Detrás del ritmo tranquilo de las familias que pasean en el Parque del Este, de los coloridos mercados del oeste con sus ofertas de un dólar, de los bulevares repletos de vendedores, de los grupos de adolescentes en los cines de El Sambil y El Unicentro, de la silente plaza de Los Palos Grandes y la siempre animada avenida principal de José Félix Ribas, tras esa cotidianidad artificial, Caracas tiembla de ansiedad a escasas horas de las elecciones presidenciales en Venezuela.
La ciudad permanece sumida en una aparente calma en la tarde del 27 de julio, con patrullas de la Policía Nacional Bolivariana recorriendo las calles y en especial el centro. Un cielo brillante, de azul cerúleo, arropa a los caraqueños que han decidido salir a disfrutar del sábado soleado o a comprar alimentos y bebidas.
Dentro de los mercados no hay colas que superen las 10 personas por caja. A pesar de que las ventas de comida han aumentado, comerciantes niegan que se hayan registrado compras nerviosas. Algunos menean la cabeza decepcionados, debido a que esperaban poder aumentar sus ingresos antes de los comicios.
En la Calle El Reloj, fuera del Mercadito de Petare, al este de la capital, Hansel Hurtado trabaja en su pequeño puesto, donde en los últimos días los clientes se han llevado sobre todo arroz, pasta y aceite.
«Hoy el día se ha prestado para un movimiento mejor que en otras ocasiones; pero no creas, debajo de esta tranquilidad hay un ritmo de tensión que se entiende, que se le refleja a la gente en la cara. Todo el mundo está a la expectativa de lo que va a pasar mañana. Se dicen muchas cosas, cada quién tomando precauciones», dijo Hurtado a Efecto Cocuyo.
En Petare conversaciones sobre las presidenciales se han convertido en un monotema, un cuchicheo que recorre calles y avenidas, en comentarios casuales, en un «¿Tú te imaginas que…?». Es un murmullo que se extiende a lo largo de 21 kilómetros, hasta Catia, en la otra punta de la urbe.
En Petare se toman previsiones
El Mercadito de Petare es un lugar oscuro y laberíntico, donde es fácil perderse. Allí, en su puesto de alimentos, Roger Ruzza ha vendido mucha comida para perros y gatos, por kilo.
«Comida de animales es lo que más se llevan, me imagino que, cualquier cosa, no quieren dejar a los gaticos y perritos desasistidos», dijo Ruzza, quien no laborará este domingo, debido a que el mercado cerrará todo el día.
En el lugar se mezclan voces y olores, una pareja come arroz frito sentada frente a una barra y un adulto mayor mastica la última empanada en un pequeño local frente a varias confiterías, para el mediodía. Es un fin de semana normal, si no fuese por el insistente bisbiseo sobre las elecciones y las muecas que hacen las personas al mencionar el estrés que los invade, podría ser cualquier otro sábado.
«Yo no he hecho compras nerviosas, estoy comprando lo necesario. Intento no hablar con la gente de las elecciones, para distraerme un poco. Pero no puedo, apenas me pongo a comprar algo me pongo a preguntar «¿tú mañana vas a votar?» y vuelvo a hablar del tema. Creo que nos pasa mucho. Estoy emocionada, pero asustada», dijo Yorlenis Ramírez, tras comprar harina y aceite en el Mercadito.
A poco más de un kilómetro, algunos hombres en la avenida principal de José Félix Ribas, el barrio más grande de Petare, burlan la ley seca mientras comentan sobre los posibles escenarios del 28 de julio. Un par de mujeres los observan, frente a la entrada de la Zona 2 del sector. Hablan entre sí y suspiran cada tanto.
«Estoy nerviosa, no sé qué puede pasar, pero ya llegamos hasta aquí, llegamos. No nos queda más que ir para adelante», le dice una de ellas a su interlocutora, quien se limita a encogerse de hombros.
«Solo Dios sabe», responde la otra, lacónica.
Sábado de picnic en el parque del Este
También hablan de las elecciones los comerciantes informales a las afueras del Parque del Este, municipio Sucre. Discuten entre sí las horas en las que irán a votar, se hacen preguntas hipotéticas y aseguran que quieren estar temprano en sus casas el domingo.
