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jueves, 23 junio, 2022

«Soy médico y también soy drag queen»: el galeno activista Lgbti en Venezuela

Francisco Machado es un joven médico venezolano que también es drag queen y activista Lgbti. Su simbiosis entre la ciencia y el arte llama la atención de casi 100.000 personas que lo siguen en su cuenta Twitter

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Caracas, 23 jun (EFE).- «Soy médico y también soy drag queen». Así se presenta Francisco Machado, un joven galeno que encara con el mismo entusiasmo su trabajo en el campo de la medicina que su forma de hacer activismo transformado en Vitiliga, el personaje al que da vida con la ayuda de peluca, maquillaje y llamativos vestidos.

Esta simbiosis entre la ciencia y el arte llama la atención de casi 100.000 personas que siguen a Francisco en su cuenta Twitter.

Él insiste en marcar las fronteras entre su personaje femenino y el hombre que es, ambas esferas son la cara y la cruz de un comprometido activista que quiere generar un cambio en su país y que lo ha puesto todo en el intento.

«Los activistas cada vez nos vamos articulando más, tenemos una agenda mejor estructurada», señala, sin dejar de recordar que Venezuela está a la cola de Sudamérica en derechos Lgbti, pero, enfatiza, el mes del Orgullo es «ese espacio propicio para poder visibilizar» los reclamos, como el matrimonio igualitario.

«Dragtor»

«Creo que tengo un compromiso con las personas sexo-género diversas porque muchas de las cosas que hoy en día se viven dentro del sistema sanitario vienen por desconocimiento», dice Francisco al ser consultado sobre la prohibición que tienen en el país los homosexuales para donar sangre y otra lista de restricciones LGBTI.

A su juicio, algunos de sus colegas en los hospitales simplemente «no son conscientes de lo mucho que pueden afectar al resto» estas restricciones, como -cuenta- hospitalizar a personas trans de acuerdo a su sexo biológico, por lo que mujeres trans son recluidas hoy con hombres cisgénero.

«Dentro del área de la salud todavía tenemos mucho que aprender, mucho que aceptar y creo que poco a poco, con trabajo de hormiguita, podemos avanzar en este tema», cree.

Mientras tanto, combinando las palabras doctor y drag, acuña el término «dragtor», como se presentó en las redes sociales y con el que ha conocido a «muchos amigos» en toda Latinoamérica que también visten batas de día y usan peluca de noche.

El médico

Francisco tenía 9 años cuando quedó prendado del oficio médico y, como no podía ser de otra manera, encontró esa inspiración en la industria pop de telerrealidad que mostraba a cirujanos plásticos como celebridades de Beverly Hills. Ser uno de ellos «sería mi más grande sueño», dice.

El camino a esa meta ha empezado a trazarse en Venezuela, donde el joven sortea la escasez de material médico y fármacos, así como el deterioro de los hospitales, mientras mantiene el buen ánimo y ve la crisis sanitaria como una oportunidad para «dar lo mejor» y «maximizar los (pocos) recursos» en favor de los pacientes.

Otras veces -matiza- la situación es, sin medias tintas, «frustrante», especialmente cuando el joven de 27 años no tiene «nada» para atender a las personas, más allá de sus conocimientos y disposición, que parecen inagotables.

Ese «choque» con la realidad, en la que pudo ver la «insatisfacción» de los pacientes, lo llevó a dudar sobre su futuro, pero se aferró a lo que llama su vocación de servicio y ahora ratifica feliz que está en el lugar correcto.

Vitiliga

En 2020, en medio del confinamiento por la COVID-19, el entonces estudiante de medicina tuvo una epifanía al descubrir los shows de transformismo que han proliferado en los últimos años, pues encontró, en el mundo de las drag queen, una puerta para expresarse a través del baile y la comedia, pasiones que mantiene lejos del estetoscopio.

«Vitiliga es una mujer empoderada, es una mujer luchadora, es una mujer que busca inspirar a quien conozca su historia y demostrar que puedes explotar todo lo que eres como persona en el personaje drag», dice, vestida y maquillada, sin dejar de recordar el diagnóstico de vitiligo que recibió Francisco en 2020 y al que debe su nombre drag.

Como otras reinas del transformismo, Vitiliga usa una característica que en el pasado amenazó su autoestima y que ahora reivindica con todo su histrionismo sobre los escenarios. «Esta condición se comparte apenas con el 1 % de la población mundial (…), es algo realmente único y me hace realmente especial», considera.

Esta «mujer humanista» -explica- busca entretener a la gente y «poder educar a través del drag», o lo que ella llama «dragtivismo», una forma de ayudar a las sociedades a eliminar estigmas sobre la población LGBTI y, en su caso, especialmente los relacionados con el derecho a la salud de este colectivo.

EFE

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