Tres árboles caídos

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Los restos del árbol caído en la vereda 1 de la urbanización José Gil Fortoul el 16 de septiembre continúan en áreas comunes y una vivienda de la comunidad. Foto: Liz Gascón

CIENCIA Y LETRAS


Por: Paulino Betancourt

A un lado de la autopista Francisco Fajardo, por allá, por Bello Monte, tres árboles, un mango y dos mamones, fueron extirpados de la tierra. Un triste espectáculo de árboles mutilados, con sus muñones mirando al cielo; tres árboles caídos. Mejor no podrían estar descritos en el poema de Grabriela Mistral:

Tres árboles caídos

quedaron a la orilla del sendero.

El leñador los olvidó, y conversan,

apretados de amor, como tres ciegos.

Ahora, en su lugar plantaron unas palmas datileras, que no se corresponden con la arboleda autóctona de nuestro valle. En la ciudad ha habido personajes que se la han jurado a los árboles, desde el Capitán General José Francisco Cañas Merino en 1711 que los mandó a talar porque “eran perjudiciales para la salud", hasta los actuales alcaldes que están descuidando su rol de monitoreo, cuidado y protección.

Por ello, saludo a los ciudadanos que marcharon el pasado 27 de noviembre, para rechazar las talas y crueles podas de árboles en Caracas. En la historia de la protesta de la ciudad, no se tienen antecedentes de una movilización que haya puesto en tela de juicio las decisiones ambientales.

No es un secreto que los habitantes de la ciudad se benefician significativamente por tener árboles en las aceras y parques. Pero, ¿cómo cambia los árboles la vida en la ciudad? Un par de nuevos estudios científicos muestran por qué cuando se trata de árboles y entornos urbanos, hay muchos aspectos que deben considerarse.

Los investigadores han demostrado que tener acceso a espacios verdes puede mejorar el bienestar mental e, incluso, prevenir muertes prematuras. También han promocionado la plantación de árboles como una de las formas más efectivas de almacenar carbono y detener la crisis climática, aunque algunos estudios cuestionan la viabilidad de plantar árboles en una escala tan grande.

El primer artículo, publicado en la revista Nature Communications, utiliza datos satelitales de alta resolución para analizar, por primera vez, la efectividad de los árboles urbanos para reducir la temperatura de la superficie de las ciudades en comparación con los espacios sin árboles.

El hallazgo tiene implicaciones sobre la vitalidad de los árboles urbanos y la salud de los seres humanos que viven cerca de ellos, porque podría ayudar a enfriar las ciudades que se calientan por efecto de la crisis climática.

El segundo artículo, publicado esta semana en la revista Science, examina el efecto de las propias ciudades con los colores cambiantes de las hojas. Utiliza datos recopilados de 85 áreas rurales y urbanas. El estudio sugiere que la vida en la ciudad tiene dos efectos sorprendentes sobre los árboles: primero, sus hojas reverdecen antes en las urbes en comparación con las áreas rurales, debido a las temperaturas más altas en las ciudades y segundo, las luces artificiales prolongan el tiempo de crecimiento de los árboles.

Sin embargo, los investigadores señalan que las ciudades, incluso aquellas cubiertas de árboles, podrían no mantenernos frescos durante la crisis climática por dos razones específicas: los urbanistas solo pueden plantar una cantidad determinada de árboles en un número limitado de aceras y el efecto de enfriamiento de los árboles puede disminuir en climas más cálidos y secos, como el nuestro.

Pero estos dos artículos también sugieren algo nuevo para considerar: los árboles no solo son importantes para las ciudades por su capacidad para absorber el carbono que emiten los edificios y automóviles. También son importantes por su relación simbiótica con las ciudades y las personas.

Los artículos se publican en un momento crucial de la crisis climática, ya que tanto los científicos como los políticos reconocen la necesidad de los árboles como “sumideros de carbono" esenciales para almacenar y evitar que el carbono se libere a la atmósfera. Bajo esta premisa, los líderes mundiales en la reciente conferencia climática COP26, se comprometieron a poner fin a la deforestación para el 2030 con el Pacto Climático de Glasgow.

A medida que los planificadores urbanos diseñen ciudades más amigables con los espacios verdes, se deberán considerar cómo los árboles dan forma a la vida urbana y el efecto recíproco de las ciudades en estas plantas que son tan esenciales para la vida en la Tierra. Estas no son decisiones que deben tomarse a la ligera.


PAULINO BETANCOURT | @p_betanco

Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat

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