Reflexiones de la pospandemia

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La OIT calcula que habrá más de 300 millones de desempleados en todo el mundo debido a la pandemia del COVID-19 | Foto EFE

Angustia. Incertidumbre. No es para menos. Son tiempos que motivan reflexiones. Desde las más intimistas hasta las que rayan en los asuntos filosóficos. De la vida misma. De la humanidad y su futuro. 

Motiva decir algunas cosas. Sin dejar a un lado las cuestiones humanas en su sentido vital, la vida y la muerte, es bueno hablar un tanto acerca del futuro económico y social.

Son diversas las posturas que se han propagado en relación con el futuro de la humanidad. Se generaliza la idea de que el mundo será diferente. Y algo de razón existe. El neoliberalismo parece cada vez más acorralado y sin mayores defensores. Son tantas las evidencias de que se trata de una política que destruye fuerzas productivas en demasía, que parece haber llegado a un desgaste tal que debe ser sustituido por otra orientación. Ya eso nos indica que el mundo ya no será el mismo. Es que ya venía cambiando. En este sentido, claro.

En cualquier caso, la cosa será un tanto diferente. Habrá más de trescientos millones de desempleados según la OIT. En EE. UU. ya se calculan más de 30 millones. La caída del PIB de España, la ubican en 10%. La pobreza y el hambre crecerán como nunca en décadas. Luego, algún cambio debe haber.

Algunas ideas

Una propuesta que ha tenido alguna difusión, es la de un grupo de intelectuales holandeses, quienes señalan que en la etapa que se abre posterior a la pandemia se deberá desarrollar una política basada en los principios del decrecimiento. Plantean no sustentar el crecimiento en el PIB sino en el de sectores a su juicio fundamentales, como servicios públicos y producción de energías limpias. Mientras, hacer decrecer los sectores contaminantes y publicidad. Plantean una renta básica universal promedio, impuestos altos al lucro y la riqueza; cambios radicales en la agricultura basada en la conservación de la biodiversidad; reducción del turismo, entre otros aspectos. 

Otros, dentro de esta misma perspectiva de cambio, piensan que en cualquier caso, la economía debe atender más la necesidad de preservación del planeta que al crecimiento industrial. Coincide en buena medida con los holandeses citados, Jeremi Rifkin, el mismo que en la década de los 90 nos habló del fin del trabajo humano. Ahora plantea una perspectiva de cambio sin atender tampoco problemas de fondo. 

El subjetivismo lleva a sueños y aspiraciones sin sustento científico. La inversión y el desarrollo de las distintas ramas de la producción, obedece a leyes cuyo rigor ha sido demostrado en cada etapa del desarrollo capitalista. Muchos fueron quienes clamaron por el cese de la producción de armamentos, luego de la segunda gran guerra. Sobre todo hubo súplicas para que no se siguiera produciendo armamento nuclear. Sin embargo, la industria de armas de todo tipo y calibre sigue siendo la principal rama de los países con mayor desarrollo industrial. Ya China, un tanto rezagada, entra en la competencia. Es que esta industria cuenta con la ventaja de que su cuota de ganancia se puede mantener, habida cuenta de que la demanda la realizan los Estados y gobiernos. 

Asimismo, jerarquizar el decrecimiento como política resulta un contrasentido en el contexto capitalista y en general del desarrollo de la economía en cualquier circunstancia. Se quiere colocar la voluntad por encima de procesos objetivos.

Trae a mi mente una afirmación que hiciera un amigo, según la cual, los inversores también se orientan por pálpitos. Y es que la economía, como una forma más de expresión de la materia, se desarrolla con base en leyes objetivas, tan duras como las que rigen la naturaleza o la lógica y las matemáticas. Por lo que el capital no se mueve por pálpitos, mucho menos por conciencia positiva.

Aquel principio según el cual el capitalismo destruye las fuentes de la riqueza: la naturaleza y el hombre trabajador, con todo y los límites, luego de la pandemia, se verá afianzado. Lejos de la atención de manera perentoria de los grandes problemas del hombre trabajador y de la naturaleza, las tendencias erosivas se verán afianzadas, dada la desesperación de los capitales por conseguir salidas siempre gananciosas. A eso empuja la competencia capitalista, sobre todo entre los grandes. De allí que la salida radical parece el camino a seguir. 

Todo se mantendrá igual, a menos que…

Somos de la idea de que, luego de la pandemia, las cosas seguirán siendo, en esencia, las mismas. Las relaciones sociales de producción capitalistas, basadas en la propiedad privada de los medios de producción, encuentran en la producción de plusvalía, su función para producir. Si eso no cambia, todo será igual. El proceso de producción, que se inicia en la esfera de la circulación, cuando el dueño del capital compra medios y fuerza de trabajo, va a conducir a la revalorización del capital. Eso es lo que permite que se siga produciendo, que se siga invirtiendo. La valorización en la producción es fundamental toda vez que es de allí que el capitalista obtiene un beneficio en forma de plusvalía. Eso seguirá operando. El motor del capitalismo seguirá funcionando, a partir de lo cual pensamos que nada cambiará.

