Habitantes de La Candelaria anhelan volver a caminar sus calles sin miedo

A 269 años de su declaración como parroquia, muchas cosas se mantienen: las anécdotas sobre los nombres de las esquinas, las tradiciones familiares de las tascas y la bulla constante en la plaza central. Sin embargo, la mayoría de estos lugares fueron abandonados durante la última década, algunos como consecuencia de la crisis económica y otros por causa de la inseguridad, producto de la falta de vigilancia y alumbrado público

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Candelaria fue declarada como parroquia el 25 de agosto de 1750 y es una de las 22 que conforman el municipio Libertador del Área Metropolitana de Caracas | Foto: Andrés Rodríguez

Caracas.- Cada esquina de La Candelaria tiene una historia. Alcabala, que ahora comunica la avenida Este con la calle Guillermo José Schael, era una de las cinco entradas que tenía Caracas durante el siglo XVIII, y en ese punto se pagaba una suerte de peaje. Dos siglos después, allí se instaló una de las estaciones de un tranvía que cruzaba el casco histórico de la capital.

La Miguelacho debe su nombre a un español, dueño de una pulpería, que en 1813 fue señalado y detenido por el Gobierno por no tener simpatía con el partido oficial. La comunidad salió en su defensa y exigió su libertad. La petición fue aceptada por el gobernador. Años más tarde, la esquina sería llamada así en honor del español.

Pero la historia que más disfrutan contar los habitantes de esta parroquia es la de las esquinas Peligro y Pele El Ojo. Algunos aseguran que durante el siglo XIX, la zona era utilizada para la prostitución y estaba llena de bares; entonces había que estar alerta. Otros creen que Peligro era uno de los sectores más inseguros de La Candelaria, por lo que, por asociación, a la esquina que le sigue la nombraron Pele El Ojo.

La Candelaria fue declarara parroquia el 25 de agosto de 1750 y es una de las 22 que conforman el municipio Libertador del Área Metropolitana de Caracas. Según la data del Registro Electoral, la habitan unas 100.000 personas. Dentro de su territorio están el Museo de Bellas Artes de Caracas, el Museo de Ciencias y la Galería de Arte Nacional. También las iglesias católicas Nuestra Señora de la Candelaria y María Auxiliadora; las sedes principales del Ministerio Público y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc).

Hasta hace unos años, sus aceras eran transitadas sin miedo, recuerda Carlos Julio Rojas, habitante de la zona y líder comunitario. Las tascas y los restaurantes eran lugares de encuentro, no solo para quienes habitan la parroquia, sino para toda la ciudadanía de la capital. Ahora, según las estimaciones de la Asamblea de Ciudadanos de La Candelaria, por lo menos 40% de estos locales, abiertos en su mayoría por familias europeas en la década de los años treinta, quebraron, algunos por causa de la hiperinflación que atraviesa Venezuela desde finales de 2017; otros, por la inseguridad.

Antolino, un portugués que llegó al país hace 65 años, instaló un bodegón que quedó reducido a una bodega. Pasó de tener un supermercado surtido con todo tipo de productos a ofrecer licores y especias que exhibe en tres estanterías. Aunque la caída de su negocio la atribuye a la crisis del último quinquenio, cuenta que desde la llegada de Hugo Chávez al poder ya sabía que los comerciantes independientes, como él, eran una amenaza para el Estado. “Antes del chavismo todo funcionaba bien”, afirma. Pero no deja que eso lo derribe. Cada día se levanta, abre su negocio y cumple toda la jornada laboral, aunque no aparezca ni un solo cliente.

La lucha por los espacios públicos

La plaza La Candelaria, que es una suerte de entrada a la parroquia y conecta el sector con la avenida Urdaneta, es un lugar cuyos visitantes asiduos parecen no abandonarlo nunca. Desde allí pareciera que la gente de la parroquia no durmiera, pero Carlos Julio Rojas asegura que La Candelaria ya no es un lugar tan seguro para caminar, mucho menos después del atardecer: la falta de alumbrado público, las calles y aceras deterioradas, la basura acumulada en las esquinas y la presencia de indigentes en pasajes y caminerías obligó a muchos habitantes a abandonar los espacios públicos.

La plaza La Candelaria es una suerte de entrada a la zona comercial de la parroquia y la conexión con la avenida Urdaneta. Desde allí pareciera que su gente no descansara | Foto: Andrés Rodríguez

Aunque él admite que se niega a deshabitar las calles de la parroquia que considera su hogar, insiste en que “La Candelaria es una parroquia muy generosa. Tú fácilmente podrías caminarla completa y todo está cerca. Tú sales de tu casa y tienes panaderías, farmacias, abastos y hasta tiendas de ropa”.

