Cada 21 de diciembre se abren las ventanas y se comen mandarinas: el Espíritu de la Navidad ha llegado y, si crees en él, es importante dejarlo entrar a casa.
La época decembrina se caracteriza por las celebraciones, los regalos y las reuniones entre seres queridos, pero también cuenta con ciertos rituales que complementan al clima navideño y lo hacen aún más especial.
Antes de que llegue la Nochebuena, se le da la bienvenida al Espíritu de la Navidad desde las 10:00 pm y hasta las 12:00 pm de la noche de cada 22 de diciembre.
Desde el siglo VIII hasta el I a.C. los celtas, tribus que vivían en la parte central y occidental de Europa, comenzaron a celebrar la llegada del Solsticio de Invierno cada 21 de diciembre.
Dicho fenómeno es el momento en el que “el Sol alcanza su posición extrema en el cielo, ya sea al norte o al sur” haciendo así que la estrella comience a “girar” según National Geographic.
Con el paso del tiempo, la celebración ha mutado hasta su estado actual: un día en el que se agradece por lo que se tiene y se hacen peticiones por lo que se quiere.
El arbolito y las hallacas llegan mucho antes de la fecha de esta festividad, pero, de todas formas, muchas familias celebran juntos este día; hay otras personas que prefieren hacer sus peticiones en la soledad.
Para los practicantes de esta celebración, el espíritu arriba a sus casas con amor, prosperidad, abundancia, bienestar, unidad y otros beneficios que les motivan a recibirlo cada año.
Con su llegada se abren las ventanas de las casas durante la noche para permitirle su entrada y recibir su amparo.
También se coloca sal marina en cada esquina de la casa con la que se cree se eliminarán las “malas energías”; se pone en la mañana para el día siguiente barrerla hacia afuera de la puerta de la casa.
Mientras que algunos comen lentejas para recibir el año nuevo, las mandarinas son las frutas predilectas de esta celebración, pues para sus creyentes representa la abundancia, felicidad y prosperidad.
Otras personas aprovechan para encender velas y plasmar en papel aquello que desean para el próximo año. Por orden de importancia y comenzando con un deseo global, las cartas pueden tener entre 12 y 21 deseos, depende de la persona, y deben guardarse hasta el año siguiente.
El colorido de este día va más allá de la monotonía, pues dependiendo de la persona, la familia y sus creencias, los rituales pueden variar en cada hogar. En Solaz te contamos cómo lo viven dos familias venezolanas.
Desde que Vilma Soderini tiene 19 años escribe una carta con 21 deseos para el Espíritu de la Navidad; “ya han pasado casi cinco décadas y aún sigo haciéndolo”, afirma.
Cuando su hija Estefanía ya sabía leer y escribir, le enseñó el mismo ritual. Desde entonces esperan con ansias este día para celebrarlo juntas, quemar su carta del año anterior y escribir una nueva para el venidero.
“Ahora escribo mi carta junto a mis dos hijas y dos de mis sobrinas, se ha convertido en una tradición familiar” cuenta Vilma.
Otras personas han hecho de este día una excusa suficiente para reunirse con sus seres queridos y agradecer por su compañía.
“Asado negro, pan de jamón, hallaca, dulces y vinos, eran algunas de las cosas que servía mi tía abuela en sus celebraciones anuales cada 21 de diciembre” cuenta Ramón March al recordar las reuniones de su pariente Alecia Borges.
Ramón cuenta que el menú era variado y extenso; además, cada año había más invitados. “Sin embargo, mi tía no lo hacía específicamente porque fuese esta celebración; más bien lo aprovechaba para consentir el cariño de sus seres más queridos”.
Aunque Ramón no suele seguir la tradición, cada 21 de diciembre recuerda las reuniones de su tía abuela y, sin querer queriendo, aprovecha la fecha para pedir un deseo.
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Cada 21 de diciembre se abren las ventanas y se comen mandarinas: el Espíritu de la Navidad ha llegado y, si crees en él, es importante dejarlo entrar a casa.
La época decembrina se caracteriza por las celebraciones, los regalos y las reuniones entre seres queridos, pero también cuenta con ciertos rituales que complementan al clima navideño y lo hacen aún más especial.
Antes de que llegue la Nochebuena, se le da la bienvenida al Espíritu de la Navidad desde las 10:00 pm y hasta las 12:00 pm de la noche de cada 22 de diciembre.
Desde el siglo VIII hasta el I a.C. los celtas, tribus que vivían en la parte central y occidental de Europa, comenzaron a celebrar la llegada del Solsticio de Invierno cada 21 de diciembre.
Dicho fenómeno es el momento en el que “el Sol alcanza su posición extrema en el cielo, ya sea al norte o al sur” haciendo así que la estrella comience a “girar” según National Geographic.
Con el paso del tiempo, la celebración ha mutado hasta su estado actual: un día en el que se agradece por lo que se tiene y se hacen peticiones por lo que se quiere.
El arbolito y las hallacas llegan mucho antes de la fecha de esta festividad, pero, de todas formas, muchas familias celebran juntos este día; hay otras personas que prefieren hacer sus peticiones en la soledad.
Para los practicantes de esta celebración, el espíritu arriba a sus casas con amor, prosperidad, abundancia, bienestar, unidad y otros beneficios que les motivan a recibirlo cada año.
Con su llegada se abren las ventanas de las casas durante la noche para permitirle su entrada y recibir su amparo.
También se coloca sal marina en cada esquina de la casa con la que se cree se eliminarán las “malas energías”; se pone en la mañana para el día siguiente barrerla hacia afuera de la puerta de la casa.
Mientras que algunos comen lentejas para recibir el año nuevo, las mandarinas son las frutas predilectas de esta celebración, pues para sus creyentes representa la abundancia, felicidad y prosperidad.
Otras personas aprovechan para encender velas y plasmar en papel aquello que desean para el próximo año. Por orden de importancia y comenzando con un deseo global, las cartas pueden tener entre 12 y 21 deseos, depende de la persona, y deben guardarse hasta el año siguiente.
El colorido de este día va más allá de la monotonía, pues dependiendo de la persona, la familia y sus creencias, los rituales pueden variar en cada hogar. En Solaz te contamos cómo lo viven dos familias venezolanas.
Desde que Vilma Soderini tiene 19 años escribe una carta con 21 deseos para el Espíritu de la Navidad; “ya han pasado casi cinco décadas y aún sigo haciéndolo”, afirma.
Cuando su hija Estefanía ya sabía leer y escribir, le enseñó el mismo ritual. Desde entonces esperan con ansias este día para celebrarlo juntas, quemar su carta del año anterior y escribir una nueva para el venidero.
“Ahora escribo mi carta junto a mis dos hijas y dos de mis sobrinas, se ha convertido en una tradición familiar” cuenta Vilma.
Otras personas han hecho de este día una excusa suficiente para reunirse con sus seres queridos y agradecer por su compañía.
“Asado negro, pan de jamón, hallaca, dulces y vinos, eran algunas de las cosas que servía mi tía abuela en sus celebraciones anuales cada 21 de diciembre” cuenta Ramón March al recordar las reuniones de su pariente Alecia Borges.
Ramón cuenta que el menú era variado y extenso; además, cada año había más invitados. “Sin embargo, mi tía no lo hacía específicamente porque fuese esta celebración; más bien lo aprovechaba para consentir el cariño de sus seres más queridos”.
Aunque Ramón no suele seguir la tradición, cada 21 de diciembre recuerda las reuniones de su tía abuela y, sin querer queriendo, aprovecha la fecha para pedir un deseo.