¿Qué tipo de elección tendremos en 2020?

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Foto: cortesía

Parece un hecho que en el año 2020, sea en el primer o segundo semestre, tendremos una elección en Venezuela, proceso en el cual los venezolanos tendríamos, teóricamente, la posibilidad de ejercer la soberanía y escoger a nuestros gobernantes o representantes. Pero eso es solo hipotético. De allí la pregunta: ¿Qué tipo de elección tendremos en 2020?

Esa es una pregunta con múltiples respuestas y ninguna equivocada según desde el ángulo del cual se vea.

Para el oficialismo, que ahora se apega al texto constitucional que tanto ha violado, la única elección posible es la de diputados a la Asamblea Nacional. Desde el punto de vista de la oposición mayoritaria liderada por Juan Guaidó, la elección debe ser presidencial, que sirva como instrumento para superar la crisis política, social y económica que vive el país.

En los actuales momentos, Nicolás Maduro no parece forzado a jugarse su cargo. Nada lo condiciona. Por eso podemos atrevernos a decir que el proceso electoral planteado será el de la escogencia de los parlamentarios. El oficialismo se prepara para ello, al igual que sectores de la oposición quienes, por si acaso, alistan sus agotadas y desmembradas maquinarias, pero nada está definido. Existe una ventana muy pequeña para que se pueda colar otra elección.

Hasta aquí no hemos hecho la lectura completa a la pregunta inicial. Preguntar qué tipo de elección lleva a pensar si éstas serán libres y competitivas o ocurrirá todo lo contrario.

Desde la derrota de la elección parlamentaria de 2015, en la cual la Mesa de la Unidad ganó 112 escaños, suficientes para modificar el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, el oficialismo decidió no exponerse más a una posible escandalosa derrota. Por eso, se ve difícil que Maduro, Diosdado, Cilia y los Rodríguez permitan que se den esas condiciones que sectores de la oposición piden para participar en un proceso electoral. Se repite lo que ya planteamos líneas arriba: nada, en estos momentos, condiciona a Nicolás Maduro a modificar las condiciones que lo puedan poner en peligro.

Una de esas condiciones es el cambio del CNE. La mayoría de la Asamblea Nacional adelanta las gestiones para que esa decisión se tome en el legislativo, pero se necesitarían los votos del grupo de Timoteo Zambrano y el Polo Patriótico, cuyos representantes dan como un hecho que será el Tribunal Supremo de Justicia el organismo que decidirá las nuevas autoridades electorales.

Pero ¿qué tan nuevas serán las autoridades electorales? Difícilmente, Maduro, aconsejado por Jorge Rodríguez, permitirá que Tibisay Lucena salga del cargo, pues en Miraflores tienen claro, como lo expresa una de las últimas encuestas de Consultores 21, que solo 35% de los electores votarían en unas elecciones organizadas por un CNE con Lucena de presidenta. Si cambian a la rectora, 55% participaría, lo que daría una segura victoria a la oposición.

Entonces, al menos que se activen las presiones internas, de las calles de Venezuela y la del interior del oficialismo, que lleven a Maduro a pensar que está en peligro su poder, no creo que ocurra una elección con las condiciones que quiere la oposición.

Por eso, ¿qué tipo de elección tendremos según el análisis de la realidad actual? Una elección de parlamentarios, con ventajismo para el oficialismo, que no considere el voto de los venezolanos en la diáspora y que además sea organizada por un CNE con cambios cosméticos, pero con Lucena en la presidencia del organismo comicial.

¿Una elección en esas condiciones resolverá la crisis política? No, eso no ocurrirá. Vaya o no la oposición, continuará el rechazo internacional y las sanciones individuales y a empresas e instituciones venezolanas, lo que profundizará la crisis del país.

¿Debe decir que no a esa elección la oposición sin pensarlo? Eso lo analizaremos la próxima semana, pues la respuesta inmediata y apasionada indica que se debe pronunciar un inmenso NO. Sin embargo, la respuesta no debe y puede ser tan sencilla, pues nos jugamos el futuro.

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