Antonia Abreu de Natera es una venezolana a la que le tocó emigrar a España en medio de un duelo. A sus 76 años logró sobrellevar los desafíos que la sorprendieron en esta etapa de su vida, mientras se adaptaba a un nuevo país y encontraba consuelo en el pasatiempo de su juventud, la pintura

¿Qué te falta por hacer? Antonia Abreu de Natera, una venezolana de 76 años, debió responder esta pregunta a una psicóloga en medio de un proceso migratorio. La interrogante llegaba en una etapa crucial. Se adaptaba a un país nuevo, un paisaje ajeno, distinto al que dejó en Santa Bárbara, municipio del sur de Monagas, estado donde pasó la mayor parte de su vida de casada hasta que enviudó y decidió emigrar.  

Desde el año 2022 reside en Calatayud, “un pueblito lindo de España", como ella misma lo describe. No planificó estar allí, la vida la puso allí. Tuvo que reconciliarse con los cambios que la sorprendieron en la tercera edad.   

“Una mañana de 2020, cuando estaba en Santa Bárbara, mi esposo me llamó a gritos desde el baño: ¡Antonia! Corrí a ver qué pasaba, y cuando llegué lo encontré inconsciente en el piso", describió para recordar uno de los episodios más duros de su vida.   


Decidimos, en familia, que me tenía que ir y escogí España, país donde estaba mi hija

Antonia Abreu de Natera

Desesperada llamó a los vecinos por ayuda. A su esposo lo trasladaron al hospital más cercano, pero no había nada que hacer. Un infarto fulminante pondría fin a 49 años de matrimonio y llevaría a Antonia a transitar por un camino que jamás hubiese imaginado en el pasado: irse de Venezuela. 

En Venezuela, después de la muerte de su pareja, fue muy dura la soledad, pese a que sus parientes la arroparon con cariño mientras sobrellevaba el duelo.  

“Decidimos, en familia, que me tenía que ir y escogí España, país donde estaba mi hija", explicó. Así, de pronto, Antonia sería una inmigrante a sus 76 años.

En honor a un gran amor

Recuerdo de la boda de Antonia Abreu de Natera | Foto: cortesía familia Natera Abreu

Los días previos a su partida, Antonia tomó los recuerdos de su esposo y de su boda. Todavía guardaba muchos de ellos. Comenzó a regalarlos a seres especiales. Con este gesto hizo una especie de ritual para honrar la memoria de su compañero de vida. “Yo no quería ver esos recuerdos llenos de polvo, quería que personas especiales de la familia le dieran nueva vida. Regalé objetos que para mi tenían un valor sentimental grande. Me despojé de todo lo material, pero no del gran amor que siento hacia mi esposo, a él lo llevo siempre conmigo, él habita en mi corazón", sostiene. 

Tras un largo viaje llegó a Calatayud. Allí se reencontró con uno de los pasatiempos de su juventud: la pintura. Un talento que por años cultivó con discreción, pero que ahora es su vía de escape, además de una herramienta con la que ayuda a otros adultos mayores. 


Me despojé de todo lo material, pero no del gran amor que siento hacia mi esposo, a él lo llevo siempre conmigo

Antonia Abreu de Natera

¿Qué te falta por hacer? retoma la pregunta que le hizo la psicóloga del centro de Día Calatayud (club de abuelos) . Esta interrogante marcó el fin de un ciclo y el comienzo de otro. “Me falta dar talleres de pintura", respondió  con entusiasmo para luego entregarse al óleo, al pincel y al carboncillo.   

Pintar y orar 

La pintura, la oración y el amor de la familia son para Antonia un bálsamo. Mientras mira una novela Turca, de esas que dice que le gustan mucho, recuerda y reflexiona: ese 2020 perdí a mi hermana Melena el 4 agosto; a mi esposo César el 22 octubre y, en abril de 2021, a mi hermano Rafael. Todo pasó en menos de diez meses. Cuando me preguntan cómo me repuse del dolor, solo puedo tener una respuesta: ha sido Dios. 

Para ella pintar es terapia, paz, relajación, usa esas palabras cuando se le pregunta por su pasatiempo. También se sorprende por lo irónica que resulta la vida, pues recuerda que en Venezuela, a ella, cuando era joven, la enseñó a pintar un español. “Ahora yo les enseño a pintar a los españoles". 

Su primer curso lo dio motivada por el personal del Centro de Día. Ese primer taller contó con 10 alumnos. “Yo pensé que nadie se anotaría al curso, pero para mi sorpresa sí llegaron los participantes". 

Una de las pocas cosas que trajo en su maleta, de su anterior vida en Santa Bárbara, era su instructivo de pintura, el mismo que obtuvo durante el curso que le dio en Venezuela su maestro español.

Su primer curso se llamó Iniciación al dibujo y se prepara para dictar el segundo Iniciación al óleo. “Me entusiasmó mucho la alegría de los alumnos al ver que realmente podían pintar. La pintura es maravillosa para la mente. Lo que más me alegró fue ver la emoción de mis hijos cuando les compartí lo que habíamos hecho", expresa con entusiasmo. 


Me entusiasmó mucho la alegría de los alumnos al ver que realmente podían pintar. La pintura es maravillosa para la mente

Antonia Abreu de Natera

Un recuerdo de Antonia junto a su esposo en un viaje familiar | Foto: cortesía familia Natera

En Calatayud Antonia decidió vivir esta etapa sin el peso del miedo, sin resistirse al cambio, algo que a veces resulta difícil para personas de su edad, incluso para los más jóvenes. Ahora, tiene un lienzo en blanco donde pintar nuevos momentos. Al preguntarle si cambiaría algo de su pasado responde con certeza: nada, absolutamente nada. 

Acepta la muerte como la continuación de la vida. Dice no tenerle miedo ya, porque mirando hacia atrás se dio cuenta que ha hecho todo lo que debió hacer: amar con el corazón, tener una hermosa familia y un pasatiempo que la sumerge en una rutina de creatividad y colores.

“La vida se trata de eso, de encontrar lo positivo incluso en medio de las dificultades. ¡Yo ya cumplí y creo que no lo hice mal!", reflexionó.   

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