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domingo, 7 julio, 2024

Elecciones | El Naranjal: una comunidad sumergida en carencias que está dispuesta a votar 

El deseo de cambio de Ana Morillo se hace sentir también en las familias de El Naranjal, que ven en la zona solo retroceso. Se sienten aisladas y alejadas de lo que es vivir con normalidad

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Gran Caracas.- A tan solo 30 minutos de la capital venezolana, se encuentra la comunidad El Naranjal, una zona rural que pertenece al estado Miranda, aunque parece no existir para las autoridades gubernamentales. Este lugar se encuentra sumergido en las carencias, pero sus habitantes están dispuestos a votar en las elecciones presidenciales del 28 de julio con el deseo de salir de la desidia.

Ana Morillo es una habitante de esta comunidad. Tiene 57 años y nunca pensó llegar a la situación de pobreza en la que se encuentra actualmente. Trabajó desde sus 13 años y esperaba no depender de nadie en su vejez, pero lo único que recibe es una pensión de 130 bolívares con la que no puede ni alimentarse.

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«Trabajé toda mi vida para no depender de ninguna persona, pero hoy en día me pregunto dónde está la plata que me descontaban a mí del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS). Siento que no valió la pena trabajar tanto para cobrar solo 130 bolívares mensuales de una pensión. No es justo» expresó Morillo al equipo de El Pitazo.

Por esa y otras razones, saldrá a votar el 28 de julio, convencida de que es la única opción que tienen los venezolanos para salir de la crisis en la que se ha mantenido el país durante tantos años. Asimismo, dijo que es indispensable ir masivamente a participar en los comicios presidenciales.

«Voy a votar buscando un cambio para salir de toda esta situación que nos ha arrastrado por tantos años. Tenemos que buscar el cambio que tanto hemos anhelado desde años atrás», comentó la vecina de esta comunidad cercana al kilómetro 19 de la Autopista Regional del Centro (ARC). 

El deseo de cambio de Morillo se hace sentir también en las familias de esta comunidad, que no ven el progreso de la zona, sino el retroceso. Se sienten aisladas y alejadas de lo que es vivir con normalidad.

Promesas incumplidas

El Naranjal es una comunidad rural a la que en varias oportunidades el Gobierno venezolano le ofreció mejoras en la vialidad, pero nunca llegó esa promesa. Algunas calles son de tierra, cemento o piedra; otras tienen trabajos de asfalto hechos por los mismos habitantes.

Cuando llueve, el deterioro de la vía es mayor y gran parte de la comunidad teme quedar sin ningún acceso. La única opción para salir de esta zona a la capital es por la Autopista Regional del Centro o por la carretera de La Mariposa, que conecta con la parroquia Coche. 

María Sánchez es otra vecina que tiene 20 años viviendo en uno de los sectores de la zona y a diario lamenta la miseria en la que se encuentra su comunidad. Aseguró que son pocas las ocasiones en las que reciben la visita de alguna autoridad y cuando ocurre es porque se aproxima algún evento electoral.

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«Llegan, te hacen una promesa y se van. Eso pasa siempre. Si no resolvemos por nuestra propia cuenta, se nos cae todo encima», afirmó Sánchez durante un recorrido del equipo de El Pitazo en esta comunidad. 

Sumada al mal estado de la vialidad, está la falta de transporte público. Hace 10 años, los habitantes se movilizaban en yips que cubrían la ruta El Naranjal-Cortada del Guayabo-Coche, pero dejaron de prestar el servicio y los ciudadanos se veían obligados a caminar largos trayectos para llegar a sus destinos.

Después de múltiples solicitudes de la comunidad a la Gobernación del estado Miranda, finalmente hace un año comenzó a funcionar una unidad de TransMiranda en esta zona, pero debido a los largos trayectos es insuficiente un solo vehículo. Cada traslado puede demorar más de una hora. 

Esa situación obliga a los habitantes de El Naranjal a caminar hasta la Autopista Regional del Centro, cruzar la vía y esperar que alguna unidad de transporte de los Valles del Tuy se detenga en plena ARC para movilizar a los pasajeros que a diario necesitan ir a la capital para trabajar, estudiar o realizar cualquier diligencia.

Carencias de servicios: una zozobra

Las carencias de servicios de electricidad y agua también mantienen a los habitantes en zozobra. En algunas zonas el servicio llega por tuberías a través del sistema Camatuy, pero no todos los días. Otros sectores no tienen este suministro y solo dependen de los manantiales que hay en el lugar.

Una de las vecinas, que prefirió resguardar su identidad por ser trabajadora pública, indicó que al menos tres veces por semana debe pagar a un motorizado para que le busque bidones de agua en una toma de manantial. 

Por cada viaje que hace el motorizado le cobra un dólar. Al sumar el gasto mensual, esta vecina puede ver cómo la afecta en su bolsillo, pues deja de comprar otras cosas necesarias para poder conseguir agua. 

«Uno siempre espera que con el pasar de los años las cosas mejoren, pero aquí es al contrario. Mientras más tiempo pasa, mayores son las carencias», puntualizó.

Las fallas eléctricas también son una constante. Si llueve, inmediatamente los vecinos se quedan sin luz y hay momentos en los que, sin motivo, también hay cortes de electricidad. Esta situación afecta a toda la comunidad y perjudica a quienes tienen sus negocios en la zona como única fuente de ingresos. 

Al preguntarles a los vecinos por las fallas de electricidad indicaron que hay momentos en los que el servicio se va hasta por cuatro días. Durante este tiempo pierden los alimentos por falta de refrigeración, también quedan incomunicados y obligados a irse a casa de familiares en otras localidades.

Bonos y bolsas CLAP: un chantaje 

Ana Morillo aseguró que los bonos y bolsas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) forman parte de un mecanismo de chantaje con el cual las mismas voceras y voceros de comunidad buscan perjudicar a los vecinos. «Esos alimentos no sirven, pero igual están pendientes de quitarte lo poco que llega», indicó.

«La bolsa nos llega cada dos meses. Se escucha decir que van a traer más productos, pero eso aquí no pasa. Llega pura harina de maíz amarilla y por eso hay tantas personas con problemas estomacales. La proteína que mandan es una mortadela de pollo en lata, eso no es digno«, comentó la vecina en medio de su molestia por la crítica situación.

También rechazó los bonos que entrega el Estado. Precisó que no está de acuerdo con estas asignaciones porque se acostumbró a los venezolanos a depender de ellos. «Antes tú le pagabas a alguien para que te llevara o trajera la bombona, pero ahora nadie lo hace porque dicen que no tienen necesidad de hacer otra cosa cuando les cae un bono».

De cara a las elecciones presidenciales del 28 de julio, aseguró que urge un cambio en el país por el futuro de los hijos, los nietos y para tener una vejez digna. Cree que es indispensable que se abran fuentes de empleo que permitan la recuperación económica del país.

«Sabemos que Venezuela no se va a levantar de la noche a la mañana. Aquí se acostumbró a los venezolanos al conformismo y a esperar de brazos cruzados a recibir algo, pero todos tenemos que salir a la calle a trabajar por nuestro país», sentenció.

Morillo está convencida de que su realidad es la misma de miles de venezolanos, que por temor no se expresan y prefieren guardar silencio ante lo que está mal, pero que al final del día se levantan y dan gracias a Dios por la vida para «echarle un mundo». 

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