Chile rechazó un proyecto que no cambiaba nada

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El proyecto de Constitución es rechazado porque resume un espíritu modernizador en relación con los tiempos. En esencia es inocuo. Para nada apuntala cuestiones las perspectivas para el rescate de la soberanía nacional, el desarrollo autónomo y un nuevo reparto de la riqueza. El objetivo principal era atemperar la rebeldía y, de producirse un cambio, que todo siguiera igual. En ese sentido, la carta presentada cumplía el objetivo. De ser aprobada, nada cambiaría.

Por: Carlos Hermoso

Los resultados del plebiscito en Chile reflejan una situación que no se corresponde con las rebeliones de 2011 y 2019. De una parte, no hubo propuesta alguna en correspondencia con el espíritu rebelde. De otra, la propaganda en contra del proyecto formulado fue eficaz y no encontró respuesta contundente por parte de quienes lo presentaron.

Esto explica porqué, luego de que, en 2020, 78 % de los chilenos votaron por el APRUEBO a una nueva Constitución, hoy 62 % dijeron RECHAZO al proyecto presentado por la Convención Constitucional». Desde el plebiscito del 26 de octubre de 2020 se fue fraguando el proceso. El objetivo principal era atemperar la rebeldía y, de producirse un cambio, que todo siguiera igual. En ese sentido, la carta presentada cumplía el objetivo. De ser aprobada, nada cambiaría.

De tal manera que son dos determinaciones las que conducen a este resultado. De una parte, los sectores más reaccionarios desarrollan todo un proceso de enfrentamiento a cualquier cosa que suene a cambio. Mientras, los sectores que se presentan como expresión del descontento popular, se meten en cuestiones subalternas que anulan el debate de las fundamentales. Esas que tienen que ver con el desarrollo nacional soberano, la plena gratuidad de la enseñanza y la salud, el salario y el empleo productivo, la seguridad social, la eliminación de las administradoras de fondos de pensiones (AFP), entre otras cuestiones.

Similar a lo que aconteció en Cuba en el debate acerca de la nueva Constitución aprobada en 2019. Se centró en torno del matrimonio homosexual. Aunque también se orienta hacia algunos aspectos fundamentales como la restauración de la propiedad privada sobre los medios de producción. Se busca adecuar la Carta Magna, base fundamental de la superestructura jurídica, a las reformas que aceleran la restauración plena de las relaciones capitalistas. El restablecimiento cultural e ideológico ha avanzado bastante en ese camino.

En el caso chileno la cosa es brutal. Se levantan fantasmas y mentiras de un lado. Del otro, los proponentes y sectores de esa gama de factores que se denominan izquierda y progresistas, brindan argumentos en favor de naderías que permiten desviar el debate.

Se centra la polémica en el carácter plurinacional, intercultural, regional y ecológico, plasmado en el artículo 1 del proyecto, que llevaría a la desaparición de Chile. Aunque el proyecto contiene artículos elementales presentes en toda Constitución que sustenta las relaciones basadas en la explotación obrera y que buscan la unidad del Estado como el artículo 268, sobre la equidad interterritorial. O bien, el 182, en relación con la economía social de mercado. Quienes señalaban lo de la eliminación de la propiedad privada se ven claramente desmentidos en el artículo 78 sobre el derecho de propiedad. Amplio y extensivo a toda forma de propiedad estatal y privada, de persona o jurídica.

También contribuye a distraer aquello de los órganos colegiados, cuya composición debía configurarse con base en una composición paritaria, como reza el artículo 161. Se une a esto el que las listas electorales deberían encabezarlas siempre una mujer.

Mentiras acerca del aborto y la educación privada también aportan a la distracción del debate. En el primer caso se afirma que las mujeres podrían abortar hasta los nueve meses de embarazo y a discreción. En el de la educación se dice que no queda claro cómo actuaría el sector privado frente a un sistema público gratuito. Aunque en el proyecto se establece que el sistema nacional de educación y el de la salud integran al sector público con el privado. Lo que plantea el proyecto no es nada revolucionario. No hay cambio alguno hacia una educación pública, gratuita, científica, democrática, popular y de calidad.

Un tantico de historia y su derivación

El proceso político chileno fue adocenado durante décadas. El pacto de silencio funcionó un tiempo. Pero se fueron abriendo las compuertas. Aunque el terror dejó lo suyo hasta naturalizar y entronizar en buena parte de la población, por ejemplo, eso de que la educación debía ser privada. Pero el miedo y el adocenamiento van dejando espacio a los más jóvenes. Así, los levantamientos del 2011 y 2019 son iniciados por los pingüinos. Les siguen los más grandes. Sin embargo, es un movimiento en sí. Espontáneo. Carente de un programa que resumiera sus aspiraciones.

Además, no se configura una dirección política capaz de llamar las cosas por su nombre. En vez de la lucha por la gratuidad de la enseñanza, durante mucho tiempo, apenas se buscaban mejoras de calidad. Igual sucede con muchos servicios. Se legitiman y naturalizan las AFP.

No hubo unidad en torno de un proyecto político alternativo que propugnara una perspectiva soberana y popular, base para una propuesta de Constitución avanzada. Tampoco la hubo en relación con el proceso. Luego, con la ofensiva de los sectores más conservadores, se fueron creando condiciones como para que la gente perdiera las perspectivas, casi sin resistencia.

Se suma que los jóvenes, sobre todo el movimiento estudiantil, ven cómo los principales dirigentes de 2011 se fueron envejeciendo en su pensamiento, hasta quedar de presidente, como pieza de recambio, Gabriel Boric, una de las figuras emblemáticas de ese período. No más asumir el cargo, coloca a Camila Vallejo como vocera de gobierno, otro emblema de entonces. Es que ahora representan al Estado chileno, ni siquiera modernizado. Representan más de lo mismo.

El proyecto de Constitución es rechazado porque resume un espíritu modernizador en relación con los tiempos. En esencia es inocuo. Para nada apuntala cuestiones las perspectivas para el rescate de la soberanía nacional, el desarrollo autónomo y un nuevo reparto de la riqueza. Sigue a la expectativa el pueblo chileno por el cambio. Más que eso, más temprano que tarde: los sectores populares volverán a nutrir las calles y avenidas, pugnando por un cambio de verdad. Gana el NO. Se rechaza una propuesta que nada iba a cambiar. Pero siguen presentes las ideas por la transformación social.

CARLOS HERMOSO / @HermosoCarlosD

es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. 

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