Santa Bárbara de Zulia.- El no cumplir con los tratamientos adecuados, establecer un cerco epidemiológico o la falta de diagnósticos son factores que han ocasionado la muerte de pacientes con paludismo en el costero municipio Sucre, en el estado Zulia.
Yuleiny Carmona, habitante del barrio Jaime Lusinchi en el poblado de San Juan, parroquia El Batey del municipio zuliano, dijo que solo en su comunidad han muerto siete personas que contrajeron la enfermedad, tras la picadura del mosquito transmisor.
Una de las fallecidas fue su hermana Yalisbeth del Carmen Carmona Pirela, quien en julio de 2017 fue una de las primeras víctimas del brote de paludismo o malaria, patología que había sido erradicada en Venezuela.
Yalisbeth apenas tenía 32 años y se ganaba la vida vendiendo verduras en el centro de Caja Seca. En marzo de 2017, su rutina cambió repentinamente cuando comenzó a sentir fiebre. Cada día era más intensa y prolongada.
«Le hicieron varios exámenes: de sangre, de orina. Unos médicos nos decían que tenía algo en el hígado, otros que en el riñón. Al final, después de tanto desgaste físico fue llevada al hospital de Valera. Allí le hicieron transfusiones de sangre y murió en la Unidad de Cuidados Intensivos», contó Yuleiny Carmona.
Refirió Yuleiny que su hermana se complicó por no haber sido diagnosticada ni tratada a tiempo. En los chequeos en el centro de salud en Trujillo, una prueba determinó que padecía malaria. Sin embargo, era demasiado tarde.
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Mientras Yalisbeth padecía las consecuencias de la malaria sin saberlo, en el poblado donde nació y creció, otros vecinos presentaban síntomas similares, sobre todo fiebre alta.
Yuleiny, hermana de la paciente para entonces infectada, aseguró que no solo había casos sospechosos en el poblado costero San Juan, pues la enfermedad comenzó a propagarse en todo El Batey. En menos de un año la incidencia era el particular en esa zona del Sur del Lago y en otros poblados de la Panamericana en el estado Mérida.
Solo en el barrio Jaime Lusinchi, que debe ese nombre a un presidente venezolano, los vecinos de Yuleiny fueron a siete velorios donde la incontrolable plaga terminó enlutándolos. La vida, o mejor dicho la muerte, los cambió por completo.
Yelitza Pirela, la madre de la joven fallecida por paludismo, es ahora quien junto a sus tres hijos se encarga de la manutención de sus cuatro nietas de 18, 14, 12 y 11 años, quienes quedaron en la orfandad con la partida de Yalisbeth.
«Es fuerte lo que nos toca vivir. Mi hermana no pudo ver crecer a sus hijas y ni ellas vivir con su madre. Acá hay muchas personas infectadas, muchas se enferman hasta cuatro veces, necesitamos que las autoridades tomen control de la situación para evitar más daños», afirma Yuleiny.
Se les pregunta sobre el papel que han desempeñado las autoridades y dicen que sólo entregan algunas dosis para contrarrestar los efectos de la patología, pero en las calles de San Juan al menos no se evidencia limpieza de áreas donde presumen se reproduce el insecto que sirve de vector del paludismo.
En la Unidad de Malariología en Caja Seca, en la parroquia Rómulo Gallegos del municipio Sucre, las estadísticas son un secreto de Estado.
En dos ocasiones, El Pitazo intentó conocer las cifras que maneja la Dirección de Salud y Desarrollo Social de la Alcaldía de Sucre, pero sus funcionarios no las ofrecieron. Tampoco el Ministerio de Salud emite el boletín epidemiológico desde 2014.
Yonys González, alcalde de la jurisdicción, tampoco ha revelado la cantidad de fallecidos ni casos confirmados por la enfermedad que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, señala a Venezuela como el país de mayor número de contagios en el continente americano.
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