LOS PITAZO DEL DIRECTOR
Por: César Batiz
Antes de que se lo pregunten o me lo cuestionen, claro que este artículo lo escribo desde la subjetividad de un zuliano, que aún guarda consigo los recuerdos de tiempos mejores, del jolgorio adornado con voces, colores, sabores y texturas más allá de los 40 grados centígrados bajo la sombra.
Desde el Zulia solo llegan las noticias de familiares, amigos o conocidos que enferman o fallecen a causa del COVID-19. Redundaría si relatara el caso del personal de salud zuliano, como ningún otro en el país, víctima de la pandemia.
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También entristece saber cómo las bandas de extorsionadores tomaron la región e imponen su ley a empresarios y ciudadanos, quienes solo intentan asegurar un poco de bienestar económico en medio de una severa depresión de la industria petrolera, de la ganadería y el sector servicio.
Ni hablar de los territorios que quedan vacíos con cada zuliano que se marcha en una migración forzada por la falta de esperanza, para intentar rearmar sueños en otras tierras, tras superar obstáculos terrestres, aéreos, marítimos o acuáticos, llevando en sus espaldas el fardo pesado de la angustia propia y de los que se quedan en espera de una próxima llamada.
Mientras que en las tierras áridas de la Guajira, precisamente por donde escapa la mayoría de esos migrantes, la sed y el hambre acompaña la cotidianidad de la etnia wayuu, como si sus derechos nunca se hubieran consagrado en la Constitución Nacional.
No exagero desde mi visión regional cuando digo que en un país golpeado por un sistema político construido sobre las bases del revanchismo y de la imposición cuartelaria, que el chavismo-madurismo ha golpeado al Zulia de una manera especial, como si solo del sometimiento de los zulianos dependiera la sobrevivencia de un régimen que tiene como principal objetivo mantenerse en el poder.
¿Quieres datos? Ve a los campos petroleros. Observa los muelles de las empresas de transporte acuático expropiadas por Hugo Chávez y Rafael Ramírez en el año 2007. Escruta lo más cerca posible la chatarra en que se ha convertido la Petroquímica de El Tablazo. Pasea por los pasillos de la Universidad del Zulia. Toca a las puertas de un hospital público o incluso del Coromoto, en otrora un orgullo zuliano, para que tengas evidencias del daño proferido por el chavismo-madurismo a los zulianos.
Si prefieres una verificación más extrema, intenta buscar una bombona de oxígeno medicinal en Maracaibo. Acércate a la sede de una de las empresas distribuidoras y trata de comprar el cilindro. Lo más seguro es que te encuentres con un letrero que diga que no hay oxígeno, mientras tu familiar o amigo se asfixia en medio de la convalecencia por coronavirus.
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Para más evidencias, realiza las diligencias para vacunarte. Si vives en Tía Juana, en el municipio Simón Bolívar de la Costa Oriental, donde el COVID-19 deja una estela silenciosa de muertes, tienes que trasladarte a Cabimas o Ciudad Ojeda, en medio de un periodo de escasez de gasolina. Si estás en el Sur del Lago, intenta aplicarte la primera dosis tomando en cuenta que el gobierno de Maduro solo mandó 3.500 vacunas para los cinco municipios de la zona.
Por eso, no me queda duda de que, más allá de la subjetividad de un zuliano, que el chavismo-madurismo, por un motivo desconocido, intenta asfixiar a los zulianos.
NOTA DEL REDACTOR: Sé que me quedo corto en esta narración, pero quisiera, más que ahondar en el dolor, que escribas en los comentarios y me hables de las señales de esperanzas que debemos alimentar los zulianos dentro y fuera de nuestro estado. Quisiera usar esos datos para destacarlos en una próxima columna.
CÉSAR BATIZ | @CBatiz
Periodista egresado de la Universidad del Zulia, especializado en Periodismo de Investigación. Director de El Pitazo.