Héctor Mujica, un humanista de izquierda en la inmensidad venezolana

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Por Andreina Mujica

Venezuela se ha caracterizado por tener escritores de buena pluma; músicos que han marcado al mundo; maestros del arte que han cambiado la forma de ver los colores; políticos que luchaban por la libertad y la democracia, y gente amable, cordial, hasta el punto de ser excesivamente cariñosos, como una suerte de ositos que se les pegan las patitas con un imán al dar un abrazo. Pero esto de ser tan perezosos con el lenguaje y estúpidamente abusivos con adjetivos debe tener a muchos en el cielo con ganas de echarnos una visitadita. Entre ellos mi padre, Héctor Mujica, quien partiera al viaje definitivo hace ya 21 años, un Día de los Enamorados. A veces, como si fuera un susurro, siento que lo escucho.

Si usted fue chavista tendrá la letra escarlata de por vida a menos que cambie de sexo, de cara, de país. Así no haya robado ni esté enchufado será tildado de comunista, y eso es el «Diablo» con la «Llorona» y el «Silbón», todos, más el «Coco». Pero resulta que la derecha no es garantía de libertad, pero tampoco son fascistas, y los que se identifican con la izquierda no son comunistas, ni ser comunista siempre fue pecado. Hablemos de Charles Chaplin, uno de los más grandes genios de la historia, perseguido por la infame «Caza de Brujas» del senador Joseph McCarthy entre 1950 y 1956. Hollywood en el punto de mira. Muchos de sus creadores más notables, como Dalton Trumbo, fueron perseguidos e incluidos en listas negras. De listas ya tenemos una historia triste y reciente en Venezuela. Algunos se exiliaron. Otros, como Elia Kazan, denunciaron a sus compañeros, en esa cosa turbia de convertirte en delator o sapo por terror infligido. Hubo algunos que no tuvieron tanta «suerte» y acabaron en la cárcel por sus ideas o apartados de sus trabajos hasta demostrar que eran anticomunistas.
 
Mi padre fue cofundador junto a Gustavo Machado del Partido Comunista. También dejó pegada familia y salud en la campaña presidencial en 1978; escribió ensayos, cuentos, crónicas, poesías hasta en servilletas; su vida está llena de historias maravillosas donde fue protagonista, crítico o acompañante de grandes figuras de la política, literatura, el teatro o lo que usted se le ocurra. Por mi casa pasó desde Amador Bendayán hasta Cardenales (y no del éxito). Cuando lo llamó Chávez un par de años antes de morir tuvo la osadía de mandarlo al carajo en cadena nacional y dejarnos ese legado.
 
El veterano periodista Víctor Suárez fue preparador de la cátedra de Sociología de la Comunicación que dictaba mi padre. Víctor habla de esa experiencia: «Me enseñó que Dale Carnegie (escritor estadounidense) tenía razón cuando escribió Cómo ganar amigos e influir sobre las personas«. Mujica, por igual, era amigo de su padre (Pastor Oropeza), de su opuesto ideológico Renny Ottolina, de los rusos y de los checos cuando ocurrió la invasión, de ProVenezuela y de Fedecámaras, de Juan Vicente Torrealba y de Daniel Santos.

El periodista Omar Pineda es de aquellos que fueron tallados en piedra por el mismísimo Rodin. Lo tiene todo, ética y pasión por la profesión. Omar cuenta cómo fue el recibimiento en la Escuela de Comunicación en Boleíta: «… la universidad había sido allanada, los profesores Federico Álvarez, Gloria Cuenca y Héctor nos regalaron unas palabras, yo me enamoré de lo que dijo tu padre:
‘Esto es un oficio que hay que ejercerlos con mucha humildad, uno no sabe si con el tiempo te conviertes en periodista. El día que escribes tu mejor reportaje, lo publicas y el mundo gira alrededor de ella, para luego, con suerte, ver como alguien lo está utilizando para guarecerse de la lluvia'».
 
