El pasado viernes 10, se anunció la incorporación del Banco de Venezuela al mercado de valores, emitiendo el 5% de su capital accionario para la venta pública. Esto sería tan solo el inicio de una nueva etapa donde se pretende seguir el mismo rumbo con la estatal Cantv, empresas petroleras y petroquímicas.
Tal decisión demuestra clara voluntad política por parte del gobierno nacional de acercarse a una buena gestión de las empresas estatales, ya que «salir» al mercado de valores implica buena administración, transparencia en los números y un adecuado gobierno corporativo. Lo último, incluye un estricto ambiente de control, dado por una adecuada gestión de riesgo, auditoría y severas prácticas de cumplimiento en materia de regulación y legitimación de capitales.
“Venezuela no se arregló, pero se está recuperando” dijo la vicepresidenta del país, Delcy Rodríguez. Esto es una expresión que describe el cambio de conducta del gobierno para captar inversionistas y «coquetear» con fuentes de capital internacional.
Como suele ocurrir, la cadena de tuits que sucedió tras el anuncio de la vicepresidenta, fue variopinta, con buenos comentarios, descalificaciones y mucho, mucho, escepticismo.
Más de un lector, aún debe sentir desconfianza de un gobierno que fue signado por 20 años de políticas que no comulgaban con el libre mercado. Sin embargo, los invito a que revisemos lo que ha venido sucediendo en los últimos tres años, y como esto, ha revertido «pasito a pasito» la situación económica.
En el 2018, con cifras inflacionarias superiores a 1,5 millones por ciento, la administración de Maduro decide derogar la ley de ilícitos cambiarios, así como abandonar el control de precios. Estas medidas, «nos empujaron» a una dolarización y descentralización de la economía, que, fomentaron claramente un hacer de oferta y demanda.
Entre 2019 y 2020, el Estado venezolano comenzó un proceso de corrección macroeconómica, con inusitada restricción de liquidez, disciplina fiscal y reducción del gasto público, logrando estabilizar la inflación y la devaluación.
Del mismo modo, el gobierno empezó una política de acercamiento a todos los sectores del hacer económico nacional, así como disposición a conversar con el gobierno de Joe Biden. Recordemos las visitas a Fedecámaras del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, y de la vicepresidenta, Delcy Rodríguez.
Por añadidura, hace unos 2 meses, tras el inicio del conflicto Rusia-Ucrania llegó a Venezuela una delegación de la administración Biden, en búsqueda de alianzas energéticas, tras lo que se han evidenciado pasos tímidos en el aligeramiento de las sanciones financieras, como lo fueron las licencias a Chevron, ENI y Repsol.
Si bien las sanciones siguen siendo una camisa de fuerza —y un secuestro de nuestro derecho como ciudadanos—, los gringos muestran abiertamente su disposición a negociarlas, siempre que se restablezca la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición, lo que pareciera estar en puertas.
Observamos, además, como algunos fondos internacionales empiezan conversaciones con el sector privado venezolano, quizás con extrema cautela, pero con pasos firmes y racionales.
El que las empresas del Estado hagan vida en el mercado de valores, lejos de ser una consigna política o una cosa baladí, obliga al gobierno nacional a rendir cuentas públicas a la ciudadanía e inversionistas sobre el buen manejo gerencial y financiero, así como asegurarse que dichas empresas produzcan utilidades o rendimientos sobre las inversiones.
Si bien, esto significa un reto, un inmenso reto, también se constituye como la «vitrina» necesaria, para que los inversionistas nacionales y foráneos, comiencen a ver con buenos ojos —y mayor apetito—, a las empresas del Estado como destino de inversión.
Cantv, Movilnet, Corpoelec, mixtas petroleras y gasíferas, empresas de explotación mineral, y muchas otras, eficientes, y bien administradas, pueden ser una fuente de riqueza para el país, para los venezolanos, y para los inversionistas.
¿Por qué se comienza con el Banco de Venezuela? No es para nada casual. Desde que Román Maniglia, viceministro de Economía Digital, Banca, Seguros y Valores, asumiera la presidencia de la entidad financiera en septiembre de 2021, ocurrió lo esperado en todas las empresas públicas.
