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jueves, 24 julio, 2025

Zuliano relata lo que vivió en el Cecot: «Pensé que iba a morir»

Alirio Guillermo Belloso Fuenmayor, de 30 años, llegó este martes 22 de julio a la casa de su mamá, en Maracaibo, donde sus familiares y vecinos lo esperaron con globos, pancartas y espuma para celebrar el reencuentro

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Cuatro meses y dos días estuvo Alirio Guillermo Belloso Fuenmayor en una de las celdas del Centro de Confinamiento para Terroristas (Cecot) en El Salvador. En ese tiempo -denunció- estuvo incomunicado, sin ver el sol y fue golpeado casi a diario por los custodios.

El zuliano, de 30 años, llegó este martes 22 de julio a la casa de su mamá, en Maracaibo, donde sus familiares y vecinos lo esperaron con globos, pancartas y espuma para celebrar su llegada. Es uno de los 252 venezolanos que Estados Unidos deportó a El Salvador y que Venezuela repatrió este viernes 18 tras negociar con la liberación de 10 estadounidenses.

“Yo pensé que ahí iba a morir. Nos decían que íbamos a morir, que nos iban a dar una condena de 200 años", dijo Belloso luego de reencontrarse con su hija de 8 años, su mamá Yajaira Fuenayor y su pareja Nohemí Briceño, a quienes no veía desde octubre de 2023 cuando migró a EE. UU.

Alirio Belloso llegó pasada las 5.00 pm a la casa de su mamá en Maracaibo, estado Zulia. Foto: El Pitazo.

El joven llegó pasadas las 5.00 pm en un camión de la Guardia Nacional. Con él iban otros 5 deportados que esperaban ser llevados a sus casas. Al bajar de la unidad militar, se tiró a los brazos de Nohemí. “Te amo, te extrañé demasiado", le dijo mientras decenas de familiares y amigos lloraban, gritaban, aplaudían, grababan con sus celulares y le lanzaban espuma.

Un abrazo seguía a otro, y es que en la calle de al menos 18 casas, todos son familiares de Belloso. Los globos de los colores de la bandera de Venezuela estaban desde la mañana de punta a punta en el frente de las viviendas, pero se explotaron con el calor del sol.

A los segundos de bajar, llegó el segundo abrazo más esperado, con su hija Alicia: “Nunca más te voy a dejar, te lo juro", le dijo mientras ambos lloraban por el reencuentro. Luego vino el encuentro con su mamá, quien le agradeció a Dios.

El joven zuliano tenía casi dos años sin ver a su hija de 8 años. Foto: El Pitazo.


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“No nos dejamos esposar, preferíamos los golpes"

Belloso relató a El Pitazo lo que vivió en el Cecot, una experiencia que le hizo perder unos 15 kilos y le intensificó una lesión en la rodilla. “Duré cuatro meses y dos días, y yo creo que fueron casi los cuatro meses aguantando golpes todos los días", denunció Belloso

Recordó que una de las veces que fueron agredidos fue cuando lo intentaron esposar dentro de las celdas. “Nosotros no nos íbamos a dejar esposar para que nos jodieran otra vez. Preferíamos que nos mataran a coñazos y nosotros a ellos. Al final nos terminan jodiendo porque ellos eran como 40 o 50 y nosotros sólo 10 por celda".

– ¿Por qué los golpeaban?

– Porque no le hacíamos caso.

– ¿En qué no les hacían caso?

– Ellos querían que nosotros no las mantuviéramos arrodillados y yo no me iba a arrodillar a un  hombre. Ellos pensaban que nosotros le teníamos miedo como los salvadoreños. Nosotros no. Yo soy de aquí de Venezuela. A la Guardia les tiro piedra, más a ellos.

En el tiempo que estuvo en el Cecot, nunca salió al sol, se bañaba una vez al día y era a las 4.00 de la madrugada. Las comidas fueron las mismas durante casi toda la estadía: arroz blanco con pasta y arroz con granos.

