A un año del intento del ingreso de la ayuda humanitaria a través de la frontera con Colombia y Brasil, el diputado y también comisionado especial de la gestión de Juan Guaidó ante la Organización de Naciones Unidas afirmó que siguen buscando los mecanismos para que entren medicina y alimentos a Venezuela. El parlamentario destacó que el objetivo es mostrar a los países afiliados en la ONU la crisis que vive el país bajo el régimen de Nicolás Maduro

#AyudaHumanitaria

Hace un año la oposición encabezada por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, trató de cumplir una meta que se había planteado mucho tiempo atrás: el ingreso de la ayuda humanitaria. Definieron logística, movilización, acompañamiento y el 23 de febrero de 2019 como la fecha para ejecutar la acción. Algunas cosas fallaron, entre ellas desestimar que el chavismo también jugaría e impediría que los insumos donados por varios países entraran a Venezuela.

Miguel Pizarro, diputado de la Asamblea Nacional y para ese momento coordinador del ingreso de la ayuda humanitaria, admitió a El Pitazo que el manejo de las expectativas con respecto a ese día D también fue algo que jugó en contra. Sin embargo, ahora como comisionado especial de Guaidó ante la Organización de Naciones Unidas conoce la importancia de mostrar al mundo la crisis que vive Venezuela y, según reveló, es el trabajo que viene haciendo desde hace cinco meses en un espacio donde el chavismo aún tiene voz, participación y aliados.


Si bien hay un avance en la Organización de Naciones Unidas en el reconocimiento de la emergencia humanitaria, ninguna de estas cosas se han manifestado en avances logísticos. Venezuela necesita ayuda para salir de la miseria en que está

Miguel Pizarro
Diputado de la AN y comisionado especial en la ONU para la gestión de Guaidó

–A un año del intento de ingresar a Venezuela ayuda humanitaria ¿Cuál es el balance?

–Hay un balance profundamente negativo acerca de la condición social y humanitaria del país. Hace un año seis millones de personas necesitaban asistencia humanitaria y hoy son nueve millones de ciudadanos los que la requieren. Si uno hace un corte estadístico de donde estábamos 12 meses atrás, ahora estamos más cerca de la catástrofe humanitaria que de haber superado la espiral de la emergencia. Lo que pasó el 23 de febrero (de 2019) fue una demostración física del régimen: quemaron un camión y cerraron la frontera, pero durante el año ha tenido otros episodios. Si bien hay un avance en la Organización de Naciones Unidas en el reconocimiento de la emergencia humanitaria, ninguna de estas cosas se han manifestado en avances logísticos. Venezuela necesita ayuda para salir de la miseria en la que está.

–¿Qué fue lo que ocurrió el día del ingreso de la ayuda humanitaria?

–Primero, el uso salvaje y brutal de todas las formas de represión que tiene el régimen para impedir el ingreso de insumos. No solo el uso de las Fuerzas Armadas, sino de grupos paramilitares, como los que vimos en la frontera San Antonio-Ureña; así como la masacre de los pemones en el estado Bolívar. Segundo, un proceso de aprendizaje que tiene que ver más con nosotros. El 23 de febrero hicimos una apuesta muy elevada para salvar vidas, para poner lo humano en el centro de nuestra acción política y hubo una serie de expectativas construidas que apuntaban a que no íbamos a hacer un ejercicio de ayuda humanitaria, sino que ese era el día de la batalla final, el día D, y todo eso terminó claramente en una frustración.

–¿En qué pudo contribuir ese cargamento que no entró? ¿Qué llevaban los camiones?

–Había insumos para hospitales tipo IV; suplementos nutricionales para atender adultos mayores con desnutrición severa; kits de higiene, que dentro de la esfera humanitaria tiene que ver con dignidad (toallas sanitarias, jabones, purificadores de agua); había dotación para ambulatorios y medicina primaria. En esos días de febrero fuimos dando el balance y hubo algunas cosas que rescatamos como IHK, que son kits para atender a 50 mil pacientes en emergencia hospitalaria. Se preservaron porque no llegaron a la línea frontal de la frontera, pero luego se logró, a través de la Organización Naciones Unidas, que esos combos entraran al país.

–¿Tienen previsto hacer otras entregas y de qué forma?

–Entendiendo el contexto, hemos tomado la decisión de comunicar un poco menos lo que hacemos, para garantizar que efectivamente se cumpla. A todos los que hemos podido ayudar, le hacemos entrega directa (de los insumos) con mucha discreción. Al final, nosotros no somos los implementadores humanitarios. Es decir, ni la Asamblea Nacional, ni el gobierno interino son los que deben hacer la entrega de última milla. No les corresponde. Ese rol lo tienen las organizaciones y los actores humanitarios. Nosotros somos un puente de conexión entre quien puede ayudar y quien tiene la capacidad efectiva de entregar esa ayuda. Nosotros hemos mantenido el trabajo de pensar cómo escalamos en esto, cómo podemos ayudar a las organizaciones y cómo podemos hacer que entren más insumos y alimentos a Venezuela.


Nosotros hemos mantenido el trabajo de pensar cómo escalamos en esto: cómo podemos ayudar a las organizaciones y cómo podemos hacer que entren más insumos y alimentos a Venezuela

Miguel Pizarro
Diputado de la AN y comisionado especial en la ONU para la gestión de Guaidó

–¿Cómo estaría la situación si hubiese entrado ese cargamento?

