La cantante de origen español regresa a los escenarios caraqueños para cantar sus Canciones del Alma, un concierto que se presentará el 3 de noviembre en el Centro Cultural BOD. En el marco del regreso de la cantante a los escenarios celebramos su legado en la serie Leyendas

.

Soledad Bravo recién se enteró de que su nombre forma parte del lenguaje coloquial venezolano. Encontrábase haciendo alguna cola en algún banco de Caracas, cuando escuchó a dos motorizados jóvenes hablando. Uno de ellos, refiriéndose a su vida sentimental, explicó que se encontraba “Soledad Bravo", es decir: soltero, solo.

A ella, al principio, le hizo gracia. Le hizo reír con esa risa profunda y alegre que brota desde los rincones de su alma. Pero confiesa que ya no le hace tanta gracia, porque es la banalización del nombre de su abuela paterna y el apellido de su padre. “No me gusta que mi nombre sea usado para frases non santas", dice seria, justo antes de guiñar el ojo, cómplice y traviesa.

Una tarde con Amador Bendayán

Soledad no recuerda cuál fue la primera canción que cantó en su vida. Sí recuerda, en cambio, la manera particular que tenía su abuela de tocar guitarra, con la caja de resonancia apoyada en su pierna y punteando las cuerdas de manera vertical como quien sostiene un bajo. También recuerda que con ella aprendió una gran cantidad de romances y sevillanas provenientes de España, y que solía cantar con su abuela cuando solo contaba cinco años de edad.

A esa misma edad, su hermano la llevó a cantar y concursar en un programa radial conducido por Amador Bendayán. Eligió para cantar uno de los romances que le había enseñado su abuela, y su interpretación fue bien premiada con una lata de leche Klim. Al regresar a su casa, en Catia, le entregó la lata a su mamá.

Hoy cuenta con 76 años de vida, y este domingo deleitará a Caracas con Canciones del Alma, un concierto-repertorio con varios de los temas que la han popularizado a lo largo de los años, y en esta oportunidad lo hará acompañada de músicos de la talla de Alberto Lazo, Nené Quintero y Carlos Rodríguez.

Hay una gran cantidad de música que desconozco, y necesitaría más de una vida para cantarla

Soledad Bravo, cantante

—¿Cómo se prepara para interpretar las Canciones del Alma?

—Ayer estuve ensayando con el trío (Lazo, Quintero y Rodríguez) que adoro y fui muy feliz. Teníamos tiempo que no tocábamos juntos y fue un hermoso ensayo. Espero que el público lo perciba igual. Me preparo con cariño, con la expectativa de siempre.

—Uno podría pensar que con más de 50 años de vida artística, una personalidad como Soledad Bravo ya no ensaya

—¿Cómo se te ocurre semejante cosa?

–A mí no. A la gente.

–Para nada. Siempre hay alguna canción que quieres dar, alguna sorpresa, algo que no hayas cantado nunca. Ayer mientras ensayábamos, por ejemplo, me vino a la mente una canción bellísima (que no te voy a decir) y la estuvimos preparando un poco para saber si podíamos interpretarla en vivo. Siempre es bonito dar cosas distintas y diferentes en el repertorio.

Es el día de la rueda de prensa organizada por el Centro Cultural BOD. Soledad asiste vestida de rojo y acompañada de Antonio Sánchez, el chileno que es su manager, su esposo y el padre de su hija Ana Sol. Saluda y da los buenos días, siempre riendo, pero se limita a sentarse para escuchar a los periodistas que han ido a verla. Para escuchar a Soledad, hay que hablarle primero. Es fácil hacerlo. Acercarse a ella no impone la presencia de guardaespaldas o protocolos. En ese sentido hace honor a su nombre: se sienta sola al lado del micrófono con el que ríe, con el que canta, con el que habla.

—¿Cómo se siente Soledad Bravo hoy?— pregunta una periodista

—¿Tú de verdad quieres que te conteste?, le responde ella sin dejar de reírse. Y agrega: “Estoy aquí para escucharlos".

Entre tanto y tanto, se cansa. No es la misma Soledad Bravo que paseaba por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela con su guitarra, ni la misma que entonaba la Canción del elegido o Punto y raya. Tampoco es la misma que con voz desgarrada cantaba Paloma negra, o aquella mujer que hablaba de una mirada hipnotizante en sus Ojos malignos.

La imagen de Soledad está grabada en el imaginario popular con sus ojos grandes y marrones, su rostro surcado de pecas, el cabello lacio y negro al viento, siempre con su cuatro o guitarra a cuestas. En la memoria auditiva, quedó marcada la voz dulce con la que entonaba las canciones de protesta del momento.

Para mí, las canciones son pequeñas historias, pequeñas obras de teatro

Soledad Bravo, cantante

El guitarrista Aquiles Báez recuerda que “La Sole" o “Solita" (como pueden llamarla quienes pertenecen a su círculo íntimo) se hizo amiga de su madre en 1970, cuando ambas coincidieron en los pasillos de la UCV. De pequeño, verla en la televisión cantando en Buenos días, programa conducido por Sofía Imber, era parte de la rutina antes de ir a la escuela.

