultado, las aguas superficiales, que son esenciales para la vida acuática, están perdiendo su habilidad para sostener niveles adecuados de este importante compuesto químico para la supervivencia de numerosas especies.
Además, hay que considerar que la vida acuática podría tener la capacidad de consumir el oxígeno disuelto más rápidamente, que la capacidad de los organismos para reponerlo. Este fenómeno se ve exacerbado por las floraciones de algas y los aumentos en la actividad bacteriana, que son estimulados por la llegada de nutrientes y materia orgánica derivados de fuentes como fertilizantes agrícolas y domésticos, aguas residuales y desechos industriales, los cuales consumen de manera acelerada el oxígeno disuelto en el agua.
Ciclo destructivo
En situaciones extremas, la disminución del oxígeno puede ser tan severa que resulta en la asfixia y muerte de ciertos microorganismos, lo cual puede tener un efecto dominó en especies de mayor tamaño. Además, las poblaciones de microbios anaeróbicos, que no requieren oxígeno, se nutren de la materia orgánica muerta, proliferando hasta alcanzar cantidades que limitan la penetración de la luz y, por ende, limita la capacidad de hacer fotosíntesis, sumiendo al ecosistema acuático en un ciclo destructivo.
La desoxigenación de los cuerpos de agua también es impulsada por el incremento en la estratificación térmica, es decir, la separación que existe en las capas de agua por efecto de la temperatura. Esto genera un cambio en la densidad que es fundamental para el desplazamiento del agua rica en oxígeno hacia las zonas más profundas, lo cual es crucial para la distribución vertical de la vida marina.
Entonces, la desoxigenación se agudiza con el calentamiento más rápido de las aguas superficiales en comparación con las más profundas, así como a la disminución de la salinidad en la superficie oceánica debida al derretimiento de los Polos. Sin este intercambio térmico, la circulación y renovación del oxígeno en las zonas más profundas de los ecosistemas acuáticos se ve comprometida, afectando la salud general del hábitat.
Los hábitats acuáticos con bajos niveles de oxígeno se denominan comúnmente “zonas muertas” debido a su pérdida de vida. Los científicos del estudio subrayan la necesidad de una acción global coordinada para monitorear y examinar la pérdida de oxígeno en los océanos y mares de nuestro planeta. Además, instan a la implementación de políticas que prevengan la acelerada desoxigenación y los problemas relacionados que ya estamos enfrentando.
En resumen, proponen que la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la disminución de la escorrentía de nutrientes y la limitación de aportes de carbono orgánico, como las aguas residuales, podrían desacelerar o incluso revertir la desoxigenación. Sugieren que expandir el marco de límites planetarios para incluir la desoxigenación como un límite crítico, ayudaría a enfocar y fortalecer estos esfuerzos.
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