Por: Paulino Betancourt
¿Por qué las secuelas del coronavirus duran tanto, dejando a los pacientes con síntomas que persisten durante meses después de la infección inicial? Una nueva evidencia sugiere que la huella persistente del COVID-19 podría deberse a que el virus causa alteraciones significativas en la sangre de las personas, produciendo cambios en el tamaño y la rigidez de los glóbulos rojos y blancos, que son evidentes varios meses después que se diagnostica la infección.
En un nuevo estudio sometido a publicación en Biophysical Journal, el grupo de investigación del Max-Planck-Zentrum für Physik und Medizin analizó la sangre de los pacientes utilizando un sistema desarrollado por ellos, llamado citometría de deformabilidad en tiempo real (RT-DC), que es capaz de analizar rápidamente cientos de células sanguíneas por segundo, detectando los cambios anormales en su tamaño y estructura. La tecnología es relativamente reciente, pero podría recorrer un largo camino en la exploración de lo que sigue siendo una incógnita importante en la ciencia que estudia al COVID-19: cómo el coronavirus puede afectar la sangre a nivel celular.
Vigilancia genómica: alerta temprana ante pandemias
En el estudio, los investigadores analizaron la sangre de 55 personas: 17 pacientes graves con COVID-19 (la mitad de los cuales lamentablemente fallecieron), 14 pacientes recuperados y 24 voluntarios sanos que no mostraban signos de haber tenido la enfermedad. En total, más de 4 millones de glóbulos extraídos de estas personas se pasaron por el sistema RT-DC y se analizaron microscópicamente a medida que fluían a través de un capilar en el dispositivo. Durante el proceso, los leucocitos y eritrocitos se deforman. Una cámara de alta velocidad registra cada uno de ellos a través de un microscopio, empleando un software especializado que determina los tipos de células presentes, así como qué tan grandes y deformadas están. Se pueden analizar hasta 1000 glóbulos por segundo. En el artículo explican que “se pudo detectar cambios evidentes y duraderos en las células".
Los resultados mostraron que los glóbulos rojos (eritrocitos) en los pacientes con COVID-19 variaban más en tamaño que en las personas sanas, mostrando signos de rigidez en su estructura física, exhibiendo menos “deformabilidad", lo que podría afectar su capacidad para transportar oxígeno a través del cuerpo. Algunos pacientes todavía luchan contra los efectos a largo plazo de la infección grave por el virus SARS-CoV-2, después de seis meses o más siguen manifestando falta de aliento, fatiga y dolores de cabeza. Este síndrome post COVID-19, también llamado Covid largo, tiene aún mucho por enseñarnos.
“Si bien la patología aún no se comprende completamente, la respuesta hiperinflamatoria y los trastornos de la coagulación que conducen a la congestión de microvasos, se consideran los factores clave del número de muertes aún en aumento", escriben los investigadores, dirigidos por la primera autora Markéta Kubánková. “Hasta ahora, no se había considerado que los cambios físicos de las células sanguíneas desempeñen un papel en la oclusión vascular y el daño orgánico relacionados con EL COVID-19".
La forma de los eritrocitos es crucial para el flujo microcirculatorio y, como tal, este cambio podría afectar la circulación, específicamente en las arterias, promoviendo la hipoxemia, es decir, un nivel de oxígeno en sangre inferior al normal. El efecto podría persistir en los pacientes con COVID-19, mucho después de que la infección ya no esté activa.
Los investigadores descubrieron una disminución de la rigidez en los glóbulos blancos (leucocitos) llamados linfocitos, en los pacientes con coronavirus. Mientras que otros glóbulos blancos, conocidos como monocitos, eran significativamente más grandes que en las células del grupo control. Los neutrófilos, otro tipo de glóbulo blanco, mostraron numerosos cambios en los pacientes con COVID-19, observados en mayor volumen y una mayor deformación. Curiosamente, los neutrófilos tienen una vida útil corta (de solo un día), pero los cambios en los neutrófilos en los pacientes con COVID-19 aún podrían verse meses después de la infección, un resultado que el equipo de investigadores describe como “totalmente inesperado". Es probable que la infección deje una influencia duradera en el sistema inmunológico.
¿Nueva infección o reinfección?
Las alteraciones persistentes de eritrocitos y neutrófilos podrían estar relacionadas con síntomas a largo plazo de los pacientes recuperados, de los cuales el 70% manifestó dolor de cabeza crónico o síntomas neurológicos, el 54% tenía trastornos de concentración y el 62% problemas circulatorios como sudor frío y taquicardia.
Si bien algunos de estos valores anómalos volvieron a su estado normal después de la hospitalización, otros persistieron durante meses después del alta hospitalaria, lo que evidencia la huella a largo plazo del coronavirus en el cuerpo. Los autores presumen que los cambios observados podrían surgir debido a alteraciones citoesqueléticas. Las propiedades mecánicas de las células pueden estar directamente relacionadas con el citoesqueleto, una importante estructura de soporte que también determina la función celular.
Queda por comprender cómo estos cambios en las células sanguíneas pueden desencadenarse por una infección viral y aún no se sabe por completo cómo las alteraciones celulares conducen a los síntomas del COVID-19. Por ahora, es solo más evidencia de cuán profundamente este virus invade nuestros cuerpos y por qué a veces se lleva a las personas.
Esta novedosa metodología, la citometría de deformabilidad en tiempo real, tiene el potencial para convertirse en un análisis rutinario en el diagnóstico de la COVID-19, e incluso de servir como un sistema de alerta temprana contra futuras pandemias causadas por virus aún desconocidos.
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat.
El Pitazo no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en este artículo.