Elogio de Carlos Donoso

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Carlos Donoso jamás ponía la voz de Kini o Lalo frente al micrófono a menos que los sostuviera a cada uno durante un show | Foto Archivo

Por Joaquín Ortega

La leyenda

Cuenta la leyenda que en tiempos de las invasiones bárbaras, San Andrés (para entonces un simple sacerdote en Roma) recibió las órdenes de conducir a unos bárbaros hasta las mayores riquezas de los cristianos. Exigían tácitamente las riquezas del Vaticano. San Andrés accedió y paseó con los invasores por docenas de calles casi hasta marearlos. Luego de un largo trecho llegó con ellos al lugar más pobre de Roma. Allí dijo, ante la mirada sorprendida de los saqueadores: “Allí están, ellos son. Los pobres de Roma son nuestro más grande tesoro". Los extranjeros ante el engaño y en venganza decidieron cocinarlo vivo. Una vez más San Andrés, haciendo gala de su humor ácido, luego de largas horas de fuego y tortura llegó a decir: “Por favor, denme vuelta que estoy quedando crudo por el otro lado". 

La otra leyenda

Cuenta la leyenda que Carlos Donoso llevaba en su memoria algo así como 326 mil chistes. Dicen que en su programa de VTV hacía comerciales de productos marca Gada y Champú Pú. Señalan los memoriosos que realizó el primer casting para monólogos humorísticos sin censura, después del cierre del restaurante La Guacharaca, a finales de los años 90. Se narra que hizo rutinas humorísticas en los bares más peligrosos de Caracas, solo para probar si la risa no se le borraba a los asistentes antes de darse cuenta de que ya les habían desvalijado el carro afuera. Cuenta la leyenda que Carlos Donoso fue siempre el más puntual de los invitados y el más caballeroso de los talentos al aire. De todo esto no hay leyenda, porque con gusto debo dar fe. Asimismo, cuentan algunos cómicos, escritores de humor y productores de TV que Carlos Donoso jamás ponía la voz de Kini o Lalo frente al micrófono a menos que los sostuviera a cada uno en su posición de show. “Los personajes hablan, solo cuando ellos quieren".

El chiste más peligroso del mundo

Incluso me atrevo a decir que Carlos Donoso hizo el chiste más peligroso del mundo: en una manifestación antigubernamental en aquellas multitudinarias marchas antes o después de la botazón de PDVSA por el año 2002 o el 2005, Carlos en tarima, ante una autopista repleta de marchistas dijo algo así como: “Venezuela debe estar feliz porque cuenta con más poder que cualquier otro país del mundo: no olvidemos que Chávez es a la vez… presidente de Venezuela y primera dama de Cuba". De más está decir que Carlos estuvo unos cuantos años fuera del país y entraba y salía gracias a la buena estrella que lo acompañaba y posiblmente a la absoluta distracción de los censores de entonces. Inevitable hacer esta retrospectiva y pensar en la genialidad y en el sentido épico ante tal compromiso de chiste. Inevitablemente tiene uno que compararlo con los chistosos tarifados desde el poder… o los llorones endémicos actuales que pretenden ser traviesos malditos, pero que luego piden perdón como verdugos de caricatura. 

Magia y número

Es de muchos sabido que los grandes artistas son casi siempre magos. Ponen en orden distinto el mundo que nos rodea. Por eso lo dibujan con personalidad en su obra para mostrarnos lo que no sabemos descifrar, además nos dan porrazos de obviedad de maneras hermosas y directas. Donoso trabajaba con materiales radioactivos: la vida, la muerte, el dolor, el hambre, el sexo… se metía con las emociones pueriles, con los deseos humanos sin nunca darse aires de superioridad o sabrosura arrabalera. Cada rutina se alimentaba de su ojo crítico sobre las imperfecciones humanas. Dicho está, esa es la materia principal de toda narración, pero en los libretos de Donoso (y que luego interpretaría magistralmente personajes en mano) tomaban un aire de cotidianidad y ligereza que es, en última instancia, el éxito de cualquier rutina de humor. 

Donoso bebía vino y era buen conversador. Pegar la tarde con la madrugada con él hacía que se revisaran todos los temas mundanos… sobre todo, durante éste último trecho de su vida empezó a afinar sus dotes matemáticas, uniéndolas a las místicas. El código de la biblia era una lectura a la cual le dimos una buena repasada y revisar las casualidades y trivias sobre el número 11 en eventos catastróficos famosos y no tan famosos era una fija. Viniendo de una de esas tertulias (en una fecha que sumaba 11) y después de darme la cola (evidentemente bien ebrios los dos), Carlos tuvo un choque bastante aparatoso, del cual salió con golpes y una que otra factura. Gracias al rescate oportuno de uno de sus hijos no fue peor la cosa. 

Yo que de tantas me había salvado dándomelas de indestructible, tomé el consejo de Carlos cuando hablamos desde la clínica: “Cuando bebas nunca le des las llaves del carro a Kini. Mírame ahora, todo chocado por hacerle caso a ese mono putañero".

Carlos y yo quisimos hacer un día un elogio ateo, numerológico y cabalístico de San Andrés. Queríamos que ese bendito jodedor fuese visto como el verdadero santo patrono de los cómicos con material “caliente" o peligroso. Incluso que fuese hasta el protector de los cómicos bisoños en sus bamboleos y fracasos; total siempre hay que darle vuelta al chiste crudo para que el público pueda comerlo sin problema. Ese elogio del jodedor se quedó frío frente al vino y las chistorras de un local caraqueño que vivirá por siempre en algún multiverso. Desde hoy Carlos seguirá escandalizando con más ganas a éste y otros mundos, sentado junto a los grandes de la risa y el humor de todos los tiempos. 

Joaquín Ortega es creativo y consultor político. @ortegabrothers

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