Elisa Martínez vive en La Montañita, comunidad de la parroquia Caricuao, después de recibir su comida en la parte lateral de la iglesia de la parroquia Santa Rita, perteneciente a la Arquidiócesis de Caracas, ubicada en la UD3, guarda en un bolso de tela cinco potes llenos de pasta con ensalada, cambures y pan. Toma de la mano a uno de sus cuatro hijos. Agradecida, se vuelve a persignar. Se despide varias veces de las señoras voluntarias del Apostolado que junto con el padre Alexander Viera realizan esta noble labor que les brinda ayuda a 190 personas.
«Después de hacer la cola afuera de la Iglesia, entramos a agradecerle a Dios por esta comida. Compartimos palabras, indicaciones que nos dan las señoras voluntarias del Apostolado. Gracias a esta ayuda diaria mis cuatro hijos pueden comer mejor, de lunes a viernes, ya que no me alcanza el dinero para comprarle suficiente comida», señaló Elisa Martínez a El Pitazo en la Calle.
Marina Macías es otra de las personas beneficiadas por la parroquia Santa Rita. La señora Macías vive sola en la comunidad Renny Ottolina ubicada en la UD2 de Caricuao, con sus 87 años de edad explicó que esta comida no solo la ayuda sostenerse sino que le ha servido para salir de su casa y pasar un momento distinto con otros vecinos. «A veces me llama un nieto del exterior y me dice que no esté saliendo porque ya estoy muy vieja, no les digo nada que salgo a buscar comida porque la verdad es, que mi pensión no me alcanza para comer completo».
Elio Ramírez vive en las calles de la parroquia Macarao. Cuando llegó a esta congregación no creyó que el sacerdote lo iba a convidar a asearse. «Hasta pensé dejar la comida e irme, las palabras justa del padre Viera y de las señoras voluntarias bajaron mi actitud defensiva. Me dieron ropa limpia, me siento más tranquilo. Le expliqué que no quiero irme para los refugios del gobierno».
«Dios nos da la fuerza y la paciencia»
Esperanza Rosas, es una de las voluntarias de los distintos grupos que conforman el Apostolado de la parroquia Santa Rita de Caricuao. Señaló que para hacer este trabajo se turnan. Confiesa que con mucha paciencia han enseñado a los beneficiados no solo a ser agradecidos sino a comportarse dentro del recinto de esta congregación católica. «En el primer mes, el mal olor de los indigentes molestaba a los otros, por lo que con paciencia comenzamos a ayudarlos, a explicarle que era necesario que se bañaran».
Rosas explicó que los viernes regalan ropa donada por los vecinos a los indigentes y personas necesitadas. Llamaron al programa Ropero. «Después de ayudar a asear a los menos favorecidos le damos nueva ropa, usada pero limpia, ellos se siente mejor y nos lo agradecen».
Agradecidos
Desde las 10:30 am de lunes a viernes se puede ver la cola de las personas que van a recibir la comida afuera de esta casa de Dios. Uno por uno entra por la puerta principal, oran y agradecen al Todopoderoso por esta provisión de comida que reciben todas las semanas. Destaca la presencia de personas de la tercera edad y con discapacidad física, estos portan bolsos y se les permite llenar hasta cinco potes a cada uno.
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Se observan mujeres jóvenes con sus hijos. Su presencia es necesaria para que los niños reciban la comida. Al ser consultadas, coincidieron en que el dinero no les alcanza para hacer las tres comidas diarias. La palabra agradecido y agradecida sobresalió en el salón de la iglesia y al momento de recibir la comida.
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