Por: Karina Monsalve
Vivimos en tiempos muy movidos; todo fluye de manera acelerada. La información nos llega de manera inmediata, las 24 horas del día a veces no alcanzan para hacer todo lo que queremos hacer. El ritmo de vida, al menos en los países occidentales, es rápido lo que puede incluir comportamientos que aumenten el factor de riesgo para la salud.
En la búsqueda de rendir el tiempo, nos conformamos con comidas rápidas, ricas en grasas, manejamos a velocidades extremas para llegar más rápido, haciendo caso omiso a los semáforos, hacemos más teletrabajo desde casa, consumimos más alcohol “para aliviar el stress".
No es casual que todos estos comportamientos estén relacionados con las tres causas de muerte más importantes en la actualidad: las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los accidentes de tránsito.
Desde los modelos psicosociales el estilo de vida saludable se concibe como un conjunto de patrones conductuales o hábitos que guardan una estrecha relación con la salud.
Los estilos de vida saludables están relacionados con la disminución de la probabilidad de adquirir enfermedades crónicas y de mejorar la calidad de vida. Adquirimos estos patrones desde la infancia, desde los hábitos instaurados en la familia, pero también en la vida universitaria. Los jóvenes son propensos a instaurar conductas que estén de moda y a buscar nuevas ideas; que no necesariamente son saludables. Un ejemplo de ello es la proliferación de jóvenes Youtuber, influencers o deportistas electrónicos, que pasan mucho tiempo delante de las pantallas.
En la actualidad esta revolución tecnológica ha generado grandes aportes al desarrollo de la vida del ser humano; sin embargo, esta evolución ha producido consecuencias en los estilos de vida de la personas, haciéndolas cada vez más sedentarias, con hábitos de alimentación poco saludables.
La formación en hábitos de vida saludables es base para la salud y el bienestar, así como para una esperanza de vida saludable, queda claro que la calidad de vida se ve afectada por la manera en que los seres humanos desarrollamos nuestros estilos de vida, que incluyen actividad física, alimentación, relaciones sociales, aspectos psico-emocionales y la parte espiritual. Cada uno de ellos debe mantenerse en un estado óptimo, que permita generar estabilidad en el desarrollo integral del ser humano.
Hoy en día es difícil encontrar el estilo de vida saludable ideal; sin embargo, es posible mantener un estilo de vida saludable adecuado, tratando de estructurar nuestros horarios, de mantener ciertos hábitos de vida que nos permitan tener un equilibrio en nuestras áreas.
El hábito de alimentación quizá es el que más se altera con facilidad, porque es el que está relacionado con el estado emocional de la persona, debido a que esta come desproporcionadamente cuando se encuentra alegre, triste o enojada, así como cuando se experimenta soledad, frustración o estrés.
El sedentarismo por su parte provoca un deterioro progresivo del organismo. La actividad física es una manifestación cultural que se convierte en un factor importante en el bagaje socio-cultural de la persona y de allí que, diferentes civilizaciones y culturas, hayan considerado la práctica de la actividad física como una forma de preservar o mejorar la salud física y mental. Aún con el auge del running, la evolución tecnológica y la alta ingesta de comidas rápidas le llevan la delantera propiciando que se desarrollen a temprana edad enfermedades como la hipertensión, la enfermedad cardiaca, la diabetes mellitus, las dislipidemias y síndrome metabólico.
Como parte del desarrollo armonioso del ser humano, el factor psicosocial se convierte en un elemento de suma importancia; toda persona necesita tener un equilibrio, no solo en la alimentación o el nivel de condición física, sino también en el desarrollo de su personalidad, sus emociones y su forma de relacionarse socialmente. Muchas veces esta forma de comportamiento está estrechamente relacionada con el sistema de valores y con las creencias religiosas, las cuales fueron inculcados durante la infancia y adolescencia.
Es indiscutible que el apoyo familiar también cumple un papel protagónico en la concepción de un estilo de vida sano, ya que la calidad de las relaciones que mantengamos con nuestros afectos influirá en nuestros comportamientos.
La invitación es a crear conciencia sobre los elementos externos que influyen en nuestro día a día y sobre los que debemos tener cierto control a fin de disminuir los factores de riesgo para nuestra salud, haciéndonos cada vez más seres humanos sanos y responsables.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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