Su voz, cantarina, alegre e incluso maternal, se convierte en un río oscuro y profundo cuando canta. En alguna oportunidad, una lágrima se asoma. Con poco más de 50 años cantando, Soledad Bravo sigue emocionándose al estar sobre un escenario y frente al público que lo único que quiere es escuchar cómo su voz es capaz de interpretar el despecho, el amor y la rebelión en cuestión de minutos.

—¿Tienes alguna canción favorita?

—¿Y si se ponen bravas las otras? (risas). Para mí, las canciones son pequeñas historias, pequeñas obras de teatro. Te metes en el personaje, te metes dentro de la historia, tratas de interpretar. Por un momento estás siendo la menina que baila y quiere que la dejen bailar en paz. O cuando te posee el personaje de La flor de la canela, o de Desencanto amoroso, debes interpretarlo de acuerdo a eso. Te metes tanto en el personaje que es como si no hubiese otra cosa. No tengo canciones favoritas, aunque sí tengo algunas que me han acompañado durante toda la vida y son como amuletos personales, pero no porque sean favoritas, sino por una costumbre cabalística. Son como tus hijos, que les das atención a cada uno en el momento adecuado y cuando tienes la oportunidad.

—¿A qué le canta Soledad Bravo?

—Primero a mí misma, porque le doy rienda suelta a mis sentimientos, a mis sentidos. Cuando estás tranquila afloran melodías que guardas en tu memoria y cuando cantas no le cantas al mundo ni a la vida, estás cantando lo que sientes. No es nada especial, pero si lo piensas, uno siempre le canta al amor.

—¿Qué debe tener una canción para que usted decida interpretarla?

—Siempre debe coincidir con mis cánones personales de estética y belleza necesarias para que yo las interprete. Canciones feas, no (risas).

—¿Qué es lo que más le cautiva de la música latinoamericana?

—Hay una inmensa hermandad entre lo que se dejó atrás, que es España, y lo nuevo. Esa mezcla maravillosa que se dio a raíz del crisol de culturas (la española, la africana y la aborigen), en Venezuela y en Latinoamérica, ha dado como resultado una musicalidad extraordinaria. Ahí lo tienes: nuestras canciones le han dado la vuelta al mundo.

Alguien le pide que cante la Canción del elegido, del cantautor cubano Silvio Rodríguez. Ella lo toma de las manos y comienzan a entonar sus versos:

Siempre que se hace una historia
Se habla de un viejo, de un niño o de sí
Pero mi historia es difícil:
No voy a hablarles de un hombre común
Haré la historia de un ser de otro mundo
De un animal de galaxias
Es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea.

Termina. Ella sonríe con la sonrisa más amplia que pueda existir, esa que deja ver sus dientes blancos, que contrastan con el labial rojo. Los aplausos estallan sonoros, continuos.

Nunca podré dejar de admirar a los grandes compositores hispanoamericanos, ni a los grandes compositores cubanos

Soledad Bravo, cantante

—En este momento histórico tan controvertido, ¿volverías a cantar con Silvio Rodríguez como lo hiciste en su momento con la canción Santiago de Chile?

—Claro. Éramos muy lindos, muy jóvenes… y además para nosotros fue muy traumático

—¿Por qué?

— Para mí lo fue porque cuando ocurrió el golpe de estado a Salvador Allende en 1973 se acabó una ilusión juvenil que era tener una democracia socialista. Eso fue muy triste. Yo no me niego a hacer duetos con gente que he querido y que quiero. Siempre estoy dispuesta a cantar con quien amé y con quien amo.

Nunca podré dejar de admirar a los grandes compositores hispanoamericanos, ni a los grandes compositores cubanos que le dieron una vuelta importantísima a la música entre 1960 y 1970. Esa trova que nació en Santiago de Cuba es la vieja trova que acarició a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nosotros mismos. Esa misma trova fue convulsionada por estos jóvenes trovadores que salieron a romper esquemas desde el punto de vista métrico, poético y musical. No podré nunca dejar de cantar clásicos. No soy radical porque amo la música, y la música buena hay que amarla.

Es necesario comprender que el mundo donde se hizo popular Soledad Bravo sufría aún los traumatismos de la Segunda Guerra Mundial. Repudió la guerra de Vietnam, que concluiría en un fracaso rotundo, vio nacer el movimiento hippie y la revolución sexual. Mientras el continente ardía, en Venezuela estaba viento en popa la era Saudita. Caracas era una ciudad del primer mundo, de edificios sin rejas, donde abundaban el “ta’ barato, dame dos" y los viajes a Miami. Solo en 1977 el PBI per cápita promedio en América Latina era de 866 dólares y el de Venezuela, de 1.409 dólares.

En las memorias de Báez permanece el recuerdo de ella en aquel mundo que él recuerda como “un tanto subterráneo" para la época, e integrado por “gente de izquierda y bohemios, donde su voz era referencia obligada". En las fiestas que daba Soledad, según Báez, eran frecuentes invitados como Cecilia Todd, Lilia Vera, Facundo Cabral o Mercedes Sosa.

—¿Qué le falta por cantar?

—Mi marcha fúnebre (risas)…Mentira, qué terrible. La verdad es que todo. Heredé la biblioteca de mi padre, que fue un hombre muy culto y muy leído, y observándola me doy cuenta de todas las cosas que no he leído y que no sé. Me ocurre lo mismo con las canciones: hay una gran cantidad de música que desconozco, y necesitaría más de una vida para cantarla.

DÉJANOS TU COMENTARIO