Pocos años tan complejos y difíciles como éste que recién termina. Las dos pandemias parecieran haberse puesto de acuerdo para aterrorizar al planeta: el COVID-19 y la ideología anacrónica y desfasada del comunismo. Frente a estas circunstancias el humano queda en estado de indefensión, a menos que se acuerde de la existencia de Dios y sus magníficos predicamentos que nos permiten volver a la esperanza. En efecto, se trata de un mundo convulsionado por el obsesivo sueño de poder, por encima de todo, y de bienes de consumo, más deseable y justificado con toda la banalidad posible. Se busca el poder, y para ello se usa la manipulación, la mentira, la propaganda y se desinforma a conciencia para engañar a una importante porción de la población.
Nos encontramos en una situación nunca imaginada. Nosotros no vivimos la otra gran pandemia, la gripe española de 1918. ¡Qué momentos aquellos! Terminaba la Primera Guerra Mundial y había que lidiar con la pandemia de la gripe española. ¿Será que podemos imaginarnos aquella época? ¿Será comparable con esta? Por supuesto que no. Ahora hay Internet, las redes, televisión satelital y por cable, además de todas las posibilidades que se dan en el mundo civilizado, como periódicos, noticieros de radio y TV, sin limitaciones, dando una cobertura general a los auténticos y verdaderos problemas de la circunstancia actual. En nuestro país tenemos una información mediatizada porque hay censura y esta impide que conozcamos a fondo lo que pasa. Aun cuando las redes son muy importantes, no son iguales a los periódicos, ni a los noticieros de radio y televisión, libres, sin restricciones.
Por otra parte, se escucha en voz de algunos científicos y es lo que leemos: pareciera que hay censura para que se produzca el debate global sobre la pandemia, sus curas y posibles vacunas, con la seriedad y el rigor que exige la presente situación. Habría, según el decir de algunos científicos, intereses muy grandes en torno a las posibilidades de dar la discusión con toda la apertura posible. Se refieren a la poderosa industria farmacéutica cuyos tentáculos impiden que esa discusión se dé. Como se observa es un punto bastante delicado para el planeta, ¿hay libertad o no? ¿Sabremos algún día lo que ha pasado, lo que está pasando y los riesgos que corremos, realmente? Dios así lo quiera. Confío en que haya gente con ética que piense en la humanidad antes que en su ego e interés. En las Fiestas, por mi parte, apliqué lo que me decía una querida amiga ya fallecida: ¿Están bien y con salud? ¿Tienes un techo y una hallaca para compartir con los tuyos? ¿Tienes a Dios? Entonces no hay sino que agradecer a Dios y desear ¡Felices Fiestas! Recordar a Santa Teresa: “Sólo Dios basta, quien a Dios tiene nada le falta".
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela.
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