Pero no todos se aferran a la valentía. Mercedes Araujo tiene 33 de sus 73 años viviendo en la parroquia y extraña poder pasar las tardes en las plazas y luego, en las noches, ir a tomar o comer con sus amigos en alguna tasca. Antes, hace más o menos diez años, podía caminar por la zona a cualquier hora, pero por estos días prefiere estar en casa antes de que el sol caiga.

Para ella, un factor que ha potenciado el abandono de los espacios públicos es el aumento de las invasiones que comenzaron en 2001, pero tomaron fuerza a partir de 2007. La Asamblea de Ciudadanos de La Candelaria contabiliza 34 expropiaciones e invasiones en 12 años.


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La mayoría de las torres financieras y establecimientos de la parroquia fueron edificados entre 1970 y 1990, entre ellos el Centro Financiero Confinanzas, conocido como Torre de David, cuya construcción, a diferencia de otras estructuras, se detuvo cuatro años después de que se inició. La crisis bancaria de 1994 dejó al octavo rascacielos más alto de la región –para el momento- a medias.

La iglesia Nuestra Señora de La Candelaria debe su edificación a la inmigración canaria del siglo XVIII. Allí reposan los restos de José Gregorio Hernández | Foto: Andrés Rodríguez

En octubre de 2007, el edificio comenzó a ser invadido. Según datos oficiales, 1.156 familias vivían allí para junio de 2014. En julio de ese año, el gobierno de Nicolás Maduro inició el traslado de las familias a Cúa, estado Miranda, como parte de la Gran Misión Vivienda. En abril de 2015, Ernesto Villegas, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Capital, aseguró que 72% de las familias habían sido desalojadas de la torre, y en mayo anunció la culminación de la operación.

Sin embargo, Carlos Julio Rojas dice que el lugar nunca ha dejado de estar en manos de invasores. Como la toma de esa torre, los habitantes de La Candelaria han denunciado, año tras año, desde 2008, la invasión de lo que sería el Sambil de La Candelaria y que, según la familia Cohen, propietaria del Grupo Sambil, generaría 4.000 empleos directos. La estructura ahora son 20.000 metros cuadrados utilizados por el Estado para almacenar colchones. No es ni la universidad ni el hospital ni el centro cultural que han prometido diferentes voceros del chavismo a lo largo de los años.

La parroquia La Candelaria posee un alto transito peatonal
De acuerdo con el Registro Electoral, a la parroquia la habitan más o menos 100.000 personas | Foto: Andrés Rodríguez

Identidad y arraigo como bases

Como todo el que adopta un lugar ajeno como su hogar, Mercedes y Antolino, sin saberlo, coincidieron en que no habría mejor lugar para vivir, porque en la parroquia La Candelaria la gente es amable y solidaria.

Mercedes sueña con volver a transitar el Paseo Anauco, ese que, en 2015, Jorge Rodríguez, como alcalde de Caracas, prometió recuperar. Según dijo, el paseo contaría con una ruta de ciclovía, quioscos y restaurantes, parques infantiles, vigilancia y alumbrado público. Pero hoy en día solo es habitado por perros y gatos abandonados y algunos indigentes.

Antolino, por su parte, anhela volver a tener el depósito del local lleno de mercancía, a atender su negocio sin miedo a ser atracado, poder cerrar luego del atardecer y regresar caminando tranquilamente a casa.

Aunque muchas soluciones dependen del Estado –alumbrado público, reparación de las calles y aceras y vigilancia-, Carlos Julio Rojas insiste en que el papel de la sociedad civil debe ser activo. Apuesta por una ciudadanía organizada que conozca sus derechos y los exija, pero también por una que no espere por las autoridades gubernamentales para generar cambios positivos y procurar espacios de encuentro para la comunidad.

Según la Asamblea de Ciudadanos de la Candelaria, 40% de las tascas de la parroquia cerraron durante los últimos años | Foto: Andrés Rodríguez

Cree que una forma de encaminarse hacia la reconstrucción del tejido social es la preservación de la historia local. Considera que mientras los habitantes conozcan más un sitio, mayor será su sentido de pertenencia y, en consecuencia, la preservación de todos sus lugares y la creación de nuevos espacios públicos.

Anaqueles vacíos de un comercio con tradición en la zona
Cada esquina tiene una historias y los habitantes de esta zona disfrutan contarlas. Saben de memoria todas las posibilidades que generaron sus nombres | Foto: Andrés Rodríguez

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