–Para nosotros no era cuestión de un día. El 23 de febrero significaba abrir el espacio de ayuda humanitaria. Nuestra idea era que fuese el inicio de un proceso de atención masiva y ayuda a gran escala. Si el régimen permitiese que se ejecutara el programa de Naciones Unidas y lo que la comunidad internacional ha planteado en Venezuela, se hubiese parado el número de personas con necesidad de asistencia. Si el año pasado se hubiese abierto el espacio de ayuda humanitaria, no estaría tan grave la situación de servicios públicos de los hospitales. La discusión el año pasado era por generadores eléctricos, purificadores de agua y pozos en las instalaciones; la discusión de hoy es reconstrucción de estructura. Si el año pasado se hubiese permitido que los donativos entraran, hubiera un repunte en la adquisición de medicinas a muy bajo costo, e incluso gratuitas, para enfermedades crónicas o de vida o muerte. Un montón de cosas para poblaciones específicas: atención de brote de VIH entre los waraos, atención a las mujeres embarazadas y disminución del repunte de mortalidad materna y la mortalidad infantil. La atención humanitaria hace el trabajo de parar el shock, la hemorragia de miseria, el incremento de la necesidad.

–¿Han podido hacer un proceso de auditoría y seguimiento de los recursos de la ayuda humanitaria que han otorgado varios países? ¿Cómo es esa cadena?

–Es una arquitectura complicada. Por ejemplo, un país dice que va a donar una determinada cantidad de millones de dólares a la emergencia humanitaria de Venezuela y en el inconsciente de la gente se crea la idea de que es plata que va a la cuenta de Guaidó o de la Asamblea. Y no es así. Un ejemplo de cooperación es la americana o la británica, que son las más grandes en este momento: ellos anuncian que tienen cinco millones de dólares para saneamiento del agua. Después que tienen el monto, buscan al implementador o a la agencia que ejecuta. En el 80% de los casos termina en manos de los actores humanitarios internacionales: Ocha (Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios), Unicef, Acnur, Federación Internacional de la Cruz Roja, Programa Mundial de Alimentación, entre otras, divididas por áreas. Estos organismos buscan quienes son sus socios para la implementación, a veces organizaciones de la sociedad civil o la propia agencia.

-¿Cómo se la hace seguimiento?

-Ocha tiene una página donde la gente se puede meter y ver cuanta plata se ha recaudado y para cuales programas. Una segunda forma de rendición de cuentas es la interacción directa con los organismos humanitarios. Nada de esto se ejecuta por la Asamblea ni el Gobierno interino; no administramos los recursos, ni somos quienes los ejecutamos, tenemos una labor de verificación y eso lo cumplimos.


Ocha (Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios), tiene una página donde la gente se puede meter y ver cuánta plata se ha recaudado y para cuáles programas. Una segunda forma de rendición de cuentas es la interacción directa con los organismos humanitarios. Nada de esto se ejecuta por la Asamblea ni el Gobierno interino

Miguel Pizarro
Diputado de la AN y comisionado especial en la ONU para la gestión de Guaidó

¿En ese episodio del 23 de febrero, llamado «Cucutazo», hubo un quiebre de la oposición?

–Hay sectores que siempre están buscando un episodio para ver cómo generan una diferenciación. Son grupos pequeños, minorías de los extremos: los ultramoderados y los ultrarradicales. El 23 de febrero no marcó algo porque el momento político era de mucha efervescencia. Creo que ese no es uno de los hitos de mayor discusión a lo interno.

¿Qué hace un comisionado para las Naciones Unidas? ¿A qué se dedica?

–La ONU es el último reducto de diplomacia que le queda a Maduro. Es el último lugar donde el régimen sigue actuando como gobierno reconocido. Además en este organismo venimos de un antecedente negativo. Recordemos que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) llegó a condecorar a Venezuela como ejemplo (por “lograr los objetivos del hambre cero") y la narrativa del madurismo había ganado un gran espacio allá adentro. Mi gran tarea es cambiar la percepción dentro del sistema. Eso se traduce en informes como el de la Alta Comisionada, Michelle Bachelet; o que se iniciara la misión de verificación para determinar responsabilidades en la violación de Derechos Humanos que, digamos, es la evolución del informe de la Alta Comisionada. Es lograr que el área humanitaria de la ONU mantenga la visibilización y explicación de lo que está pasando. Por eso es muy importante que diga cosas como estas, porque le da validez superior a lo que nosotros explicamos. Busco aumentar la capacidad de la coalición internacional. Hay espacios para interactuar con países de Asia o África, con los que no somos tan cercanos geográfica y políticamente, pero los contactamos y hablamos. Está la oportunidad de poder hablar con países que están fuera de los más de 50 que nos reconocen. Ellos (el chavismo) intentan preservar la ONU.

–¿En que se traduce ese trabajo para la gente? ¿Cuáles son los beneficios prácticos para los ciudadanos?

–Que el espacio humanitario de Naciones Unidas y Cruz Roja sea aprovechado para atender la población a lo interno. Visibilizar la problemática. La gente cree que es algo metafísico, pero termina en algo concreto en el tema de los Derechos Humanos, del Arco Minero, de los derechos fundamentales. Se cree que todo el mundo sabe de lo que se está hablando, pero no es así y en la medida en que se visibiliza más y que lo que se dice adquiere legitimidad con los informes, se traduce en responsabilidades concretas en la violación de Derechos Humanos.


Se cree que todo el mundo sabe de lo que se está hablando, pero no es así y en la medida en que se visibiliza más y que lo que se dice adquiere legitimidad con los informes, se traduce en responsabilidades concretas en la violación de Derechos Humanos


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