Venezuela no está en guerra. Tampoco ha sufrido un desastre natural. Pero desde 2014, el conflicto político ha provocado una emergencia humanitaria compleja: los alimentos, las medicinas y la seguridad no están garantizados. El deterioro de las condiciones de vida
se acelera y millones de venezolanos luchan por sobrevivir, dentro o fuera de su país, en condiciones dignas.
Esta emergencia amenaza la salud y la vida de las familias venezolanas. Frente a un sistema colapsado, demuestran su capacidad de resistencia: cuando un padre se las ingenia para costear las vacunas de su hijo, cuando una muchacha da a luz en medio de un apagón, cuando un médico comparte los poquísimos analgésicos que tiene para calmar el dolor de sus pacientes.
La salud de Venezuela es de pronóstico incierto y afecta al continente. Aunque el régimen niega la crisis y oculta los datos sobre la escasez de medicinas y el expansión de las epidemias, hospitales en el país y albergues en las fronteras acumulan historias de pacientes
y sus familias, que hacen de todo para no resignarse.
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