Al igual que con los discursos furibundos de la joven activista medioambiental Greta Thunberg, el sensacionalismo y el espectáculo estuvieron servidos en bandeja de plata para que la generación del placer inmediato los consuma, dejando al descubierto que esta no es más que otra búsqueda de la viralidad. Ellos no buscan llegar a los petroleros, y si lo hicieran, no habría cambio alguno.
Por:Juan Viale Rigo
El pasado 14 de octubre, Los girasoles, una de las obras emblemáticas de Van Gogh fue bañada en sopa de tomate. La acción conmocionó las redes sociales entre vítores y expresiones de rechazo. La protesta fue realizada por dos activistas pertenecientes a Just Stop Oil, un colectivo ambientalista que busca detener la producción y las nuevas licencias de combustibles fósiles en el Reino Unido.
Las dos activistas que bañaron la pintura en sopa de tomate preguntaban ¿qué vale más, el arte o la vida? Una pregunta que en otro contexto podría ser un extenso debate. En este caso, no.
En tiempos de crisis energética por la guerra —Rusia amenaza a Reino Unido y a la Unión Europea con cortar el suministro de gas— es absurdo protestar contra la extracción de combustibles fósiles.
Tengamos en consideración que de materializarse las amenazas de Rusia, podría dejar en una escasez total de gas a muchos países de Europa Central frente a uno de los inviernos más fríos y donde más gas se va a necesitar para calefacción, tal como pronostica el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo.
Eso sin contar que el cierre del suministro representaría una importante caída de PIB para gran parte de los países europeos. En un escenario así, protestar contra la extracción petrolera y lanzar una sopa de tomate sobre un cuadro, no solo es un sinsentido, es un acto de estupidez.
Al igual que con los discursos furibundos de la joven activista medioambiental Greta Thunberg, el sensacionalismo y el espectáculo estuvieron servidos en bandeja de plata para que la generación del placer inmediato los consuma, dejando al descubierto que esta no es más que otra búsqueda de la viralidad.
Ellos no buscan llegar a los petroleros, y si lo hicieran, no habría cambio alguno. Nuestro mundo tiene un orden establecido, que nos guste o no, lo tenemos que afrontar. Nosotros lo sabemos por sentido común, los ambientalistas también.
Pero a donde si quieren llegar, es a los jóvenes, que cada vez más cegados por la superficialidad y el consumismo van a optar por comprar su merchandising y aportar su granito de arena a la causa, para luego alardearlo.
No sorprende que apunten a los jóvenes con estas acciones. En los últimos años son el segmento de consumo más rentable para las empresas y al que más se le bombardea con publicidad.
Además, es un hecho que en las redes sociales los primeros en aplaudir esta acción fueron, precisamente, adolescentes, todos entrando en el absurdo debate entre el arte y la vida para justificar la acción vandálica.
En una juventud donde impera el vacío de identidad y criterio propio, cualquier acción vandálica es considerada un acto revolucionario, aun cuando existan grandes inconsistencias de fondo.
Aunque no solo los jóvenes son víctimas. En esta era tecnológica que promueve la infantilización, también muchos adultos adoptamos posturas en masa como si se tratara del gusto por un género musical, sin siquiera mostrar interés en formar un criterio antes de opinar.
Ciertamente, la obra no fue afectada por la protesta, más allá del marco o el líquido que pudo haber entrado dentro, sin embargo, no deja de ser un berrinche y un ataque a la cultura que deja ver la infantilización de la política y de nuestra sociedad actual.
Debemos entender de una vez por todas que el fin no justifica los medios, y que no podemos ir por la vida reclamando derechos mientras destruimos monumentos, quemamos iglesias y manchamos pinturas con pasteles o sopa de tomate.
Debería ser el arte el medio de comunicación y no la destrucción del mismo. Mientras el arte abre caminos a la expresión, el vandalismo solo genera rechazo. En conclusión, nuestra sociedad occidental tiene que madurar.
JUAN VIALE RIGO | @JuanViale Rigo / Instagram: @vialecito
Columnista de opinión y escritor de novelas
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