Al parque entran familias, parejas, jugadores de baloncesto, músicos con instrumentos al hombro, es un día de picnic para padres e hijos, de correr en circuito a pesar del calor para deportistas que se han quedado dormidos. Un vigilante confirma que el sitio no abrirá el 28 de julio.
La profesora Ninoska Leal, sentada en uno de los banquitos cercanos a la entrada, indica que tiene «buenas expectativas» del proceso electoral. Es docente jubilada tras 25 años de servicio y asegura sentirse «muy tranquila».
«Soy optimista y positiva de que, bueno, huele a libertad. Vamos todos a votar y a salir de esta situación. En casa tenemos un bebé y estamos un poco más preparados con comida, fruta y cuestiones para él. Para no tener que salir tanto de la casa», explicó Leal a Efecto Cocuyo.
La tarde transcurre, apacible y algo lenta, dentro del parque. Una pareja joven comparte un helado con forma de Mickey Mouse mientras se toman de la mano.
«Mañana yo voto primero y bajo a tu casa para acompañarte a ti. Después podemos almorzar donde mi mamá y nos quedamos ahí hasta la tarde», le dice él a ella, que asiente antes de morder la paleta.
Sin incidentes en Chacao
Las charlas sobre las elecciones presidenciales siguen escuchándose en los dos kilómetros que separan el Parque del Este de Chacao. En la plaza de Los Palos Grandes, dos empleados de un popular restaurante de comida árabe se queja de que tendrán que trabajar en domingo electoral.
«Espero que recapaciten, porque nos dividieron en la mañana y tarde para que nos de chance de votar. Pero para los que trabajan hasta las cinco de la tarde es más difícil, algunos viven lejos. Esperemos que no se prenda nada, que gane quien gane todo sea en paz», dijo uno de los trabajadores, que pidió resguardar su identidad.
La plaza permanece silenciosa. Un grupo de adolescente baila sin música, practican una coreografía movida, frente a una decena de personas desperdigadas en banquitos, bajo la sombra.
El silencio se quiebra en Chacao, frente al centro comercial El Sambil, que tampoco abrirá el domingo. El tráfico y el ruido de gente entrando y saliendo del edificio ahoga todos los posibles diálogos.
Vigilantes del centro comercial aseguran que no se han reportado ningún incidente y que no hay más compras de las habituales este sábado.
El barullo continúa hasta el bulevar de Sabana Grande. Allí los comerciantes informales tampoco armarán sus puestos este domingo.
«Es una orden policial», asegura uno, sin agregar más detalles.
En el sitio las colas en los restaurantes de comida rápida son más largas que en las tiendas de alimentos y otros productos. El monotema sigue siendo los comicios.
«Ve a buscar un protector solar para Gaby y para mí. Trae uno chiquito, no muy grande pero tampoco tan chiquitico, nos queda mañana y lo usamos para después», ordena una madre a un adolescente, frente a una estantería de jabones en Farmatodo.
En Catia aumentan las compras pero no hay pánico
En Catia, al oeste de Caracas, en el municipio Libertador, todos los vendedores han pactado en no trabajar durante las elecciones y muchos esperan a los resultados para decidir si abrirán el lunes.
A 13 kilómetros de Chacao, el tema electoral no es un murmullo, sino un grito. Una exclamación nerviosa, que predice escenarios, que evoca tragedias o triunfos. Nadie coincide en nada. Solo en que la incertidumbre los ha acompañado durante el día.
Lidia Martínez, que vende artículos de higiene, asegura que sus ventas no han subido ni bajado desde el viernes. Agrega que ha dormido bien en los últimos días, pero que está a la expectativa.
«Caracas ha estado muy tranquila hoy, espero que siga así mañana. La ansiedad la tengo a mil, pero intento andar tranquilita. Creo que todos andamos así, fingiendo, pero por dentro no se nos va a salir ese corazón», apunta Martínez.
La tarde cae en el oeste, sin compras apresuradas ni incidentes de seguridad que reportar. Caraqueños se preparan, bajo una frágil máscara de impasibilidad, para elegir quién será el siguiente ocupante de la silla presidencial.
«Estamos ansiosos, pero decididos. Con ansiedad o no, este domingo salgo a votar», culmina Martínez.