El Banco de Venezuela vio sustancialmente aumentada sus ganancias, encontrando al cierre de abril, utilidades acumuladas de 19 millones de dólares, con gastos que no llegan a la mitad de esta cifra.
Asimismo, siendo un banco robustamente capitalizado con unos 600 millones de dólares, está arrojando cifras de retorno sobre patrimonio o acciones, que supera con creces a la banca privada del país, contando con la red de agencias y puntos de ventas más extensa de toda Venezuela.
Cualquier inversionista que ponga su dinero en acciones del Banco de Venezuela, no sólo se beneficiaría del aumento del precio de estas, sino de pingües dividendos, que superan con creces cualquier inversión realizada en portafolios internacionales, y sin duda la compra de divisas, como mecanismo de cobertura del valor de nuestros bolívares.
Así como cuestionamos abiertamente, decisiones del gobierno que nos parecen inadecuadas en lo económico, también reconocemos sin aprietos, la buena gestión de Maniglia. ¡Sr. Maniglia, así se gobierna! ¡Felicidades!
La transformación económica, permea, y permeará a todas las capas de nuestra población, lo que sin duda nos alegra.
El cambio económico ya está sucediendo, quizás no como se lo esperaban muchos venezolanos, ni tampoco como falsamente prometía Guaidó y su combo, quienes ofrecían un «cambio de gobierno exprés, con olor golpista», sino como consecuencia de un cambio de modelo económico, que poco tiene que ver con nuevos actores o partidos políticos.
Sin duda, hay que apostar también por acuerdos políticos, de sana convivencia y coexistencia, de allí lo necesario de restablecer la mesa de diálogo, independientemente de la opinión de los gringos.
Pareciera que sí, pero no el que anhela la oposición tradicional, sino el de los venezolanos que salen muy temprano por la mañana a buscarse la vida. Un cambio que se dará desde la base de la pirámide social a la cúpula del poder político. Quienes sepan leer al «pueblo llano» y entender y honrar sus necesidades, sin duda se harán de la gloria histórica del gran cambio económico de Venezuela. No se olvide, Usted y yo, ciudadanos de a pie, somos los que decidiremos y construiremos el destino económico, social y político de la patria.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El pasado viernes 10, se anunció la incorporación del Banco de Venezuela al mercado de valores, emitiendo el 5% de su capital accionario para la venta pública. Esto sería tan solo el inicio de una nueva etapa donde se pretende seguir el mismo rumbo con la estatal Cantv, empresas petroleras y petroquímicas.
Tal decisión demuestra clara voluntad política por parte del gobierno nacional de acercarse a una buena gestión de las empresas estatales, ya que «salir» al mercado de valores implica buena administración, transparencia en los números y un adecuado gobierno corporativo. Lo último, incluye un estricto ambiente de control, dado por una adecuada gestión de riesgo, auditoría y severas prácticas de cumplimiento en materia de regulación y legitimación de capitales.
“Venezuela no se arregló, pero se está recuperando” dijo la vicepresidenta del país, Delcy Rodríguez. Esto es una expresión que describe el cambio de conducta del gobierno para captar inversionistas y «coquetear» con fuentes de capital internacional.
Como suele ocurrir, la cadena de tuits que sucedió tras el anuncio de la vicepresidenta, fue variopinta, con buenos comentarios, descalificaciones y mucho, mucho, escepticismo.
Más de un lector, aún debe sentir desconfianza de un gobierno que fue signado por 20 años de políticas que no comulgaban con el libre mercado. Sin embargo, los invito a que revisemos lo que ha venido sucediendo en los últimos tres años, y como esto, ha revertido «pasito a pasito» la situación económica.
En el 2018, con cifras inflacionarias superiores a 1,5 millones por ciento, la administración de Maduro decide derogar la ley de ilícitos cambiarios, así como abandonar el control de precios. Estas medidas, «nos empujaron» a una dolarización y descentralización de la economía, que, fomentaron claramente un hacer de oferta y demanda.
Entre 2019 y 2020, el Estado venezolano comenzó un proceso de corrección macroeconómica, con inusitada restricción de liquidez, disciplina fiscal y reducción del gasto público, logrando estabilizar la inflación y la devaluación.
