El perdón, la venganza

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Por: Gloria Cuenca


Soportamos —con estoicismo algunos, desesperados otros, y algunos sin ninguna esperanza— el desastroso desgobierno que padecemos. Sin embargo, no me canso de repetirlo: una cosa es cómo es esta gente que poseen el poder político, o mejor, que lo usurpan; y otra muy distinta quiénes somos nosotros. Eso, al menos, espero con convicción e ilusión todavía.

Existe una serie de ONG que se ocupa del trascendental tema de los Derechos Humanos. Muchas han surgido de acuerdo a las necesidades, otras son de vieja data. Conmueve que ellos mismos sean perseguidos, encarcelados y hostigados, como los de Fundaredes, presos injustamente, siempre en lucha por los derechos humanos de la mayoría.

Algo que debería estar superado desde hace tiempo en nuestro país, pero el régimen nos hace poner en primera plana la necesidad de insistir en la lucha por el respeto a esos trajinados derechos humanos: la vida, la libertad, la libertad de pensamiento y expresión, el derecho al trabajo, a la infancia feliz, entre otros importantes.

Con horror hemos recibido la noticia de la muerte en prisión del General Raúl I. Baduel en condición sumamente extraña y, posteriormente, la manera de anunciarla —más bizarra aun— por parte del Fiscal General. Si teníamos alguna duda de la falta de humanidad y compasión de la gente que nos desgobierna, el proceso que se ha vivido al respecto, ha confirmado lo peor que pensamos de ellos, y nos quedamos cortos.

No obstante, me desagrada la actitud y las palabras de muchos opositores del Gobierno hacia los dolientes. Lo que les ha faltado es invitar a celebrar, sacando toda la historia de su acción chavista y su compromiso con aquellos. Es verdad, hizo cosas malas, y después se arrepintió.  

No me siento mejor que nuestro señor Jesús Cristo: quien perdona a los arrepentidos. Aquellos que resienten de esa conducta, con sus actitudes, se parecen mucho más a los torturadores y verdugos de este tiempo, que a los humanos corrientes. Son semejantes a quienes dicen odiar.

Por otra parte, la vida se encargó de demostrarle al General su error y, lo pagó en la tierra, ¡con creces! 12 años preso en las peores condiciones: torturado, incomunicado, sometido a vejaciones y al escarnio en la prisión. El odio contra su familia, especialmente en contra de sus hijos, ha sido público y notorio.

Me sorprende —tal vez soy ingenua todavía— que existan personas incapaces de perdonar. No es un camino fácil, para nada; pero ese odio, ese rencor en la esencia de la persona, acaba con ella mediante muchas maneras terribles y con enfermedades de diversos tipos.

Es mucho peor esa rabia interna que perdonar. Vivir en el odio y el rencor, dejar que el corazón en vez de amor, genere rabia y venganza es un mal terrible. Para mí resulta la manera más sofisticada que tiene el régimen de acabar con nosotros: que nos volvamos como ellos. Así, en efecto todos somos iguales, seres abominables, igualados por la maldad. ¡Sin piedad, sin perdón, sin culpas! Una especie de inhumano vengador que no ve a su alrededor sino enemigos para al fin cobrar lo poco o mucho que estos lo han hecho padecer.

Por experiencia propia conozco que no es fácil eso de perdonar, sin embargo, después se siente una liberación total y el alma se vuelve más sabia. Vale la pena abandonar las ideas de la venganza, para eso está la justicia: la humana y la Divina. Que como sabemos nunca falla.

Perdonar es uno de los actos más valiosos del ser humano, hacerlo, sentirlo, practicarlo, nos acerca al Creador; mientras, la rabia y el rencor ya ustedes se imaginan a quién acerca. ¡Trabajar con el perdón, resulta fundamental!

GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela

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