Omar cuenta que el profesor Héctor Mujica llegó un día a clase y se la dedicó al poeta Ali Lameda (1974), que recientemente había sido excarcelado: «‘Ustedes no tienen idea de quien es Ali Lameda’. Dedicó toda la clase de sociología de comunicación para hablar de esta historia para exponer las formas equivocadas del comunismo aplicadas por el régimen norcoreano. Ali Lameda, gran poeta caroreño, estuvo durante 7 años en un campo de trabajos forzados, en Suriwon. En su cautiverio estuvo completamente aislado, compartía con otros 6.000 presos, pero sin ninguna posibilidad de escribir y sometido a lugares diminutos, tratado peor que a un animal, a simulacros de fusilamiento. Lograron liberarlo gracias a la mediación del presidente rumano Nicolae Ceausescu, quien visitó al país durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, y a la intervención de Héctor, quien viajó hasta Corea del Norte para su liberación».

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El poeta José Pulido ha sido dotado de un verbo sólido, que se convierte en líquido para fluir por cada arteria: «Tuve muchos momentos inolvidables con Héctor Mujica, pero cuando estuve con él y Daniel Santos en una misma habitación fue demasiado, increíble. Yo hablaba con Daniel y Héctor escuchaba canciones de Daniel. Era la locura. Daniel Santos me mostraba sus brazos: en el derecho tenía un tatuaje que decía ‘Augie’ y el izquierdo otro que tenía dentro de un corazón el nombre de ‘Lucy Santos'».

«Daniel me explicaba: ‘Augie fue mi primera novia y Lucy mi primera esposa… de haber seguido esa moda tendría todo el cuerpo tatuado…'» 

«En realidad, Daniel Santos hablaba de las mujeres con gran respeto y nunca se le escapaba una palabra soez. Hablaba con gusto de Augie, de Lucy. Le preguntamos por la otra chica de quince años, aquel amor por el cual fue acusado de sádico en Estados Unidos y fue encarcelado».

–No la vi más… murió de tuberculosis –dijo con los ojos fijos en el pasado. Luego habló de otras cosas y entonces Héctor Mujica, que estaba embebido escuchando «Voy a decirle adiós a los muchachos», se quedó viendo a Daniel Santos y le dijo:
–Cállate Daniel, que no me dejas escucharte…»

Una vez que se creó internet por la mano de Dios y su asistente Steve Jobs, se democratizó el conocimiento de una forma que jamás Gutenberg se lo hubiese imaginado. Luego crearon las redes sociales, Lucifer y el bien mandado de Zuckerberg liberaron a los idiotas. Ahora todo mundo es periodista, todos expertos en todo, cuanto tonto que le cuesta desarrollar una idea completa increpa a un maestro y le propicia un adjetivo sintiéndose más justiciero que el Gato con Botas: fascista, comunista, manicurista. Y si es mujer la intenta ofender con el cantito aburrido antifeminista y si no resulta, pasa al lado contrario. No se han leído ni la primera parte de Memorias de Mama Blanca ilustrado, pero son sabios e insultan y juegan a crear el caos. Parece una pandemia de tontos compitiendo sin medida para llegar una y otra vez a la misma meta: perder tiempo.
 
Quieren destruir con epítetos erróneos lo que les hace ruido, pero cada país es dueño de su historia, cada época tiene sus protagonistas. Pero pendejo no hace historia, subestimar a los otros no ayuda e insultar, es de plebeyos. En el fútbol el que más corre no siempre es el que gana, dejen la prisa por aniquilar al oponente y hagan país, donde quiera que se encuentren.

Mi padre es una de tantas voces que son parte de nuestra historia. Hizo país, pero sobre todo dejó claro la importancia del respeto al lenguaje, la belleza que es aprender desde la lectura, el honor que se le ofrece al oponente que nunca es enemigo por pensar diferente, la sindéresis que debe mantenerse como principio de vida. Dos décadas después que llegó a nuestra tierra una forma de manejar el país que nos ha empobrecido, con siete millones que terminaron dejando su historia entre tantos mares, el océano de torpeza y flojera en el pensamiento es lo más importante que debe cambiar. Rescatemos lo mejor de lo que somos y aceptemos que de ese cambio debe nacer uno nuevo, con lo mejor de lo que fuimos, somos y podemos ser. Pendejadas las justas, decía mi madre, quien se fue una semana después y tampoco se quedaría en silencio.

ANDREINA MUJICA | @andreinamujica

Artista, periodista y reportera gráfica radicada en Francia

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