Del mismo modo, el gobierno empezó una política de acercamiento a todos los sectores del hacer económico nacional, así como disposición a conversar con el gobierno de Joe Biden. Recordemos las visitas a Fedecámaras del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, y de la vicepresidenta, Delcy Rodríguez.
Por añadidura, hace unos 2 meses, tras el inicio del conflicto Rusia-Ucrania llegó a Venezuela una delegación de la administración Biden, en búsqueda de alianzas energéticas, tras lo que se han evidenciado pasos tímidos en el aligeramiento de las sanciones financieras, como lo fueron las licencias a Chevron, ENI y Repsol.
Si bien las sanciones siguen siendo una camisa de fuerza —y un secuestro de nuestro derecho como ciudadanos—, los gringos muestran abiertamente su disposición a negociarlas, siempre que se restablezca la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición, lo que pareciera estar en puertas.
Observamos, además, como algunos fondos internacionales empiezan conversaciones con el sector privado venezolano, quizás con extrema cautela, pero con pasos firmes y racionales.
El que las empresas del Estado hagan vida en el mercado de valores, lejos de ser una consigna política o una cosa baladí, obliga al gobierno nacional a rendir cuentas públicas a la ciudadanía e inversionistas sobre el buen manejo gerencial y financiero, así como asegurarse que dichas empresas produzcan utilidades o rendimientos sobre las inversiones.
Si bien, esto significa un reto, un inmenso reto, también se constituye como la «vitrina» necesaria, para que los inversionistas nacionales y foráneos, comiencen a ver con buenos ojos —y mayor apetito—, a las empresas del Estado como destino de inversión.
Cantv, Movilnet, Corpoelec, mixtas petroleras y gasíferas, empresas de explotación mineral, y muchas otras, eficientes, y bien administradas, pueden ser una fuente de riqueza para el país, para los venezolanos, y para los inversionistas.
¿Por qué se comienza con el Banco de Venezuela? No es para nada casual. Desde que Román Maniglia, viceministro de Economía Digital, Banca, Seguros y Valores, asumiera la presidencia de la entidad financiera en septiembre de 2021, ocurrió lo esperado en todas las empresas públicas.
El Banco de Venezuela vio sustancialmente aumentada sus ganancias, encontrando al cierre de abril, utilidades acumuladas de 19 millones de dólares, con gastos que no llegan a la mitad de esta cifra.
Asimismo, siendo un banco robustamente capitalizado con unos 600 millones de dólares, está arrojando cifras de retorno sobre patrimonio o acciones, que supera con creces a la banca privada del país, contando con la red de agencias y puntos de ventas más extensa de toda Venezuela.
Cualquier inversionista que ponga su dinero en acciones del Banco de Venezuela, no sólo se beneficiaría del aumento del precio de estas, sino de pingües dividendos, que superan con creces cualquier inversión realizada en portafolios internacionales, y sin duda la compra de divisas, como mecanismo de cobertura del valor de nuestros bolívares.
Así como cuestionamos abiertamente, decisiones del gobierno que nos parecen inadecuadas en lo económico, también reconocemos sin aprietos, la buena gestión de Maniglia. ¡Sr. Maniglia, así se gobierna! ¡Felicidades!
La transformación económica, permea, y permeará a todas las capas de nuestra población, lo que sin duda nos alegra.
El cambio económico ya está sucediendo, quizás no como se lo esperaban muchos venezolanos, ni tampoco como falsamente prometía Guaidó y su combo, quienes ofrecían un «cambio de gobierno exprés, con olor golpista», sino como consecuencia de un cambio de modelo económico, que poco tiene que ver con nuevos actores o partidos políticos.
Sin duda, hay que apostar también por acuerdos políticos, de sana convivencia y coexistencia, de allí lo necesario de restablecer la mesa de diálogo, independientemente de la opinión de los gringos.
Pareciera que sí, pero no el que anhela la oposición tradicional, sino el de los venezolanos que salen muy temprano por la mañana a buscarse la vida. Un cambio que se dará desde la base de la pirámide social a la cúpula del poder político. Quienes sepan leer al «pueblo llano» y entender y honrar sus necesidades, sin duda se harán de la gloria histórica del gran cambio económico de Venezuela. No se olvide, Usted y yo, ciudadanos de a pie, somos los que decidiremos y construiremos el destino económico, social y político de la patria.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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