Los capitales se seguirán moviendo con base en el comportamiento de la cuota media de la ganancia. No con otra cosa. Así como las inversiones tienden a dirigirse hacia la producción de bienes que brinden mayores beneficios, mayor cuota de ganancia, para ser más precisos, también se desplazan de la esfera de la producción a la esfera de la circulación. Y viceversa. Depende de en qué esfera haya más beneficio. De allí que la deuda mundial sea hoy día más de tres veces el PIB mundial.

A su vez, el afianzamiento de tendencias que buscan frenar la caída de la cuota de la ganancia a escala internacional conduce, entre otras cosas, a la ampliación del mercado mundial y de la búsqueda y lucha de fuentes de materias primas. Eso es un asunto inexorable que luego de la pandemia recibirá un espuelazo que agudizará las contradicciones entre los grandes bloques imperialistas.

Es por eso que el futuro inmediato tiende a ser muy difícil. El incremento de la pobreza, el desempleo y el hambre parecen las notas más visibles y dramáticas. 

Ciertamente habrá cosas nuevas. Se presentan condiciones como para que los trabajadores del mundo entero hagan ver y valer sus fuerzas. Por la presión de luchar por vivir, seguramente no se harán esperar las peleas contra el capital. Por su parte, los dueños de los medios de producción querrán imponer su condición para extraer el mayor beneficio de la explotación del trabajador. Se agudizará la confrontación pues. Ese es el escenario que se avizora.

Serán tiempos en los cuales esa lucha entre la vida y la muerte pudiese alcanzar una expresión clara. Lo que empuja a tomar partido en favor de los intereses de los poderosos, o la de los humildes y explotados. El disparo de la pobreza a escalas no vistas desde finales de la segunda gran guerra, por ser un hecho incontrovertible, obligará a dejar la indiferencia a un lado. Unos siendo protagonistas de la mengua. Quienes sueñan por un mundo mejor se verán entusiasmados. Mientras, otros tratarán de preservar lo establecido. O por ser interesados directos en la disputa o por ser parte del coro de apologetas que le sirven al sistema.

No son cosas nuevas las que viviremos. Recordemos escenas del cine de Chaplin. Tiempos de la gran depresión llevadas a la pantalla por la genialidad chaplinesca dejaron huellas que serán recordadas en el mundo entero en los próximos tiempos. Seguramente la literatura, el cine, la poesía, la música, todas las artes se verán estremecidas por los tiempos por venir en lo inmediato. Esas cosas también serán nuevas y herederas, a su vez, del principio según el cual el arte refleja la realidad.

Ya nos vemos sometidos a la diatriba con aquello de que es natural eso de ayudar a los llamados empleadores antes que a los trabajadores. La riqueza mundial y en cada nación, es un asunto de clases. Se reparte para ayudar a los dueños de los medios. Los empleadores de la antigüedad echaban mano a la expansión para hacerse de empleados. Esclavos cuyo delito era vivir dentro de los espacios conquistados. La esclavitud moderna los tiene a mano. Los compran y ellos se venden motu proprio. Hasta que buscan una salida radical para superar la explotación del hombre por el hombre. A ello empuja la crisis mundial agudizada por la pandemia.

Crecen las posibilidades de cambio radical de la sociedad. Se demuestra, una vez más, que las sociedades que llegan a la descomposición es porque llevan en su seno los elementos de su propia destrucción. Los trabajadores en su lucha podrían descubrir el camino para dar un vuelco y, nuevamente, disponerse a nuevas aventuras como las de la comuna de París, o el octubre soviético.

Reflexión acerca de las perspectivas de Venezuela

En principio, las reflexiones acerca de Venezuela, colocan de antemano una realidad en la cual, a pesar de que cada vez son menos quienes siguen al régimen, no logramos concitar las fuerzas para derrocarlo. 

En medio de la pandemia nuevamente la hiperinflación estalla. Se produce un írrito incremento salarial que suena a burla cuando apenas alcanza para medio kilo de carne.

Prefiere el chavismo legitimar los incrementos en dólares con los empresarios, legitimando los precios del hambre. Mientras, sigue brindando los mendrugos de bonos a quienes corren con la suerte de ser premiados para adquirir medio cartón de huevos.

La política gubernamental da muestras cada vez más claras de que seguirá siendo la misma en el período pospandemia. Es que sus compromisos con los acreedores chinos y rusos, así los obliga. Lo que indica que la confrontación será más despiadada. 

Junto a todos los trabajadores del mundo, estaremos frente a la máxima de que en esta lucha lo más que podemos perder son nuestras cadenas. Y es que el hambre abarca a cada vez más familias. 

Esperemos que la unidad de todos contra la dictadura adquiera la dimensión que demanda la lucha por el cambio. Que alcancemos una Unidad democrática que articule fuerzas políticas y sociales; convertida en dirección política; con una estrategia bien definida y un programa que se entronice en la mente de los venezolanos para hacer de Venezuela un país soberano, próspero, democrático y de bienestar.

Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD

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