Por Crónicas de Chile
Santiago de Chile.- A sus 28 años Ricardo David Castillo Barboza tiene un entusiasmo que contagia. Mezcla su experticia como contador público con sus ganas de ayudar al que pueda, de destrabar procesos con empatía, de impulsar a construir un mejor futuro.
Castillo Barboza se graduó en la Universidad Rafael Urdaneta, pero se formó y trabajó desde cuatro años antes como contador en la empresa familiar de su abuelo, Juvenal Barboza. También laboró por un año en el BOD como analista de crédito antes de emigrar a Chile el 22 de noviembre de 2017, justo un día antes de su cumpleaños.
Salió de Maracaibo por tierra hasta Cúcuta, Colombia, y de allí tomó un avión hasta Santiago. “Mis padres se habían venido un año antes con mi hermano y yo estaba viviendo con mis abuelos paternos. Allí empecé a vivir la experiencia de un inmigrante. mi corazón se dividía en dos: mi vida en Venezuela y mi futuro en Chile", cuenta.
Ricardo asegura que no quería emigrar, pero un día un amigo cercano murió en las protestas contra el Gobierno y se dio cuenta que en Venezuela no tenía garantías de futuro. Por ello hizo el trámite para obtener el pasaporte y se lo entregaron en dos meses, tal vez un récord. Habló con sus padres, quienes lo ayudaron a emigrar. Lo más doloroso fue dejar a sus abuelos.
Tenía 15 años cuando tuvo su primer trabajo como obrero en una empresa de su abuelo. “Él nos decía: ‘Si quieres ser jefe debes empezar de abajo y ganártelo’. Un par de años después ascendí a asistente contable mientras empezaba a estudiar en la universidad. Allí conocí a Rutmari Parra, una increíble contadora que me enseñó mucho. Así logré ser el contador de la empresa", explica.
Al llegar a Santiago buscó trabajo y encontró como garzón (mesonero) y bodeguero, pero su torpeza para este tipo de oficios lo saboteó. “¡Era un desastre! Confundía pedidos, rompía cosas. No eran trabajos para mí aunque lo intentara con todas mis ganas. Así pasó mes y medio y encontré trabajo como auditor financiero, pero me pagaban sueldo mínimo", afirma.
Así estuvo nueve meses hasta que llegó su temporaria y se postuló como consultor contable en una firma que le sirvió de escuela por dos años. Renunció justo antes de la pandemia por un mejor trabajo. Mientras esto pasaba, empezó a nacer su emprendimiento. “Unos clientes de la firma en la que trabajaba me contactaron porque querían mis servicios como asesor financiero externo, algo distinto a lo que hacía. Esto me animó a comenzar", refiere.
Por el escenario de pandemia Ricardo consiguió trabajo como staff financiero. Formó parte de un gran equipo de trabajo y aprendió muchas cosas, pero pasaban los meses y tenía más y más clientes en su firma, por lo que, con miedo, pero mucha fe, en agosto 2021 renunció y se dedicó a su firma de lleno.
«Conseguí mi oficina ese mismo mes y con el apoyo de mi socio Jorge Quiroga empezamos a trabajar. Para noviembre de 2021 ya teníamos un nuevo integrante en el equipo, un consultor contable, y actualmente nos esforzamos al máximo para brindar servicios personalizados y de calidad", sostiene.
El norte de la firma es ayudar al emprendedor en todo el proceso: desde la formalización del emprendimiento, costo de productos y servicios, impuestos, control de inventario, remuneraciones, pero no solo en cuanto a lo técnico, sino también con apoyo y guía en la toma de decisiones. “No bastan los números o planillas, es una conversación donde el emprendedor se sienta cómodo, pregunte, tenga el apoyo y crezca su emprendimiento", añade.
Ricardo sueña en grande: “Cuando nos preguntan nuestra proyección queremos llegar a todo Chile. Actualmente tenemos clientes en Coquimbo, Concepción, Ñuble y la Región Metropolitana, sin embargo, queremos seguir expandiéndonos y seguir apoyando a los emprendedores en todo Chile".
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