“Desayuno, almuerzo y cena era arroz con granos y arroz con espagueti. Sin salsa y sin nada. Sin sabor. Una o dos veces al mes nos daban una comida especial para argumentar que nos daban algo, y era la comida de ellos: pan con caraotas, pan con jamón y queso, o arroz con puerco", aseguró mientras el resto de su familia escuchaba atento el relato en el patio de su casa, una vivienda humilde.

Castigado 13 veces

Belloso fue castigado 13 veces, recordó. Las misma veces estuvo en “la isla" o “el pozo", una celda oscura, sin luz ni ventilación, describió.

“Es un cuarto oscuro donde sólo hay un hueco arriba en el techo, no tenemos aire, no tenemos nada. La puerta la cierran. El hueco es chiquito para que entren un rayito de luz. Nos alumbraban con lámparas y uno quedaba ciego y nos daban otra coñiza más. Nos decían groserías, que éramos unos hijos de puta, que nos íbamos a podrir ahí, que no nos quería nadie", aseguró.

– ¿Por qué los metían ahí?

– Porque me encontraban bañándome, y no me les callaba. Si éramos cuatro en la celda que nos portábamos mal, eran cuatro que nos llevaban. Hubo compañeros que los orinaron.

Belloso relató que desde las celdas escuchaban los gritos de los reclusos castigados y después se hacía silencio. “Se callaban porque algunos se quedaban desmayados", aseguró.

Dos huelgas: una de sangre y hambre

Durante los cuatro meses en el Cecot hicieron dos huelgas: una de hambre y sangre, y otra cuando rompieron los candados de las celdas.

“La huelgas de hambre y sangre fue de cuatro días. Hubo compañeros que se cortaron, yo no me corté, con una arandelas de las escaleras de las camas. Eran literas de cuatro pisos, rompimos las escaleras", dijo Belloso, quien explicó que la protesta era por los abusos contra los compañeros.

“La segunda huelga fue cuando rompimos los candados porque vimos cuando unos compañeros le rompieron la cabeza y los golpearon hasta desmayarlos, y sacarlos en silla de rueda", afirmó.

Recordó que los funcionarios les hicieron una requisas a la celda que estaba frente a la suya porque tenían afeitados los bigotes. “Lo hacíamos con las hojillas que hacíamos de las arandelas y con los hilos de los shores". 

Comentó que cuando los custodios entraron a esa celda, se enfrentaron a golpes. “Nos pusimos de acuerdo todos cuando ellos salieron a descansar, nos subimos al cuarto piso y rompimos las cabillas, y entre varios empezamos a romper los candados. Abrimos 6 celdas. Eran 32".

Agregó que se enfrentaron con los funcionarios hasta que entró el cuerpo antimotín. “Nosotros íbamos pa’ lante con ellos y le caímos a cabillazos y a piedras, porque con la misma cabilla golpeabamos los techos y sacabamos piedras. Pero cuando empezaron a disparar (perdigones de plástico), empezamos a taparnos con los colchones y no pudimos más", lamentó.

Una comida con sabor a familia

Belloso no recibió perdigones ni le quedaron marcas de los golpes que -dijo- recibió, sólo la lesión en su rodilla que le empeoró, según él mismo comentó.

Llegó a la casa de su mamá con la misma ropa que le dio el gobierno de El Salvador antes de salir en un avión hacia Venezuela: un short de jeans y una franela gris.

Hoy dormirá en la casa que compró con el dinero que ganaba en Estados Unidos antes de ser detenido en enero de este 2025 por no tener papeles en regla. “Me deportaron por falta de documentación. Nos vinculaban con el Tren de Aragua, y yo ni siquiera conozco a esa gente", afirmó.

Junto a su mamá y su hija, de quien no se despegaba, dijo que estaba feliz y agradeció por volver a comer arroz con pollo y patacones. “Es la comida de mis hermanas, de mi mamá".

– ¿A qué sabe?

– Sabe a familia.

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